DÍA DEL PADRE
Asado familiar
(Si no le ha pasado… ya le
pasará)
Cuatro
hijos, cuatro nueras… y tres consuegras. Quise agonizar cuando me llamó Joaquincito
para avisarme que el Día del Padre haría una reunión familiar en su casa.
“Pá,
dice, quiero juntar a mis hermanos, sus mujeres y a tus consuegros”. Menos mal
que hablábamos por celular así que no pudo ver la cada ácida que puse.
Sinceramente quiero a mis nueras, pero no soporto a los consuegros.
¿Enfermarme
ese día? Sería de roto. ¿Darle una explicación absurda para no asistir?
Tampoco, ya que era un día especial. Mis consuegros son también especiales. Dos
aun usan corbata los domingos y no se bajan de sus Mercedes del año del loly.
En algún momento de sus vidas tuvieron plata (o fundos expropiados por la UP…
¿qué se yo?) El otro, un sinvergüenza que es propietario de un café con piernas
en el centro de Santiago. ¿Las consuegras? Bueno, ahí hay de todo. Una aun
viste de negro por la muerte de su mamá hace ocho años, se santigua y persigna
a cada rato pensando que todo es pecado; la segunda, una gorda bonachona que se
sienta en los asientos traseros del Mercedes de su marido para cuidar a su
poodle enano. La tercera es la mujer del sinvergüenza. Se ha hecho tantas
cirugías que parece travesti (con el perdón de la comunidad). A su edad aun usa
calzas apretadas y siempre me saluda con besos cuneteados con harta saliva. ¿Esa
será mi familia?
- Ya po Exe, ven al almuerzo -dice Jeremías-, mi nieto regalón.
-
¡Me aburro, Jota!
-¡Es una vez al año!
-
¿Estarás a mi lado?
-
Por cierto tata… perdón, Exe
-
¡Mira que tu parentela es bastante especial! ¡Te doy diez lucas si me salvas de
esas veteranas!
-¿Y si ellas me dan veinte para que te deje a solas con alguna? Jajaja
-
Serías un verdadero maricón, Jota.
-
No tata, yo te ayudaré.
Y
así llegó el bendito Día del Padre. De mi closet saqué una botella de Absolut
Elix, otra de pisco Waqar y dos tintos de Pérez Cruz. ¡Que no se note pobreza!,
me dije cuando las metía dentro de una bolsa de género. A la una de la tarde en
punto me pasó a buscar Cristóbal, otro de mis pendex.
Como
era de esperar, todos estaban cuando llegué a la casa de Joaquincto. ¿Qué traes?,
consultó, y yo con orgullo saqué de la bolsa esas magníficas botellas. La veterana
del perro pregunta ¿Para qué tanto trago? ¿Se van a curar? La quedé mirando y
con una gran sonrisa le contesté: “mejor esconde a tu perrito… en una de esas chupa
algo de esto y se te pone calentón”.
Se
puso colorada pero se hizo la desentendida. No así la consuegra de las calzas
negras. “¡Exe, que rico verte!, dice mientras me planta un beso lleno de lujuria
y se apega como lapa a mis piernas. ¡Qué bien te ves para la edad que tienes!
-
Tú también te ves regia, chiquilla.
-
¡Nunca tanto, querido! A propósito, me contaron que Mathy se fue a vivir a
Iquique.
-
Sip
-
¿Y no estás con falta de cariño?, dice mientras pone una de sus carnudas manos
en mi muslo
Me
hice el de las chacras y pregunté: ¿Quién es el de los tragos aquí?
-
Yo, responde Jota. ¿Qué quieres?
- Tráeme una piscola, chiquillo.
-
¿Con ese pisco raro que trajiste?
-
¿Eres sietemesino? Ese pisco es para tomarlo sólo y como bajativo.
-¿Cuándo me vas a enseñar algo de tragos?
-
¡Cuando aprendas a sonarte los mocos!, respondí guiñándole un ojo, a sabiendas
que pronto seremos yunta.

