EL TERCER OJITO
Iquique a la carta
El Tercer Ojito es quizá el restaurante más conocido de Iquique. Por eso, cuando me preguntaron dónde quería almorzar en esa ciudad, no dude en nombrarlo. Nos costó llegar ya que la ciudad estaba casi cortada por las celebraciones del 21 de Mayo, que allá las festejan más que nuestro “18”. Pero llegamos. A decir verdad nada especial en su fachada. Un bloque de sal y un pequeño letrero nos advierte que estamos en el lugar indicado. Un pasillo con viejos cuadros y recortes de periódicos nos lleva a un patio interior lleno de un verde nortino que encanta. Plantas y frutos de la zona y de la estación. El gran patio esta rodeados de mesas y al lado de una pequeña gruta, una mesa nos espera. A pesar de que es al aire libre, de día no se permite fumar (raro pero lógico), pero bien atendidos se nos olvidan rápidamente los deseos de incrementar nuestro vicio.
Lego en la materia de la gastronomía iquiqueña, y sólo a sabiendas que era un restaurante vegetariano con visos de comida asiática, comencé a leer la carta al compás de un buen pisco sour que solicité. (Lejos, los pisco sours que preparan en Iquique son los mejores de nuestro largo calcetín de tierra). Ahí me percaté que la oferta era mayor. Que de vegetariano quedaban algunas preparaciones pero el clamor de los visitantes hizo que algunos platos de carne entraran en la propuesta. Yo, santiaguino de tomo y lomo, no viajaba a Iquique a comer carne precisamente, así que decidí, con mi bella partner en esos días, probar parte de su carta tradicional.
Pan de la casa que me puso los ojos blancos. Pedí la receta y sólo me contaron algunos de sus ingredientes: un tipo de “scones” con ciboulette, perejil y yogurt. Realmente un vicio. De allí, unas empanaditas fritas de pequeño tamaño con relleno de aceitunas, mariscos y otras de verduras. Sabrosas y un buen acompañamiento para un sour que no dejaba de beber. Mi partner bebía jugos. Y realmente eran jugos verdaderos de frutos de la zona: guayaba, mango, maracuyá, pomelos, naranja. Realmente si bien Iquique no entrega esas delicias, cerca de ahí, en Pica, esta el vergel más sabroso de nuestro país. Y nadie es capaz de decir lo contrario.
Nos decidimos por una tabla Tercer Ojito con cebiche, locos, pulpo, jaiba y camarones, con salsa de aceitunas, salsa de hierbas y golf. A decir verdad, simpática pero las hay muy superiores. Es lamentable que a pesar de que los iquiqueños aman la cocina peruana no logren aun imitar su sazón ni su picor. Buen producto, sin duda, pero le faltaba ese “qué se yo” tan especial de la comida peruana. Y ese problema no es sólo de este restaurante, es global a la industria gastronómica de la ciudad. Sin embargo, y descartando la carne de jaiba y los camarones, el pulpo, el cebiche y los locos merecen un buen comentario.
Pero las alabanzas no están ni en las empanaditas ni en la tabla del mar. El Tercer Ojito ofrece el plato del día, por así decirlo, que va cambiando de acuerdo a los productos que se encuentran en el mercado local. No lo solicitamos, pero como vieron que éramos “extranjeros” en la ciudad, nos obsequiaron una porción que gozamos más que todo el almuerzo: unos ravioles rellenos con alcachofas, ricota y nuez moscada que serían la envidia del mejor restaurante italiano de Chile. Superlativos e inmejorables. Nada que decir y una cuenta pagada con ganas. En la cocina, una maestra, nada de chefs ni parafernalias. Ella y dos ayudantes que han convertido al Tercer Ojito en uno de los lugares imperdibles de esa ciudad.
Se los recomiendo a ojos cerrados y sin tercer ojo. No se vaya por lo peruano pero sí por otras especialidades. Sin ser un lugar de mantel largo ni nada que se le parezca, es típico e intimo. Ni bulla ni música que altere una conversación. Limpio y original. Y casi al aire libre. Una quimera para los que estamos en estos días encerrados en zonas donde el frío cala los huesos. Es un buen panorama. No de lujo ya que en Iquique esa palabra poco se conoce en los restaurantes, pero si con una gastronomía distinta y que entretiene. Personalmente, si regreso algún día a esa ciudad, volveré por sus ravioles y su sour. Es posible que los ravioles no existan ya, pero algo le hará el peso y Cristina Burchard, su propietaria, se encargará de tener otro “caballito de batalla” que impacte a sus clientes. Mal que mal la vida es así. De lo bueno, poco (Juantonio Eymin)
El Tercer Ojito: Patricio Lynch 1420 – A, Iquique, fono 57 - 413 847
Iquique a la carta
El Tercer Ojito es quizá el restaurante más conocido de Iquique. Por eso, cuando me preguntaron dónde quería almorzar en esa ciudad, no dude en nombrarlo. Nos costó llegar ya que la ciudad estaba casi cortada por las celebraciones del 21 de Mayo, que allá las festejan más que nuestro “18”. Pero llegamos. A decir verdad nada especial en su fachada. Un bloque de sal y un pequeño letrero nos advierte que estamos en el lugar indicado. Un pasillo con viejos cuadros y recortes de periódicos nos lleva a un patio interior lleno de un verde nortino que encanta. Plantas y frutos de la zona y de la estación. El gran patio esta rodeados de mesas y al lado de una pequeña gruta, una mesa nos espera. A pesar de que es al aire libre, de día no se permite fumar (raro pero lógico), pero bien atendidos se nos olvidan rápidamente los deseos de incrementar nuestro vicio.
