EL PLACER DE VOLAR
Hace
algunos años el sólo hecho de volar nos provocaba sensaciones de felicidad. Viajar
en avión siempre ha sido para nosotros un sinónimo de placer, descanso o
aventuras, algo muy ligado a nuestra calidad de habitantes del último lugar del
planeta y por lo mismo, con unas ganas locas de embarcarse en un avión y
conocer tierras lejanas.
Lo
que antes era un deleite, hoy es un desagrado. Los aeropuertos se han
convertido en presas fáciles del terrorismo y las medidas que toman los
gobiernos (en todos los países del mundo) son extremas. En un aeropuerto TODOS
somos sospechosos. Seamos del color, raza o provenientes de oriente o del occidente.
Y esa sospecha se transforma en horas y horas de espera para tomar un vuelo.
Una o más revisiones en que más te vale no llevar consigo la autoestima, es pan
de cada día en los aeropuertos del mundo. En definitiva, se ha perdido el
glamour.
Los
aeropuertos ya no son lo que alguna vez conocimos. Cada día más gigantescos,
enmarañados y complejos, dificultan los traslados entre terminales para tomar
otros vuelos, cosa poco agradable en aeropuertos de tránsito. Obvio, tampoco
esperen una sonrisa del personal o vigilantes del lugar. No te olvides que eres
un terrorista, un traficante o un inmigrante ilegal desde que ingresas hasta
que salgas de sus límites.
Lo
que antes odiábamos, como la aduana, es hoy la nada en comparación a los otros
agentes aeroportuarios. Cuando por fin llegas a tu destino aún no se termina
todo ya que hay que esperar las maletas. Otra larga y tediosa espera que hay
que soportar.
Como
estamos en el fin del mundo, es difícil reemplazar el avión para dirigirse a
otro país. Argentina, Perú y Bolivia entre los cercanos. El resto, volando y soportando
todas las reglas, normas y decálogos de los aeropuertos actuales. A decir
verdad sería bueno tener un manual del “cómo viajar en avión sin que te jodan”.
El autor se haría millonario. (JAE)