EL BODEGÓN DE LA VINOTECA
Hay
que sacarle el sombrero a la tenacidad y ojo comercial de Mauricio Fredes, uno
de los principales socios de La Vinoteca. Desde que tomó a su cargo la
administración de una pequeña tienda de vinos que había abierto su padre (el
cronista gastronómico César Fredes) en lo que fue el hotel Radisson de
Vitacura, se empeñó en hacer crecer su negocio, transformándolo –contra viento
y marea- en una de las principales distribuidoras de vinos y licores de la
capital.

Pero
a Mauricio siempre le gustó el negocio gastronómico. Cuando la distribuidora
(que pasó por tiempos difíciles) equilibró sus presupuestos, decidió convertir
el patio de su local de Vitacura en un pequeño restaurante que llamó Pan Bar,
donde se crearon varias preparaciones que se servían sobre una tapa de pan
hecho en casa. Sin el éxito que esperaba, hace algunos meses decidió contratar
a Gino Falcone, arquitecto y gran diseñador de ambientes gastronómicos, quien
le cambió totalmente la cara al lugar, convirtiendo este espacio en uno de los ambientes
más logrados de este último tiempo.

El
éxito va junto a la informalidad del espacio, ya que tras un fluido servicio, el
lugar ofrece una gran cantidad de alternativas que van desde la hora del
desayuno hasta la medianoche. En la cocina destaca la presencia del chef Luis
Segovia, con larga experiencia en los fogones; y en la administración general
del lugar –el que se preocupa que las cosas sucedan- está Alejandro Brunetti,
quien luego de su extenso desempeño como chef ejecutivo de Enjoy, tomó las
riendas de la administración de locales, con un gran éxito.
El
trío de la buena fortuna, podríamos llamar a Falcone. Oviedo y Brunetti, ya que
son la base del éxito que han tenido desde su apertura, sólo hace un par de
semanas atrás.
Los
vinos a precios de tienda son un gancho insuperable. Si a eso le sumamos una
carta de especialidades de buen nivel; a sus quesos y charcutería, a sus tablas
y sartenes para compartir, sus cócteles, vinos y cervezas, a su cafetería y
pastelería, a sus quiches y tártaros, es casi imposible aburrirse en este
restobar que conocí la semana pasada y recomiendo en esta edición.
Como
mi intención era probar la mano del chef y evitar el producto ya elaborado como
la charcutería, partí con un tártaro de res (aliñado en la cocina, $ 6.800)
coronado con caviar ikura (huevos de salmón), yema de huevo confitada, emulsión
de jengibre y papas hilo. De tamaño
pequeño, su maravilloso sabor y texturas explotan en boca, logrando una armonía
perfecta a una copa de vino rosado. Luego, para placer propio (y posiblemente
un desagrado para un chef que tiene a su equipo trabajando a toda máquina a
mediodía), fui por las pastas, escogiendo dos de sus opciones: Ravioles de
ricotta, jamón y nuez (8.900) y Spaghetti ai frutti di mare (9.800), sabrosos,
abundantes, de limpia textura y elaborados por alguien que sabe de cocciones,
ya que por muy popular que sea la pasta en nuestro país, muy pocos saben
cocinarla a punto.

Profiteroles
con helado, salsa de champagne y chocolate tibio (3.800) fue mi elección a la
hora del postre. Mi idea era reemplazar el chocolate tibio por un expresso para
experimentar el sabor del café caliente sobre el helado, pero el pedido no fue
posible hacerlo realidad, ya que la cafetería y la cocina están en distintos
sectores. ¡Para otra vez será!
El
lugar llama al relajo y a una larga sobremesa. Cientos de detalles están a la
vista para ser descubiertos. Acá la idea es compartir y probar. Sin
estridencias ni birlibirloques, El Bodegón se alza como la gran novedad de la
extensa Nueva Costanera y le aseguramos que será el best seller del verano del
2019.
Lo
doy por firmado (JAE)
El Bodegón de La Vinoteca:
Av. Nueva Costanera 3955, Vitacura / 22953 6291