miércoles, 14 de noviembre de 2012

LA COLUMNA DEL ESCRIBIDOR

LIGURIA
Democrático y republicano

Siempre, cuando comienzan los días cálidos y se alargan las tardes, todos vamos tras una terraza, y una de las más tradicionales y exitosas de la capital está en el Liguria de Providencia. Pero como casi siempre hay un pero, el desarrollo lo mantiene cerrado quien sabe durante cuanto tiempo. ¿Qué hacer? Bueno, armarse de paciencia y endilgarse a la sucursal que los hermanos Cicali tienen en Luis Thayer Ojeda, a pasos de Providencia.

En los Liguria, casi siempre nos enfrascamos en una discusión sin fin. ¿Qué es la cocina chilena? ¿El típico asado dieciochero, las empanadas de horno, el clásico pebre y la ensalada de tomate y cebolla? Pasan los años y aun no la definimos. Aun así, cuando entro al Liguria, cuyo nombre no dice nada chileno, más bien italiano, se respira chilenidad hasta por las paredes. Tanto, que hasta ha logrado premios del Circulo de Cronistas Gastronómicos por su cocina tradicional.

¿Qué lo hace tan típico nuestro? Posiblemente sea porque es uno de los restaurantes más democráticos y republicanos de nuestra angosta faja de tierra. Aquí se pueden degustar platos tradicionales de nuestra historia. Y los preparan ricos. Transversal, recibe a moros y cristianos; jóvenes y adultos. No importa su clase ni su aspecto. En la cocina, amplia, los cocineros son las estrellas. De ahí sale todo humeando y con sabor. Y ni hablar de sus clásicos.


Acá conviven platos de la cocina italiana y la chilena. Sin ser un recalcitrante chauvinista, los ravioles y los ñoquis son parte de nuestra cultura. Aun así, hace unos días llegué decidido a empaparme de nuestra cocina tradicional. Un Casas Patronales merlot Reserva (9.000) acompañó mi visita. Como evito almorzar o cenar solo, una guapa vikinga avecindada en Chile hace ya bastante tiempo, me acompañó. Cuando le hablé de cocina chilena, ella, en su aun mal español, y mientras le brillaban sus ojitos, me responde que sería feliz con unas prietas con puré picante. Yo, en un plan menos invasivo, iba por una plateada con su correspondiente puré y una cerveza Kunstmann (desgraciadamente) sin alcohol.

El lugar, repleto. Aun con frío en estas noches gélidas que nos sorprendió noviembre, la terraza se llena de impacientes comensales que van por cualquier cosa. Es, por así decirlo, otro de los imperdibles de las noches capitalinas. Parejas derechas, parejas chuecas, grupos de amigos (as) y la flor de la socialité se junta en este lugar. Nosotros logramos (con suerte) ubicación en el interior. La mesa, por cierto, chica. Pero ese sería sólo un detalle y la terraza la dejaríamos para cuando el calor lo amerite.

Luego de unos ostiones a la parmesana para compartir (8.500) y emocionada, mi vikinga comenzó a trabajar sus prietas para juntarlas con el puré. Mientras yo hacía lo mismo con el caldo de la plateada. A medio andar, no soporté la gula y le pedí que intercambiáramos los platos. Me miró con una cara de pocos amigos (algo así como tratar de quitarle la comida a un perro), pero accedió. ¡Con razón la alemanita no quería soltar su presa! Las prietas estaban maravillosas. Aun así, los platos no superan los 8 mil pesos cada uno.

Es increíble como se empapan de chilenidad los extranjeros que viven en nuestro país. Mi vikinga, con más de veinte años en Chile, lo conoce de punta a rabo. – Lo único que no soporto,-me cuenta-, es la pancora de los erizos. -El resto, -comenta-todo es un manjar.

No dude encaminarse al Liguria si quiere gozar algún día de estas largas y calurosas tardes que tendremos este fin de año. Le aseguro que no hay comida de mantel largo, pero el festín de platos tradicionales chilenos es grande. Desde arrollado huaso a cazuela de vacuno; desde machas a la parmesana a un chupe de locos. ¡Esa es nuestra cocina tradicional! La que un día comimos en nuestras casas (o la de los abuelos) y que nos trae nostalgia, sabores y saberes. (Juantonio Eymin)

Liguria: Luis Thayer Ojeda 019, fono 231 1393