LA AVENTURA DEL
"WALDORF"
EN LA VIEJA CALLE AHUMADA
Nunca
hemos hablado de los subterráneos que se encontraban -hasta hace pocos años- en
la segunda cuadra de calle Ahumada, cuyo origen se remonta a los tiempos en que
aún había tránsito vehicular por la arteria, antes de que la administración del
alcalde Mekis la convirtiera en paseo peatonal. Caminando hacia el fondo de las
escalas del número 131, se llegaba al espacioso subterráneo del final del
pasillo, sede de un mítico local que ofició como bar-restaurante y salón de té
durante el día, y como boîte y salón de espectáculos durante las noches:
"Establecimientos Waldorf", nombre que dolerá como puñalada en el
alma a los románticos y los nostálgicos bohemios del Santiago que se perdió en
la línea inexorable del tiempo.
El
"Waldorf" fue fundado a mediados del siglo pasado por la sociedad
Pubill Hermanos y Cía., conocidos empresarios de origen catalán. Su cuartel era
este subterráneo situado en el edificio de oficinas y departamentos del mismo
nombre del restaurante, que a lo largo de su historia ha acogido otras famosas
casas en su interior, como la Satrería Aedo. Según Oreste Plath, fue en agosto
de 1949 que tuvo lugar la presentación pública del "Waldorf", pero
tenemos a mano la "Revista de la Asociación de Hoteles, Restaurants y
Similares" que comenta con orgullo la inauguración en el mes de febrero de
ese mismo año.
Para
ingresar al local, se descendía por esas escalas señaladas y donde un cartel
celebraba al visitante anunciando: "Restaurant Boite Waldorf". Por
entonces, los escalones estaban cuidadosamente alfombrados, con pasamanos de
bronce a cada lado. Al interior, su estilo, estética y servicio eran muy
norteamericanos, precursor de un carácter modelo que fue considerado todo un
progreso para el comercio y el desarrollo de la industria de este tipo de
establecimientos, "sin parangón en toda Sud-América", según comentaba
el articulista Antonio Garay en el citado reportaje de la revista gremial.

El
éxito como restaurante continuado, luncheonette et rotisserie, atraía a unas
250 personas promedio por día regular, mientras que los viernes, sólo durante
la hora del aperitivo, tenía con seguridad 200 clientes. Con tales volúmenes de
público, el "Waldorf" llegó a ser rápidamente uno de los
bares-restaurantes más importantes de todo Santiago, visitado por ilustres
personajes y gente del mundo del espectáculo. Sus dueños eran, además, los
mismos de los célebres "Establecimientos Oriente", ubicados en Plaza
Baquedano.
A
diferencia de otros incómodos locales subterráneos de la capital, éste contaba
con sistemas especiales de acondicionamiento ambiental y aparatos de
purificación de aire. La cocina era eléctrica y con modernos refrigeradores,
con equipos especiales para el traslado de los alimentos hasta los garzones.
Don Luis Pubill Carnet, director de la firma y gestor de la idea del "Waldorf",
había supervisado personalmente la construcción de estas maquinarias y aparatos
eléctricos en Estados Unidos, y luego el montaje de ellos en Santiago. Había
mucho interés en la buena presentación de los platos y bebidas, concepto que
era novedoso en el comercio gastronómico chileno de aquellos años. Fotografías
de los mismos platillos se hallaban sobre los mostradores, al estilo de los
actuales expendios de comida rápida. Había luces decorando el ambiente,
fotografías artísticas enmarcadas (a color) y cristales iluminados. Además, los
tableros incluían información nutricional de cada plato solicitado por el
cliente.
Plath
dice también que en sus salones se filmaron películas de la célebre cantante y
actriz nacional Hilda Sour, que había sido protagonista del primer filme
chileno sonoro junto a Alejandro Flores: "Norte y Sur", de 1934. Me
parece que, en el caso de las escenas rodadas en el "Waldorf", Plath
quizás se refiere al musical "Chao Amor", de 1968, pero sí tengo
plena seguridad de que aparece varias veces como locación del filme "Uno
que ha sido marino" de José Bohr, de 1951, con la propia Hilda Sour
cantando en el escenario del local.

