AÑO NUEVO EN MENDOZA
Recién hoy supe que el jefe andaba
emputecido conmigo. Llamó a Sofía, mi paquita, para saber de mi vida y ella le
respondió que desde Navidad no sabía nada de mí. Lo mismo le pasó con todas mis
amigas: nadie sabía nada y tendré que darles explicaciones a todas mis chicas
gracias a la paranoia de mi jefe.
A ustedes les cuento lo real: ME
ABDUJERON.

La víspera del Año Nuevo me tenía algo
depre. La paquita trabajando, la peruanita en su país, la morocha en Colombia y
mis otras amigas lo pasarían con su familia y maridos en casa. Por lo tanto mi
cambio de año estaría más aburrido que acuario de almejas. Como andaba con
algunos pesitos, regalo de mis hijos para Navidad, decidí, por lo menos,
almorzar el 31 en un buen tugurio. Me habían comentado que El Bohío del
Sheraton era una delicia que bien valía la pena ya que la piscina se llenaba de
gringas y brasileñas ricas, y con suerte vería una azafata en topless.
¿Almuerzo con valor agregado?... ¡démosle!, pensé y me puse mi ambo de lino
verdadero (esta viejito pero sobrevive), una camisa lila, mi sombrero panamá y
partí por la propuesta. Tiempo que no estaba en el Sheraton. Está todo cambiado
y se ve lindo. Le pagué al taxista la carrera y partí directo a la piscina.
Tenían razón mis amigos lachos. Mucha gringa, harta mulata y una que otra
chilenita tostándose al sol. Pedí un campari tónica y me quedé sentado en una
de las mesas cercanas a la pileta mirando piernas, pechugas y traseros.
¿Hambre? Para nada. Estaba alimentando
mi lujuria y no me percaté que el lugar se había repletado de público. Mi mesa,
estratégicamente ubicada, era la única que aún tenía una silla vacía. Al rato
veo que se acerca el maître del lugar y me pregunta si puedo compartir la mesa
con una pasajera que desea almorzar ya que está todo repleto. - Si gusta, me retiro, le comenté
- No es necesario, dijo. Yo a usted lo
ubico y bien sabe que acá es bienvenido.
- Está bien, respondí. Tráigala.
Era una ricura. Envuelta en un pareo que
dejaba a la vista muchos de sus atributos se presenta.
- Perdona, pero el mozo me ofreció este
lugar. Soy Mandy. ¿Y tú?
- Exe, respondí.
- ¿Te molesta que almuerce contigo?
Le miré sus pechugas, luego sus ojos y
le hice un brindis. – Por favor… esta mesa es tuya.
- ¿Tu no almorzarás?
- No Mandy. Tengo una gran cena esta
noche, mentí.
- Yo sólo me comeré un plato ya que en
una hora me largo de aquí.
- ¡Suerte la tuya!
Conversamos de todo y nada mientras ella
le daba el bajo a un gran plato con ostras y otro con salmón, cebiches,
calamares, tomates y mozzarella y cuanta cosa fría que encontró en el buffet.
Bebió agua mineral, cosa que me desconcertó. Yo estaba en mi segundo campari y
en cada momento que la miraba la encontraba más rica.
-¿Sólo agua mineral?
- Es que viajo, Exe.
- ¿Hoy?
- En un rato.
- ¿Y dónde vas?
- A Mendoza. Por eso no bebo nada.
-¿Quieres ir conmigo?
- ¿A Mendoza?
- Obvio. Pasamos unos días allá y
luego regresamos. ¿Tienes tu cédula de identidad al día?
Si a eso no le llaman abducción, no sé qué
otro nombre ponerle.
Entre pasar Año Nuevo acá, solo y
aburrido o pasarlo en Mendoza con este tremendo ejemplar de mujer, no había por
donde equivocarse. Mandy tenía un Mini del año y descapotable, uno que no había
visto nunca. - Ponte el cinturón, me ordenó, tenemos
que estar a las ocho de la noche en Mendoza.
