CRÓNICAS Y CRÍTICAS
DE LA PRENSA
GASTRONÓMICA
MUJER
PILAR HURTADO
(DICIEMBRE)
FORMENTERA (Las Urbinas 132, Providencia / 2 25022632): “Lo primero
que nos llamó la atención fue que los platos de fondo indicaban que la
preparación demoraba 35 minutos, en el caso de la paella, fideua, langosta y
bogavante. Teníamos hambre, así que preferimos pedir varias cosas para picar
entre los cuatro. Cabe decir que también hay un plato distinto cada día de la semana,
que debe ser más rápido.” “Luego llegó lo elegido: ricas y saladitas anchoas,
boquerones en vinagre, patatas bravas, albóndigas con una salsa de tomate
casera buenísima; un revuelto de setas cumplidor, unas papas del abuelo,
servidas con jamón serrano bastante ricas; un pincho moreno de morcilla de
arroz con huevo de codorniz frito, donde el huevo venía requetecontracocido, una
pena pues se veía poco atractivo. También un pincho noruego, con salmón,
alcaparras, cebolla y huevo hilado, que partimos en 4, al igual que el de
morcilla. Con todo esto quedamos listos, aunque nos hubiéramos tomado una jarra
más de sangría.” “Con todo, la comida nos pareció muy sabrosa, con buena
relación precio-calidad, y el lugar animado, como para volver.”
WIKÉN
ESTEBAN CABEZAS
(DICIEMBRE) LA
VINOCRACIA (Irarrázaval 3470, Ñuñoa
/
2 2769 9276): “Lo que ofrece La Vinocracia
es una de las mejores, si no la mejor, carta exhaustiva de etiquetas
nacionales.” “Tres platos se pidieron, para compartir. Unos erizos ($9.000) con
su cebolla picada y cilantro de comparsa. Bien, pues. Esto junto a un mix de
carpaccios ($10.200), uno de atún y otro de pulpo impecables, más uno de salmón
ahumado que no estaba mal, pero que daba una pelea victoriosa y apabullante
contra cualquier vino que le pusieran en frente.” “Como grata sorpresa final,
unos langostinos salteados ($14.000) con especias y ajo, que uno podría calificar
de caros, pero que eran la encarnación sólida de lo que parece proponer -como
concepto- La vinocracia: ese amor por un sabor básico que también se puede
encontrar en los vinos más inolvidables.”
WIKÉN
RUPERTO DE NOLA
(DICIEMBRE) EL HOYO (San Vicente 375, Santiago / 2 2689 0339): “El
conejo, espectacular y, por cierto, todo lo abundante que uno desea: carne
tierna, "transida" de aromas por las hierbas del escabeche, con papas
salteadas que se hacen aquí como Dios manda (es el plato más caro de la carta y
vale la pena: $10.900). Como ya han pasado por este lugar tres generaciones de
chilenos con el corazón bien puesto, le dimos a probar conejo a la cuarta, y le
fascinó. Era que no. Ahora, el chanchito (que hacen mal en apartarse de la
tradición intitulándolo "cerdo"; qué culpa tiene el animalito),
también espectacular, en modo "costillar asado" ($7.300): doradito,
con la grasa justa, cocido tan a punto que, sin esfuerzo, pudimos dejar los
huesos mondos y lirondos con tenedor y cuchillo, como hacía nuestro abuelo con
los pichones. (¡Eso falta aquí: algún pajarito, un pichoncito, una
perdicita...!). Y el arrollado ($7.300), sin ser el absolutamente mejor de
Santiago, es una verdadera gloria, como que el gringo aquel de Bourdain, cuando
vino a esta mapochina urbe, declaró que era lo mejor que había comido en estas
partes (rechazó en otros lugares, y con razón, esos "completos"
abrumados de mayo y otras atrocidades). Papas doradas a la antigua: un primor.
Y de postre, una leche asada de antología (¡$2.100!).”
UNO COME
CARLOS REYES
(DICIEMBRE) LE DUE
TORRI (San Antonio 258, Local 9,
Santiago Centro / 2 2633 3799): “Salmón sobrecocido, duro; lo mismo que unos
espárragos torturados en agua caliente y trozos de pollo a la plancha en igual
condición y con ese sabor a metal propio del apuro, graficado en el tono gris
en la cara posterior de esos trocitos de ave; media palta trozada, quizás
pensada para untar en salsa golf y mayonesa; trozos de palmitos de tarro
cortados en diagonal para dar algo de prestancia a un producto que hace 30 años
dejó de ser algo atractivo en un restaurante que cobra $ 14.350 por su
Antipasto –para compartir, eso sí-, cuyo máximo atractivo italiano son cuatro
trocitos de queso Grana Padano y una abundante porción de prosciutto. El salame
quizá sea europeo pero en cualquier fiambrería lo cortan más delgado y luce más
elegante. El caso es que Le Due Torri es famoso precisamente por esa entrada, y
su barra de antipastos se ha hecho conocida tanto en el Centro -donde comí el
plato- como en Las Condes ¿Habrá discriminación geosocial porque en Isidora
Goyenechea las entradas están a la vista? ¿Lo sirven porque “así le gusta a la
gente”? ¿El abuelo del cliente frecuente comía lo mismo? ¿Los ’80 gastronómicos
(y los 70’ y los 60’) nunca se han ido de ese comedor?” “Eso, aparte del pan
frío y las ¡galletas de soda! de la previa.”