Como
era un asado, comenzaron a salir los trozos de abastero, choripanes,
longanizas, costillar de cerdo, patas de pollo y vienesas para los peques. Todo
eso acompañado de las típicas ensaladas de dueña de casa: arroz frío, oro verde
(palta), tomate con cebolla y papas mayo, todo ello regado con blancos y tintos
de variados orígenes. Todos miraron a huevo una ensalada de porotos negros con
cebolla y me hice cargo de esa delicia junto a un trozo de costillar. A mi
lado, mi nieto Jota, al otro, la tía travesti tratando de meterme mano por
debajo de la mesa mientras los veteranos de corbata despotricaban contra la
Camila Vallejos y la Karol Cariola. La consuegra del perro conversaba con la
otra veterana snob acerca de lo difícil que es hoy conseguirse personal doméstico
bueno y que la última peruana que había tenido, se metió con un paco que la
dejó preñada. El otro consuegro, el del café con piernas, adujo que tenía sueño
ya que se acuesta a las 5 de la mañana y se puso a dormir en un sillón de
mimbre en el patio. Las chicas, mis nueras, se mostraban fotos y dibujos que
habían hecho sus regalones, mientras mis hijos y nietos jugaban a la pelota en
uno de los pocos días soleados que tuvo Santiago esta semana.
-
¿Vives solo, Exe?, preguntó la de las calzas negras.
-
Entre si y no, respondí.
-
¿Cómo es eso? ¿No le quiere contar a su consuegra regalona?
-
Es que tengo una pareja que se queda de repente en mi departamento.
-
Uyyy. ¡¡¡Así que los niños tendrán mamá nueva!!!
-
Nunca tanto querida.
-
¡Que rico escuchar eso!
-
¿Qué cosa?
-
Querida… Hace tantos años que no me lo dicen…
-
¿Y tu marido, qué?
-
¿Ese holgazán? Tu consuegro se preocupa sólo de sus minitas del café con piernas…
No sabes lo bien que me haría estar con un hombre verdadero…
El
asunto se estaba poniendo color de hormiga. Miré alrededor y todos seguían
enfrascados en sus conversaciones, menos el poodle. ¿Dónde está tu perro?, le
pregunté a mi consuegra vestida de azul imperial.
-
Uy, no sé. ¡James, James, James!, comenzó a gritar… pero nada.
-
¡Ayúdenme a buscar a James!, gritó.
Salí
con gracia del lado de la consuegra travesti y me dispuse a buscar al maldito perro.
-¡Me
muero si te pierdes! Gritaba la veterana. ¡Tú!, increpó a su marido, ¡no tienes
compasión con mi James!
Lo
buscamos por todas partes. Del asado sólo quedó el recuerdo. Jeremías, mi
nieto, me lleva a un rincón y dice. -¿Te acuerdas que me ofreciste 10 luquitas
si te sacaba de encima a la tía?
-
Claro que sí.
-
Bueno. Yo escondí al perro.
-
¿Y?
-
Fue la única forma de que salieras del acoso de la tía.
-
¿Y dónde tienes al perro, cabro pelotudo?
-
En la casa del vecino Exe. Cuando te vayas, lo reintegro a la familia.
La
casa parecía funeral cuando me retiré. Hasta la travesti se despidió en forma
normal. Una de mis nueras me llevó hasta el Metro y se le notaba la cara de
tristeza por la desaparición del perro. Definitivamente mi nieto Jeremías
estaba saliendo más astuto que su abuelo.
Rato
después, ya en mis aposentos, recibo el llamado de mi nieto. - ¡Exe, encontré
al perro!
- Que bien Jeremías. ¡Te ganaste la recompensa!
-
¿Me invitas este fin de semana a tu casa?
-
Con gusto te espero.
-
Chaito Exe, no me gustan las veteranas para ti.
- A mí tampoco, mi pequeño saltamontes.
Al
rato recibí el llamado de Sofía, mi paquita, para avisarme que había llegado a
Santiago después de dos meses en Temucucui. – ¡El viernes me voy a tu
departamento!, dice.
Es
muy cierto -aunque Jeremías lo sienta- que en mi departamento no caben dos
Quintanilla. Él me salvó la vida, pero a caballo viejo, pasto tierno. Así que tendrá
que quedar pendiente la visita de mi nieto, Seguro que ya está en edad de
comprender que el lobo podrá perder sus dientes… pero nunca su instinto.
Exequiel Quintanilla