Salió del Sheraton, agarró la autopista
de Vespucio y de allí enfiló a una velocidad increíble hasta Los Andes. Como
hacía un calor de los mil demonios, subió la capota del convertible y seguimos
a la frontera con aire acondicionado. Ahí me contó parte de su vida. Era
heredera y actual propietaria de tres moteles parejeros en Santiago y dos en
Mendoza. –Pero no te preocupes Exe, ni siquiera los visito. Mi papá dejó un
directorio para mantener el negocio funcionando. A mí me llegan las utilidades
solamente.
¡Qué negocio! Y pensar que yo voy a
Mendoza con veinte lucas en el bolsillo y ella paga todo con American Express
Platinum.
A las siete y media de la tarde
estábamos entrando al estacionamiento del Sheraton Mendoza. Pidió su habitación
y le dijo al recepcionista que necesitaría otra para mí. Pasé mi cédula y de
regreso nos entregan una llave/tarjeta para cada uno. Mandy solicita una
botella de espumoso rosé de Cruzat y algo para picotear… cosa que agradecí
sinceramente ya que el camino había sido largo y mi barriga estaba quejándose.
Fuimos a cenar a La Bourgogne, el
boliche que tiene en Mendoza Jean Paul Bondoux, el mismito del NoSo del W
Santiago. Dieron las doce y me fui de abrazo y beso cuneteado. Regresamos a las
3 de la mañana al Sheraton y para qué decirles que no alcancé a conocer mi
habitación. El grave problema es que al día siguiente estaría todo cerrado y yo
viajé sin ropa de recambio. Le conté a Mandy y me dice riéndose.
- Cagaste Exe, eso te pasa por caliente.
¡Menos mal que no eres mujer! Estarías lleno de cabros.
Desayuno de lujo en su habitación. Ducha
y desodorante de mina en mis alas. Luego fuimos por unas pastas frescas al
restaurante Acequias del mismo hotel y después un relax en el Spa (eso del
relax lo inventé yo para que mientras me masajeaban, lavaran y secaran mi ropa.
De noche, al casino. Yo jugué 10 luquitas y me duraron menos de lo que dura un
perro en misa. Mandy ganó lo suficiente como para pagar el hotel y beber
champagne francés. Al menos así no me sentía cafichándola.
Hace un puto calor en Mendoza. Con razón
nuestras costas se llenan de argentinos en enero. Al día siguiente y de noche
ya, caminábamos por Sarmiento, esa calle peatonal llena de árboles y de
pequeños restaurantes donde se concentra parte de la vida mendocina. Con ropa
nueva y mocasines ad hoc, me sentía en la gloria.Pero como todo
debe terminar, ayer veníamos de regreso a la capital chilena.
Pasó a dejarme al departamento ñuñoino. Se puso
seria cuando llegamos. –Exe, dice, desde hoy en adelante ni tu ni yo nos
conocemos. No soy quien te dije que era. Fuimos felices tres días y eso me
basta y debe ser igual para ti.
Me da un corto beso y bajé de su auto
sin entender nada. Ella arranca su coche y se pierde en una tarde calurosa en
su convertible con el pelo al viento...
…
- ¡Me abdujeron jefe?
- ¿Se puede saber quién?
- ¡Ojalá yo supiera, ya tendría este
puzzle solucionado!
- ¿Fumaste hierba?
- No, jefe. Créame por alguna vez en su
vida
- ¿Te creerá la paquita? Yo que tú, le
cuento una historia más creíble.
- ¿Ésta no lo es?
- Creo que estas delirando Exe. ¿Estás
seguro que tienes la cabeza buena aun?
- ¿No me cree?
- Ni cagando, Exe. ¿Me lo demuestras?
Si el jefe no me cree, menos lo harán
mis chicas. Tendré una dura semana para explicarles lo inexplicable. ¡Dios se
apiade de mí! Aun no comienza el año y ya la cosa se está poniendo peluda.
Si algún día se encuentran con un mini
del año, rojo y descapotable, con una rubia manejando, avísenme. Será la única
forma para convencer al resto que esta historia fue real.
Exequiel
Quintanilla