Lego en la materia de la gastronomía iquiqueña, y sólo a sabiendas que era un restaurante vegetariano con visos de comida asiática, comencé a leer la carta al compás de un buen pisco sour que solicité. (Lejos, los pisco sours que preparan en Iquique son los mejores de nuestro largo calcetín de tierra). Ahí me percaté que la oferta era mayor. Que de vegetariano quedaban algunas preparaciones pero el clamor de los visitantes hizo que algunos platos de carne entraran en la propuesta. Yo, santiaguino de tomo y lomo, no viajaba a Iquique a comer carne precisamente, así que decidí, con mi bella partner en esos días, probar parte de su carta tradicional.
Pan de la casa que me puso los ojos blancos. Pedí la receta y sólo me contaron algunos de sus ingredientes: un tipo de “scones” con ciboulette, perejil y yogurt. Realmente un vicio. De allí, unas empanaditas fritas de pequeño tamaño con relleno de aceitunas, mariscos y otras de verduras. Sabrosas y un buen acompañamiento para un sour que no dejaba de beber. Mi partner bebía jugos. Y realmente eran jugos verdaderos de frutos de la zona: guayaba, mango, maracuyá, pomelos, naranja. Realmente si bien Iquique no entrega esas delicias, cerca de ahí, en Pica, esta el vergel más sabroso de nuestro país. Y nadie es capaz de decir lo contrario.
Nos decidimos por una tabla Tercer Ojito con cebiche, locos, pulpo, jaiba y camarones, con salsa de aceitunas, salsa de hierbas y golf. A decir verdad, simpática pero las hay muy superiores. Es lamentable que a pesar de que los iquiqueños aman la cocina peruana no logren aun imitar su sazón ni su picor. Buen producto, sin duda, pero le faltaba ese “qué se yo” tan especial de la comida peruana. Y ese problema no es sólo de este restaurante, es global a la industria gastronómica de la ciudad. Sin embargo, y descartando la carne de jaiba y los camarones, el pulpo, el cebiche y los locos merecen un buen comentario.
Pero las alabanzas no están ni en las empanaditas ni en la tabla del mar. El Tercer Ojito ofrece el plato del día, por así decirlo, que va cambiando de acuerdo a los productos que se encuentran en el mercado local. No lo solicitamos, pero como vieron que éramos “extranjeros” en la ciudad, nos obsequiaron una porción que gozamos más que todo el almuerzo: unos ravioles rellenos con alcachofas, ricota y nuez moscada que serían la envidia del mejor restaurante italiano de Chile. Superlativos e inmejorables. Nada que decir y una cuenta pagada con ganas. En la cocina, una maestra, nada de chefs ni parafernalias. Ella y dos ayudantes que han convertido al Tercer Ojito en uno de los lugares imperdibles de esa ciudad.
Se los recomiendo a ojos cerrados y sin tercer ojo. No se vaya por lo peruano pero sí por otras especialidades. Sin ser un lugar de mantel largo ni nada que se le parezca, es típico e intimo. Ni bulla ni música que altere una conversación. Limpio y original. Y casi al aire libre. Una quimera para los que estamos en estos días encerrados en zonas donde el frío cala los huesos. Es un buen panorama. No de lujo ya que en Iquique esa palabra poco se conoce en los restaurantes, pero si con una gastronomía distinta y que entretiene. Personalmente, si regreso algún día a esa ciudad, volveré por sus ravioles y su sour. Es posible que los ravioles no existan ya, pero algo le hará el peso y Cristina Burchard, su propietaria, se encargará de tener otro “caballito de batalla” que impacte a sus clientes. Mal que mal la vida es así. De lo bueno, poco (Juantonio Eymin)
El Tercer Ojito: Patricio Lynch 1420 – A, Iquique, fono 57 - 413 847