martes, 15 de septiembre de 2015

TURISMO


CAPADOCIA
Turquía profunda

Cada cierto tiempo uno se sobrecoge con algunos paisajes. Me pasó cuando visitaba Turquía y más precisamente la Anatolia central, en pleno Asia, donde llegué invitado por Turkish Airlines y la Embajada de Turquía en Chile para conocer uno de los lugares más enigmáticos de nuestra tierra. La región se llama Capadocia. Llegar allí no es fácil. Dos días de viaje con suerte. Pero lo visto y recreado, es realmente una maravilla.

¿La luna o Marte?

Capadocia se formó hace 3 millones de años con la erupción de los volcanes  Erciyes, Hasandag y Malendiz. Las cenizas, lava y barro cubrieron toda la meseta de Anatolia central con un grosor de decenas de metros. Al enfriarse esa masa caliente, se contrajo y agrietó. Luego con la erosión provocada por la nieve, agua, aire y cambios de temperatura, se crearon las formas más insólitas y alucinantes que se pueden ver en este mundo.

A las cuatro de la mañana me pasan a buscar al hotel. Noche oscura para iniciar una travesía en un globo que se eleva para observar desde el aire las figuras que se han formado en este espacio único. Tras un grato desayuno en las instalaciones de Royal Balloon, una van me traslada al lugar del ascenso. Aclaraba cuando comienzan a elevarse cerca de 50 globos con el fin de conocer desde el aire estas figuras de lava que cavadas por el hombre a través de la historia, aparecen como un queso gruyère una al lado de la otra por kilómetros y kilómetros. La sensación de estar en el aire es indescriptible. 

Franceses, musulmanes y otras nacionalidades completan los 16 cupos del globo en que viajo. El piloto, un experto en esto de la navegación, lo hace subir y bajar a su voluntad. Transmite experiencia y profesionalismo. Nos internamos por valles llenos de figuras volcánicas repletas de puertas y ventanas con el fin de entender que en este lugar vivió mucha gente en verdaderas cuevas cavadas en la blanda roca volcánica. Sinceramente no parece real y da la sensación de estar en un set de películas marcianas. Sin embargo todo es verdadero. Una realidad que deslumbra.

Una hora de vuelo para descender sobre el trailer de la camioneta que transporta al globo. De ahí, el bautizo correspondiente a los que nunca habíamos viajado en estos gigantescos aparatos. Con espumoso turco brindamos a las seis de la mañana por el éxito de esta misión.

Ya en tierra firme, más historias increíbles. Decenas de pueblitos situados casi uno al lado del otro muestran orgullosos sus monumentos naturales. En Goreme se encuentra el Museo al Aire Libre más visitado por los turistas. Allí, los monjes ortodoxos dejaron en el siglo III de nuestra era, innumerables testimonios de nuestra cristiandad. Aún existen cavadas en la roca volcánica monumentos, capillas, alcobas, almacenes e iglesias, muchos de ellos decorados con frescos de los siglos XI y XII.

El lugar sobrecoge. Capillas e iglesias cavadas en la roca con frescos de referencias cristianas que los musulmanes cuidan como hueso de santo. Las cocinas y comedores de los monjes y toda una infraestructura creada para testimonio de la humanidad. Todo eso que nos contaron los libros de religión vive y palpita en Capadocia.

Impresiona el respeto del pueblo musulmán por las imágenes cristianas, Desde la época de los sultanes han cuidado todas las referencias del paso de Cristo por esta tierra. Por ello no molesta ni incomoda la diversidad de culturas y religiones en este país que vio nacer a los tulipanes y que andaban con zapatos cuando nosotros caminábamos a pie pelado. Cuando uno se enfrenta a lugares como estos, que nacieron hace miles de años y que aún perduran en el tiempo, nos hace pensar lo pequeños que somos y lo grande de nuestra historia.

Más curiosidad provoca conocer los pueblos subterráneos que se emplazan en toda la región. En 1963, un habitante de Derinkuyu derribando una pared de su casa-cueva, descubrió asombrado que detrás de la misma se encontraba una misteriosa habitación que nunca había visto; esta habitación le llevó a otra, y ésta a otra y a otra… Por casualidad había descubierto la ciudad subterránea de Derinkuyu, cuyo primer nivel pudo ser excavado por los hititas alrededor del año 1400 A.C.

Los arqueólogos comenzaron a estudiar esta fascinante ciudad subterránea abandonada. Consiguieron llegar a los cuarenta metros de profundidad, aunque se cree que tiene un fondo de hasta 85 metros.

En la actualidad se han descubierto 20 niveles subterráneos. Sólo pueden visitarse los ocho niveles superiores; los demás están parcialmente obstruidos o reservados a los arqueólogos y antropólogos que estudian Derinkuyu.

Capadocia huele a damascos y hoy en día modernos pueblitos reemplazan las habitaciones de sus habitantes que recién hace cincuenta años dejaron de vivir en sus cuevas. En la actualidad cerámicas, alfombras, joyas y toda una alfarería está a disposición del visitante. Acá la seda es seda y una alfombra de dicho material se confecciona después de tres o más años de arduo trabajo manual. Realmente un destino como para no creerlo. 

 El paisaje emociona… y una imagen vale más que mil palabras. Aun así, me quedo con la sensación de la pálida luz del amanecer sobre las erosionadas formas de las chimeneas de las hadas, la brisa fresca de la madrugada y el sinfín de globos apostando por hacerse un hueco en un cielo azul impecable. (JAE)