N
de la D: Nos mandaron este artículo sobre la experiencia de viajar. Es
extremadamente simpático y se los entregamos a nuestros lectores para que se
entretengan un momento durante este agotador fin de año. Es español castizo y
por razones obvias lo dejamos (casi) tal cual nos lo enviaron. Entre tantas
carreras de última hora este texto es un bálsamo para disfrutar las próximas
navidades que se avecinan... y prepararse para las vacaciones.
Cada
época tiene sus manías. A los romanos les gustaba ver a los leones arañándoles
el culo a los cristianos. A los chinos les encantaban los jarrones. Y ahora, lo
que nos gusta es viajar. Viajar a cualquier lado. Lo mismo nos da ir a Buenos
Aires que a San Petersburgo. El caso es tener el culo en movimiento como
Shakira. Por eso Shakira viaja tanto. Yo creo que, por mucho que lo digan los
poetas, viajar no le gusta a nadie. Lo que nos gusta es llegar al destino, pero
el viaje es una joda.
Viajar
consiste básicamente en llevarse una maleta llena de ropa limpia para traerla
sucia. Todo el mundo dice que viajando se aprende; pero, para ser sinceros,
viajar lo que de verdad produce es estreñimiento. Al salir de tu casa, el culo
se cierra en banda y no suelta prenda. Por eso en los aviones hay más puertas
de emergencia que baños. Y en los hoteles lo saben, por eso lo que se gastan en
toallas lo ahorran en papel higiénico. Siempre está empezado y con un piquito
doblado, que debe de ser la firma del último estreñido.
Además,
no hay nada más triste que un aeropuerto. En los aeropuertos no se ríe nadie.
Ves a la gente seria, tirada en los sillones o despidiéndose con lágrimas,
rodeada de bultos. Parece que, en vez de iniciar un viaje, les fueran a operar
de la vesícula, que por cierto, sería de gran utilidad en los viajes largos. Ya
que estás tan aburrido y tan incómodo, esos viajes se podrían aprovechar para
operarse de algo. En vez de jugo, un trapo con cloroformo, de forma que cuando
llegues a Cancún, además de no tener jet lag, llegarías a tu destino con un
lifting, una liposucción y tres hígados, que en Cancún te van a hacer falta,
con eso de la barra libre.
En
el avión, todo está preparado para jorobarte. ¿Por qué cuando despegas y
aterrizas hay que plegar la bandejita? "Huy, gracias, por si acaso hay un
accidente y morimos todos. Al menos que no se me derrame el café en los
pantalones tendré una muerte digna". Y también hay que poner el respaldo
recto para que el de atrás pueda plegar la bandejita, debe ser... O eso, o para
morir incómodo. Claro, que si te agobias siempre puedes conectar el aire
acondicionado, ese chorro potente y direccional que te permite tener tres
centímetros de la cabeza muy fríos... Hay gente que con este sistema se ha
quitado las verrugas de la nuca.
Ahora
la cosa es comprar los pasajes por Internet, que es un sinónimo de "no
gastarse". Por Internet puedes, por ejemplo, alquilar una casa en el campo
para hacer turismo rural. Y hay que
explicar un poco lo que es el turismo rural, que no es que un campesino vaya a
la ciudad, es más bien al revés. Vas tú donde el campesino para que se ría de
ti. El lugar es una casa en ruinas al precio de un loft en Manhattan. A cambio,
las vistas a través de las mosquiteras son preciosas. Menos mal que siempre puedes
contratar unas excursiones que consisten en subir a una montaña para ir a una
fuente donde el agua sale súper pura. Pero descubres que no la puedes beber,
porque está tan fría que si le das un trago te duele la cabeza toda la tarde.
Hay
gente con gingivitis que ha perdido los dientes por el agua pura. Por eso la
gente de los campos, en general, tiene tan pocos dientes. Recuerdo que una vez
fui a beber de un agua muy pura en una montaña. Y venga a beber, y venga a
beber... Y luego me enteré de que los del pueblo lavaban los pañales río
arriba. Y en el pueblo no había niños.
