EL QUITAPENAS
Como suele suceder con las picadas más clásicas de
Santiago, no se sabe con total exactitud cómo y cuándo nació este popular bar-restaurante
del ex barrio de La Chimba, allí cerca del Cerro Blanco y los cementerios. Las
fechas que se proponen transitan por la segunda mitad del siglo XIX, pues lo
claro es que ya existía para el cambio de centuria
En algunos períodos se le ha llamado "Quita
Penas", y en otros "Quitapenas", junto. Su nombre provendría,
por conclusión lógica, del desahogo que se daban allí los comensales después de
haber despedido a sus seres queridos, pues se ubicaba estratégicamente en la
proximidad del Cementerio General, en Avenida del Panteón, después llamada La
Unión y Profesor Zañartu. Ha pasado por varios dueños desde entonces, y su
éxito estuvo garantido por el hecho de que los cortejos fúnebres se hacían
antes a pie, de modo lo que los deudos pasaban invariablemente a este local
para "llorar" a sus difuntos.
Su más recordado propietario fue el controvertido
ciudadano de ascendencia italiana don Emilio Burroni F., aunque Oreste Plath lo
menciona como Enrique Burroni, algo que he descartado gracias a testimonios de
familiares del aludido, como el investigador histórico Marcelo Villalba. Según
la prodigiosa memoria, un nombre o mote que habría sido dado al boliche fue
"La Gloria" pues, según decía el dueño, "aquí se viene a tomar
gloriao", nombre que recibe un traguito a base de aguardiente, azúcar y
clavo de olor, servido y tomado durante los velorios y también después del
funeral del finado, especialmente en la antigua tradición del campo.
Entrevistando a su hija Maina Burroni, Oreste Plath
rescató una historia casi de humor negro del local, cuando estando don Emilio
aún vivo, en la época en que las marchas se hacían con las últimas carrozas a
caballos que quedaban, autorizó a un cortejo que había llegado demasiado tarde
al cementerio encontrando las puertas ya cerradas, a quedarse toda la noche en
el local para repetir el velorio, esta vez con abundante bebida y jolgorio, en
espera de que abrieran otra vez las puertas del complejo en la mañana
siguiente.
Son muchas más las historias que "El Quita
Penas" ha acumulado dentro y fuera de sí, pero la más recordada es la
fundación de uno de los equipos iconos de la división profesional del fútbol
chileno.
Hacia fines de los noventas, "El Quita
Penas" estaba virtualmente en la quiebra y con riesgo de cerrar para
siempre. Entonces, fue adquirido por don José Miguel Mendoza, quien le ha ido
nuevos bríos al local en su ubicación de nuestros días, en Recoleta entre el
Cementerio General y el Cementerio Católico. A veces atiende él y en otras
ocasiones su señora María Salomé Rojas, apodada "La Primera Dama" por
los fieles clientes del boliche.
El barrio de este sector de Santiago era famoso
desde antaño por sus chinganas y fondas,
además de históricas casas de recreación, algunas provenientes de tiempos
coloniales. La demolición de muchas de estas casonas y la renovación del barrio
tras la construcción de los cementerios, del Hospital San José y de la sede de
la Universidad de Chile fue modificando su carácter popular y pobre del siglo
XIX, empujando hacia él a una intelectualidad algo oscura que coincide, más o
menos, con el cambio de centuria.
El Colo-Colo
En abril de 1925, la crisis interina del Club
Deportivo Magallanes había llegado a su punto de ebullición, por diferencias
profundas entre la dirigencia y los jugadores aliados con algunos socios, sobre
la profesionalización de la institución. La ruptura era inminente y la
posibilidad de diálogo entre dirigentes y bases ya no tenía posibilidades.
Sucedió, entonces, que un grupo de estos disidentes
caminaba por la calle Independencia hacia Avenida del Panteón, planificando la
conspiración contra la dirigencia del club de fútbol. Pero se les hizo tarde
para ir a comer y decidieron pasar entonces al "Quita Penas", que les
quedaba en el camino, para seguir sus conversaciones.
Fue en sus salas del subterráneo del antiguo local,
entonces, en donde la audacia del vino y la sabrosura de uno que otro platillo
llevó a los rupturistas del Club Magallanes, liderados por David Arellano, a
planificar una estrategia de autonomía y decidir fundar un club deportivo nuevo
en lugar de unirse a otro, como se había propuesto en un principio, llamándolo
Colo-Colo por sugerencia del futbolista Luis Contreras, en homenaje al caudillo
araucano de la Conquista de Chile.
Luego de algunas reuniones y afinamientos más, el
flamante club será inaugurado con celeridad. Años después, el ex campeón
Agustín Biggini Curotto dijo que en medio de la improvisación de esta primera
etapa, un día no encontraron tinta de tampón para humedecer los timbres del
club necesarios para sellar actas, por lo que alguien sugirió -medio en broma y
medio en serio- pedir vino tinto concentrado para cumplir el trámite.
Oficialmente, entonces, el nuevo club es presentado
el 19 de ese mismo mes en el Estado El Llano, bajo la presidencia de Alberto
Parodi y el mismo cargo honorario para don Luis Barros Borgoño. Estaba
destinado a ser el equipo con más estrellas en la historia deportiva nacional.
Increíblemente, los hinchas del Club Social y
Deportivo Colo-Colo muchas veces desconocen la importancia que tuvo en su
propia historia institucional "El Quita Penas", hablando de manera
general sobre la fundación del equipo "en un bar" o "en un
restaurante" sin precisar que éste aún existe y tiene sus puertas abiertas
a los buscadores de las tradiciones históricas que aloja en sus salones.
El Quitapenas en nuestros días
El "Quita Penas" de hoy conserva su ayer:
los muros en ambas salas están llenos de fotografías antiguas, cuadros de la
belle époque y los pasajes de la historia del fútbol que germinaron en su
interior. La construcción de la Estación Metro Cementerios facilita mucho más
la llegada hasta sus puertas. En junio de 2004, el Consejo Regional de la
Cultura de la Región Metropolitana extendió en el Día del Patrimonio Cultural
un reconocimiento especial al "Quita Penas", como una de las Mejores Picadas Urbanas de Santiago, junto a
otras diez conocidas casas. El 5 de enero del año siguiente, recibió uno de los
Premios Ciudad de la Fundación Futuro. Desde entonces, los reconocimientos no
han parado.
La popularidad de los excelentes "terremotos" del bar, sus sabrosas
empanadas, perniles, chorrillanas, bifes
a lo pobre y comidas chilenas en general, seguramente le tienen garantizada aún
larga vida, tras servir por mucho más de un siglo a quitarle las penas al
pueblo.