TORONTO MODE- ON
“Aquí no pasa nada, pero todo está pasando”, me dice Richard, un
periodista colombiano que conocí en Toronto la semana pasada. Ante tal
contradicción, y con su peculiar acento, me cuenta que la ciudad es la más
segura del continente “aunque acá vivan más de cien etnias distintas”. “Viví
muchos años en Toronto, cuenta, y cuando decidí ser un periodista que va tras
la contingencia, me percaté que eso no existe y debí emigrar a mi Bogotá, donde
sí hay conflictos”.
Simpático y sincero. No dejaba de hablar de Toronto y le seguí para un
tour casi personal. Con gestos y ademanes, recorrimos el centro de la ciudad de
punta a cabo. ¿Dónde está la policía?, pregunté al no verlos por ninguna parte.
“por ahí andan” –responde. Muchos en bicicleta y van sin armas. “Acá no se
necesitan”, concluye.
Llegué a Toronto en un gran avión de Air Canada -la única línea aérea
que viaja a Toronto sin escalas-, en un vuelo nocturno, y viví gratas
experiencias gracias a Tourism Toronto, entidad privada que incentiva el
turismo en esa ciudad. Un Toronto con
tres millones de habitantes y que recibe siete millones de turistas al año. Una
ciudad viva y francamente agradable, ya que es fácil recorrer y conocer, al
menos su sector comercial y sus barrios étnicos.
Si de etnias hablamos, es ver a miles y miles de orientales y otros
tantos del Medio oriente. En una línea del Metro (donde se baja por escaleras
mecánicas pero se sube peldaño a peldaño –para hacer ejercicio-, me cuenta
Richard, llegamos al sector de la Universidad de Toronto, un juvenil barrio que
le da vida a todo un sector de la ciudad. De ahí, y caminando, llegamos a
Yorkville, el barrio chic de Toronto, donde tiendas de moda se mezclan con
joyerías y casas de arte, grandes hoteles, millonarios y directores de cine.
Hablar de Canadá es hablar de hojas de maple, de una rica diversidad
cultural, y claro, de Toronto, la capital del estado de Ontario. Si nos fijamos
en sus habitantes, Toronto podría ser una ciudad de cualquier parte del mundo. Difícilmente aquí uno logra distinguir a una
etnia predominante o a un ciudadano que nos parezca extraño... porque en un
lugar donde no hay mayorías, las minorías tampoco existen. Y aunque suene ya a
un estereotipo repetido o un mito majadero eso del canadiense amable, tolerante
y de mente abierta, es imposible no notarlo en esta ciudad, donde asiáticos,
latinos, anglosajones, africanos y tantos más, conviven de la manera en la que
el resto del continente americano aspira algún día a hacerlo. Porque Toronto tiene un ambiente multicultural
tan rico como el de otras grandes urbes del mundo, pero mucho más segura y
amable que la mayoría. La "nueva Gran Manzana", dice mi guía -
periodista. Y es que la capital económica canadiense crece a pasos agigantados.
Eso, sumado a sus muchos espectáculos, museos, tiendas novedosas y una
activa -y segura- vida nocturna (para adultos con criterio formado) es lo que
atrae a cada vez más y más visitantes. Sin olvidar que, a pesar de las
distancias, Toronto está cada vez más cerca, sólo a 11 horas de Santiago. Una
metrópolis "para principiantes", -cuenta Richard, en la que puede
disfrutarse de los encantos de las grandes urbes, sin tener que lidiar con
taxistas mañosos, zonas peligrosas ni un mar de gente poco comprensiva que no
tendrá piedad con el pobre turista desorientado.
La pequeña manzana

Una visita obligada debe comenzar en el "downtown" (centro),
donde se concentran los atractivos principales. La mejor opción es ir
caminando, y la verdad es que poco importa si es con las agradables
temperaturas de verano o con los fríos extremos de invierno, ya que el downtown
cuenta con un ingenioso sistema de paseos subterráneos -llamado PATH-, por lo
que no es necesario salir a la superficie para recorrer las principales
arterias. También allí, para los más compulsivos, puede ser el lugar para
realizar las primeras compras, ya que cuenta con cientos de locales
comerciales, desde tiendas de ropa hasta confiterías. El subterráneo está
conectado con los principales edificios del centro, como la CN Tower, que ha
llegado a convertirse en la postal más típica y en monumento omnipresente,
visible desde cualquier punto de Toronto. Una visita -aunque nada novedosa- es
necesaria, ya que con sus imponentes 553 m. permite tener la panorámica más
impresionante. Incluso, si el día acompaña, se puede llegar a visualizar la
ciudad estadounidense de Buffalo, en la otra orilla del lago Ontario. Si gusta
comer en las alturas, un buen panorama tiene en el 360°, el restaurante de la
torre, donde por 35 mil de nuestros pesos tienen un menú a elección de entrada,
fondo y postre, valor que no incluye vinos. Pese al valor, vale la pena
almorzar o cenar en este lugar que ofrece una vista insuperable a 350 metros de
altura y una comida que si bien no es fina, al menos es mejor que otros céntricos
restaurantes turísticos de la ciudad.

Otro lugar imperdible es el St. Lawrence Market, en la Front St. East,
un mercado sorprendentemente limpio, ordenado y completo (ya ampliaré este
Paraíso): quesos, jamones, verduras y frutas traídas de todo el mundo y absolutamente
orgánicas. Si tiene hambre, no deje de pasar por Carousel Bakery y pedir un
Peamel Beacon sandwich (cerdo apanado con mostaza) considerado una joya
sanguchera de Norteamérica.
Queen St. es de por si un imperdible. Aquí está la bohemia de la ciudad
en todo su esplendor, desde grandes tiendas a la venta de ropa usada,
peluquerías, restaurantes, fast foods y mil y un cachivache; donde todos
caminan tranquilos, sin rumbo fijo, vitrineando y descubriendo en cada
escaparate todo un mundo de productos, desde los más insólitos hasta lo más
necesario para el frío invierno que están sometidos sus habitantes.
Pero sin duda uno de los puntos más de moda en Toronto es el Destillery
Historic Distrct, un emergente barrio que, antiguamente, fue una enorme
destilería y que ahora alberga galerías de arte, cafés, restaurantes,
chocolaterías y cervecerías artesanales. Además de sus nuevos bríos, asombra
por su particular y rústica belleza, y con razón es considerado como la
colección de arquitectura victoriana industrial mejor conservada de
Norteamérica. La Destilería merece un comentario aparte, que pronto publicaré. (Juantonio
Eymin)