Misterios de los viajes
Si
el turismo rural no es lo tuyo, siempre te puedes apuntar a un viaje en grupo, que es divertidísimo.
Vas con unas personas a las que no conoces para nada, pero de repente es ¡tú
grupo! Todos seguís al señor del paraguas, porque él es tu único contacto con
la realidad, y crees que si pierdes al señor del paraguas vas a morir, porque
es el único que sabe frases claves para espantar a los que piden dinero en
varios idiomas.
Pero
lo peor de los viajes en grupo son las amenazas. Se pasan todo el rato
amenazando: "Ahora vamos a parar aquí 20 minutos. ¡Pero si en 20 minutos
no estáis, nos iremos y os dejaremos abandonados aquí, en Kurcijistán! ¡Donde
los hombres son violentos… y muy puntuales!".
En
estos viajes se suele ir en autobuses que se caracterizan por tener un vídeo
sin sonido y un micrófono con el que no se entiende nada: "Y no se pierdan
aquí la excelente visión del majestuoso Sdlkjsfdkfj, donde es muy fácil ligar
con mujeres si se entra con un dñalskdsdf. Ellas se les tirarán a los brazos y
les harán una ñlsjsdfkj". Aquí también te suelen amenazar: "¡Pero
cuidado con las mujeres de Kurcijistán, porque si usted hiciera algo como
sdkfjlkajsd, les esperaría una muerte lenta y dolorosa!".
Eso
sí, lo que no se puede hacer en estos viajes es ofender a la gente del país. Y
cuidado, porque se molestan pronto: "¡Vamos, amigo, prueba nuestro yogur
caliente de perro...! ¡Si no lo pruebas, desaíras a toda mi familia! Y ahora
dale un beso al señor del herpes gigante, que se le ha muerto la cabra..., está
triste. ¡Vamos! ¡Besalo en la boca y acaba el yogur de perro, que eso frío no
hay quien se lo trague!".
Si
no quieres estas incomodidades, siempre puedes hacer el turismo sin turismo,
conocido como "los hoteles con
pulsera". La idea no puede ser mejor: comer y beber hasta reventar.
Este turismo suelen elegirlo los recién casados, con el siguiente pensamiento:
¿para qué nos vamos a esperar hasta los 40 para ponernos gordos si en una
semana podemos ver cómo será nuestro futuro? Y tú, que te habías casado con una
chica monísima, regresas con tu nueva bruja oliendo a coco y con la cabeza
llena de trenzas. En cambio, tú vuelves tan gordo y con tan poca movilidad que
te tiene que limpiar el culo un pájaro.
Los
que más ganas tienen de viajar son los jóvenes,
porque es lo más parecido a irse de casa que pueden hacer. Para estos
menesteres, los gobiernos europeos han inventado una cosa que se llama
Interrail. En esta modalidad, el reto consiste en irse lo más lejos posible y
conseguir volver sin haber gastado dinero. Cuando vuelve alguien de Interrail
le preguntas: "¿Qué has comido en Austria?". "Chopped"...
"¿Y en Checoslovaquia?". "Chopped"... “¿En Alemania?".
“Chopped” ¿Y en Kurcijistán?"... "¡Yogur de perro, ya que si no, se
enfadan!".
Ligar
en el Interrail es complicado. Normalmente se liga con chicas que también están
de viaje, con lo cual ya no te fijas si es guapa o no. Es más importante saber
cuántos días lleva sin ducharse. ¿Y qué le ofreces a una chica en esa
situación? No es fácil: "Eh, guapa... Si te quedas conmigo, quiero que
sepas que hay una lata de mejillones que tiene tu nombre. ¿Y qué te parecería
un poco de agua potable?".