Por
las tardes y noches, el ambiente
cambiaba a un aire bohemio y artístico por el que pasaron grandes figuras de la
música, como Lucho Gatica, Sarita Montiel, Antonio Prieto, Doménico Modugno y
Malú Gatica. El piano bar estuvo amenizado por el Hideway del maestro Roberto
Inglez (Robert Inglis), esa suerte de pianista de "Casablanca"
versión escocesa pero nacional por adopción, que tocaba en la hora de once y al
aperitivo. Otras celebradas visitas que pasaron por el "Waldorf"
fueron estrellas como Bill Haley, en su tour internacional de 1958, y Paul
Anka, quien concluyó en el escenario del local su gira por Chile en octubre de
1960. En otra ocasión, actuó para la boite la prestigiosa orquesta española
"La Casino de Sevilla". En este mismo nivel internacional que fue
capaz de ofrecer para sus shows, el "Waldorf" prestó escenarios a
"The Platters", en 1968. Como se sabe, uno de los cantantes, Andy
Moss, quedó fascinado con Chile y decidió venirse a vivir acá unos años
después, ya disuelto el quinteto, contrayendo matrimonio con una chilena, pero
ella falleció en un accidente. Destruido, enfermo y arruinado, Moss falleció el
año 2003 en la miseria y el abandono, en la ciudad de San Antonio.
El
"Waldorf" tuvo también muchos clientes igual de ilustres, nacionales
y extranjeros. El comentarista deportivo Julio Martínez era uno de sus
comensales más fieles; el maestro Valentín Trujillo no sólo iba a menudo, sino
que también tocó el piano alguna vez en las orquestas del club. Cuando visitó
Chile el afamado trompetista Louis Armstrong, quiso conocer el reputado centro
de entretención y comidas; sin embargo, la leyenda dice que no lo dejaron
entrar, pues no cumplía con la estricta exigencia de ingreso a esa hora, que
era llevar corbata. Otro acontecimiento parecido que es comentado por Oreste Plath,
es el que sucediera al abogado, sociólogo y economista Felipe Herrera, cuando
le pidieron su cédula de identidad para aceptarle el cheque con el que
pretendía pagar la cuenta. Lo curioso es que Herrera era, a la sazón, gerente
general del Banco Central de Chile y Presidente fundador del Banco
Interamericano de Desarrollo, además de profesor de Derecho y ex Ministro de
Hacienda... Su firma aparecía impresa en todos los billetes de circulación en
aquellos años.
En
1970, los propietarios del "Waldorf" y del "Establecimientos
Oriente" pasaron los locales a manos de una nueva firma que se quedó con
ambos restaurantes. Volvió a ser vendido un tiempo más tarde, en medio de un
progresivo decaimiento de su popularidad y de afluencia de público... Su brillo
comenzaría a apagarse.
Con
la caída de los espectáculos nacionales y el advenimiento de la crisis
económica de la recesión mundial, más los efectos que la época de "toques
de queda" y de restricciones a este tipo de actividades tuvo para el
rubro, el "Waldorf" comenzó a precipitarse hacia su ocaso. Tras 35
años de vida, se decidió el cierre del local y las galerías subterráneas fueron
vendidas. El domingo 26 de agosto de 1984, en una dolorosa última jornada, los
últimos clientes del otrora célebre club y centro gastronómico, eran atendidos
antes de proceder a la clausura. Plath dice que sumaban, entre todos, 13
parejas. Al concluir, el público fue despedido, los empleados colgaron sus
uniformes y la cortina se bajó diciendo adiós para siempre.
Actualmente,
el ex subterráneo de Ahumada 131 ha sido absolutamente transformado por la
multitienda "Falabella". Sin embargo, aún se pueden observar las
escaleras que conducían al querido "Waldorf" y después a los juegos
"Diana". Sus ex dependencias son usadas como recintos administrativos
y de atención de clientes de la firma comercial.
El
único recuerdo que quedó del "Waldorf" en este concurrido sector de
la capital, si es que se le puede llamar así, es un cartel de neón en el
segundo piso del edificio y casi justo sobre su ex entrada, que ostenta el
mismo nombre lleno de historia y memorias pero ya no para el alguna vez famoso
restaurante, sino para una peluquería homónima del lugar. (urbatorium.cl)