IORANA...
Un viaje inesperado
No
me lo van a creer, pero estoy escribiendo estos textos recién desembarcándome
de un viaje a Isla de Pascua. ¿Cómo llegué a esta isla al medio del Pacífico?
El
jueves de la semana pasada recibí un extraño llamado. -¿Don Exe?
-
¿Con quién hablo?
-
Agustina, me dicen al otro lado del celular. Tengo la misión de invitarlo a
Isla de Pascua
- ¿Quién me invita, Agustina?
-
Eso no puedo decírselo, pero tendrá que estar mañana a las 7 en el aeropuerto.
- ¿Cuántos días?
- Regresaremos el lunes
- ¿Usted va?
-
Sí. Estaré esperándolo en el counter de LAN. ¿Me puede dar el número de su
cédula de identidad?
-
Será.
- ¿Acepta nuestra invitación?
-
De allá soy, querida. ¿Agustina?... ¿Agustina cuánto?
- Nos vemos mañana… y colgó.
Era
la invitación más extraña que había recibido en mi vida. Con razón algunos
amigos me tildan de “viejito cachiporra”-como decían antaño-, pero habían dos
posibilidades: o era verdad o era una joda. Aun así metí en una pequeña maleta
un par de guayaberas que había comprado en La Habana y que hacía años no
ocupaba, unos shorts y hawaianas. Dos camisas, un pantalón, un sweater, mis
medicamentos y punto. Cuando llegué al aeropuerto busqué el vuelo a Pascua y me
encontré con una chica muy mona que mostraba un letrero que decía: ISLA DE PASCUA. PASAJEROS INVITADOS.
- ¿Agustina?
- Si, dice. ¿Y usted?
- Exe, le respondo. Pero plis… tutéame.
- Lo que pasa es que no estoy acostumbrada a
tutear a los vieji…, perdón, a la gente mayor.
- ¿Te parezco muy viejo?
- ¡Para nada! Sólo pensé que era más joven.
¡Me
cagó la guacha!, pero tenía razón. Al grupo se unieron dos chicas periodistas de
revistas couché y un par de fotógrafos. ¡Mierdas!, reflexioné, ¿Qué hago acá?
Casi
seis horas de viaje apretujado en la clase turista de Latam. Para los que aún
no saben, un vuelo sin posibilidades de retorno. Achuntarle a la Isla es el
objetivo. Menos mal que los aviones actuales son buenos. Tras horas de
aburrimiento, aterrizamos en el pequeño aeropuerto. La pista es grande eso si
ya que la Nasa ayudo para alargarla. Bajando por la escalinata, un grupo de pascuenses
nos recibe con cánticos y collares de flores. Ya en el hotel me agasajaron con
champagne (en realidad espumoso, pero del bueno) y me asignaron una bonita
habitación. Yo medio anonadado aun, me preparé para los días siguientes comiéndome
la bandeja con frutas que habían dejado en mi cuarto.
A
media tarde y con mi guayabera floreada ad hoc, salí a recorrer el pueblo ya
que la primera actividad grupal seria al atardecer. Mirando pareos en una
tienda e imaginándome a mi paquita con uno de ellos, me topé con Agustina, mi
anfitriona, que andaba en lo mismo. –“Exe”, dice – que alegría que nos
acompañes. ¿Te puedo hacer una pregunta?
-
Dime, querida. Soy todo oídos.
-
¿Cuándo saldremos en el Wikén?
¡Ahí
estaba la madre del cordero! La chica, nueva en esto de las relaciones públicas,
se había mandado un condoro y me invitó pensando que este carcamal era del
Wikén. Rápidamente sopesé la situación y le respondí que eso dependía de los
editores. “Aun así”, continué, “trataré que sea pronto”. ¿Me confundió con el
Cabezas, con el Nola? ¿Habrá pensado que B. Muñoz es el seudónimo de un fulano
a sabiendas que la Barbarita es la imagen del suplemento?
A
la pobrecita se le iluminaron los ojos pensar en tres o cuatro páginas en la
Wikén de la semana siguiente. –“Avísame lo que necesites, Exe. ¿Vas a necesitar
fotos en alta resolución? ¿Está bien la “pieza” del hotel? ¿Nos acompañas a
bailar esta noche? ¿Qué te gustaría hacer mañana?.. Y suma y sigue. Me reía
solo. Pero no era mi culpa.

Hice todo lo que hay que hacer y ver en Pascua,
menos sumergirme en sus aguas color turquesa. Bebí como un cosaco piscolas y ron
en caja, comí empanadas de atún, pescados de colores e incluso pollo con sabor
a pescado ya que usan el mismo aceite y la misma plancha para cocinarlo. Me
aburrí de contar moais con sombrero, sin sombrero, con ojos, de guata, de
frente y de lado. Puse mis manos en una rara piedra redonda que según los
pascuenses vibra al contacto con los humanos; Me deleité con las pechugas y
traseros de las extranjeras –y las periodistas- en un día de playa en Anakena.
Subí y bajé cerros como un infante de marina, seguí comiendo empanadas de atún
y bailé ritmos alucinógenos en una disco en las cercanías del aeropuerto.
Intenté subirme a un caballo y fracasé. Lo mismo pasó con una hamaca y logré
estabilizarme un minuto. Bebí un buen whisky gracias a un viejo amigo (viejo
yo, amigo él) que regenta el hotel más grande de la Isla. Dormí poco ya que fueron
tres días que Agustina no me dejó ni a sol ni a sombra, ya que bien valían para
ella unas páginas en el Wikén. Fue tanto el empeño que le puso, que al regreso,
como el vuelo venía de Tahiti, me consiguió un up-grade a ejecutiva para que
pudiese descansar, mientras el resto se apiñaba en la clase turista. Incluso,
un Uber me esperaba en AMB para trasladarme a casa. Todo eso por unas malditas
páginas que nunca llegarán.
Le
solicité al chofer del Uber que se desviara hacia la Comisaría Los Guindos para
entregarle a Sofía, mi paquita, una perla negra que le había comprado a un pascuense
que las contrabandea desde Tahiti. Se sorprendió al verme y preguntó dónde
crestas andaba ya que me había llamado cuatro veces y no tuvo respuesta. Le
conté de mi aventura y no paraba de reírse. –No conozco Pascua, dice, ¿Podrías
contactarme con Agustina para que me invite? Total, con mi pinta soy capaz de
pasar por reportera del New York Times.

Iorana
Pascua. Para los que no saben, la Isla es una mentira hecha realidad. Cuando
LAN abrió la ruta el año 1967, el aquel entonces presidente de la compañía,
Eric Campaña, viendo el subdesarrollo del lugar, viajo a Miami y compró tenidas
de tiritas similares a las que ocupan en las islas del Pacifico. Ahí vistió a
los primeros escolares de un lugar que no tenía tradición propia. Visionario,
contrató a Margot Loyola para que inventara música ad hoc para la Isla. Pasaron
los años y Pascua es un destino mundial. ¿Será que nos falta cuento para vender
del mismo modo otros atractivos de nuestro país?
Mañana
llamaré al Wikén para preguntarles si están interesados en publicar un
reportaje de la Isla. Agustina, la novata relacionadora pública, estaría
eternamente agradecida
Exequiel Quintanilla