ÉRASE UNA VEZ “EL GOYESCAS”
El edificio
Oberpaur, de la esquina sur-poniente
de Estado con Huérfanos, es uno de los iconos más reconocibles de Santiago,
además de un temprano caso de arquitectura bauhaus en Chile, levantado en 1929.
Diseñado por el gran arquitecto Sergio Larraín, uno de los principales configuradores
de la ciudad.
En esta ocasión, nos concentraremos en su local de acceso
por el primer piso, exactamente en la dirección Estado 900. Aunque este pasado
esplendoroso de la esquina ha sido desplazado ya por la modernización y las
transformaciones de la ciudad, aún sobrevive la marquesina de la suave curva
redondeada de la arquitectura del lugar, testimoniando la grandeza del ayer
perdido en el romanticismo nostálgico urbano.

La primera firma en ocupar la tienda, tenía el nombre del
edificio: Oberpaur. Oreste Plath recuerda que se allí se instaló la primera
escalera mecánica chilena, siendo de gran atractivo para los niños. Pero,
aunque la tienda Oberpaur duró varios años en el lugar, fue su sucesora,
"El Goyescas", quien la inmortalizó en la memoria colectiva de la
ciudad, al punto de que la esquina quedó registrada en la nomenclatura
santiaguina como la esquina Goyescas, precisamente en alusión a su fastuoso y
concurrido local. De hecho, fue uno de los principales puntos de reunión, en
sus años de éxito.
Nacido originalmente como la "Confitería y Boite
Goyescas", era un salón de té con espectáculos en vivo, que abrió sus
puertas hacia 1950, aproximadamente. Su particular nombre parece ser alusivo al
estilo artístico del famoso pintor español Francisco de Goya, pues había
reproducciones de las famosas majas del autor dentro del local; pero con el
tiempo comenzó a ser llamado "El Goyesca", a secas y en singular.
Contaba también con una confitería, pastelería y grandes salones. En la planta
del primer piso, la recreación era familiar: los adultos pedían té o café con
galletas o tajadas de torta; los niños eran engolosinados con copas de helados
o leche chocolatada.
Las fiestas del local tenían lugar principalmente en los
salones subterráneos, a los que se bajaba por su hermosa y elegante escalera.
Eran celebraciones sencillamente extraordinarias, incluyendo la presencia de
artistas internacionales y orquestas de gran fama, algunas de ellas
directamente traídas desde Cuba. Actuaban, entre otros, uno de sus propios
dueños: César Marasso. En su obra "El Santiago que se fue", Plath
recuerda sobre la gran cantidad de estrellas que allí pasaron:

"En los primeros tiempos fue animador Mario Subiabre.
En el recuerdo están la orquesta de Francisco Canaro, las canciones de Libertad
Lamarque, Domenico Modugno, Carmen Sevilla, la Tongolele, Mario Clavel, los
Churumbeles de España, el zorro Iglesia, Doris y Rosie, Gladys Ocampo, Dolly
Sisters, las mellizas Castilla, Eduardo Farrell, Leo Marini, Pedro Vargas,
Sonia y Myriam, los Cinco Latinos, Alberto Castillo y los chistes de Manolo
González”. Les acompañaban dos artistas argentinos que regularmente actuaban en
los salones de té para entretener a los niños: Vitrolita, que hacía de niña
chica, y Gambino, un actor fonomímico, probablemente de los primeros que hubo
en nuestro país.
Existe una historia bastante curiosa con relación al caso de
Vitrolita: tras popularizar en las radios Chile su más conocida canción que
decía "Corra mamá / ¡ay! pero corra papá / enciendan pronto las luces /
traigan pronto la escopeta / que en mi pieza hay un ladrón", usando un
falsete de niñita, muchos creyeron que, efectivamente, se trataba de una
infante. Sin embargo, cuando hizo sus primeras apariciones en la televisión
nacional, causó gran frustración en el público al descubrirse sólo entonces,
que era una mujer adulta imitando la voz y las vestimentas de una niña, por lo
que debió regresar a la comodidad y seguridad de sus presentaciones en vivo,
lejos de las delatoras cámaras.
Plath también comenta que, siendo tanta la popularidad de
"El Goyesca", muchos dirigían hasta su dirección cartas de contacto
para los varios y famosos artistas que allí se presentaban, como si se tratara
de una agencia de estrellas.
La caída de "El Goyesca" sobrevino en la década
siguiente, sin embargo. La costumbre de tomar once fuera de casa fue
modificándose en la sociedad chilena, volviéndose más íntima y lejana al
espectáculo artístico o la entretención. El local cerró sus puertas el 31 de
marzo de 1963, ante la tristeza de toda una ciudad. Sus grandes salones pasaron
a ser el alojo de la zapatería "Artigas", una de las más finas y
exclusivas que hayan existido en la ciudad de Santiago.
Actualmente, ocupa el espacio de la esquina Goyescas un
local de la conocida cadena de farmacias Salcobrand. (Urbatorium)