Está
claro que el Interrail triunfa más por la fama que tiene que por lo que es en
realidad, que te dicen: "Vete a Noruega”. Y llegas allí y te encuentras
con tu amigo en una estación que está en un descampado, y entre los dos juntáis
seis euros, y otros tipos te quitan los calzoncillos, el chorizo y la
faltriquera con el pasaporte que te cosió tu madre al forro de los bermudas. Y
tú, mientras, piensas: ¡qué bien estaría en Madrid con mis padres comiendo una
paella!
Pero
de todas las formas que hay de hacer turismo, la más extrema es el turismo en pareja. El viaje es muy
diferente si lo haces con tu amante que si lo haces con la mujer estable. Con
la pareja estable es como si estuvieras haciendo la milicia. Madrugas más que
cuando vas a trabajar porque no te puedes perder el desayuno. Si vas con la
amante y te pierdes el desayuno da igual, te tomas un café por ahí o vas
directo a la cerveza.
Pero
la pareja estable lleva un plan de viaje que ella ha preparado durante seis
meses: se ha metido en todos los foros de Internet y ha subrayado toda la guía
Lonely Planet. Algunas llevan tatuado en el pecho los itinerarios que hay que
seguir, como el de Prison Break.
Y
es mucho peor si la pareja viaja en auto, porque eso ya es un no parar de
discutir. Antes se discutía porque, cuando te perdías, ella te decía:
"Para y pregunta". Ahora lleváis GPS, pero la mujer, en general, no
cree en los aparatos. A ella le gusta desplegar el plano, metértelo en un ojo,
taparte toda la visibilidad, y luego lo dobla mal y queda más gordo que El
Código Da Vinci y no cabe en la guantera, así que lo tira al asiento de atrás
con el resto de porquerías que ha ido tirando: una bolsa de papas fritas, unas hawaianas,
los periódicos, el pareo, cuatro piedras de recuerdo, una manzana que ha cogido
del hotel (por si le daba hambre), botellas de agua de varios días (calentita y
con sabor a plástico)...
No
es que esté en contra de los viajes en pareja, pero si viajas con pareja
estable vuelves con más estrés del que tenías. ¿De dónde sacarán esa energía
las mujeres en los viajes? No se les puede quedar una iglesia por ver. Ella
tiene que ir a todos los sitios que le han recomendado sus amigas y a todos los
que ha leído en las revistas: el Martini en Vía Veneto; comer fettuccini en el
Trastevere y el capuchino en la Piazza Navona. Y le tienes que hacer una foto
con el celular tomándose el capuchino para que se la mande a todas sus amigas.
A ti no te hace falta la foto para acordarte del capuchino. Con lo que te
cobran, no se te olvida en la vida.
No
podéis parar ni a echaros la siesta porque ella quiere ver todas las piedras
del Foro. Y te va leyendo a quién pertenece cada pedrusco: "Ésta es la
casa de Trajano, ésta es la de Plinio el Viejo, ésta es la de Tito
Livio...".
Pero
aunque el turismo en pareja es el más extremo, no es el peor. El peor turismo
del mundo es el que haces cuando eres niño, que te da igual donde te lleven
porque tú sólo miras el suelo y los marruecos. Y además no decides nada: a los
sitios entretenidos para ver, tus padres no quieren entrar. El Museo de la
Tortura suele ser un sitio polémico, hasta que al final tu padre te lleva, y se
oye a tu madre desde fuera: "¡Blablablá irresponsable; blablablá no está
preparado, blablablá!"... Y cuando sales de ahí estás alucinado. Con seis
años ya sabes utilizar el verbo ensartar. ¡Y eso también es cultura, hombre!
En
fin, feliz verano, disfrutad de vuestros viajes, y si tenéis que cometer un
delito, esperaos a la vuelta, que las cárceles del extranjero son horribles y
además no te entienden cuando les gritas: "¡No, por favor!".