martes, 31 de mayo de 2016

TURISMO


CAPADOCIA
De hadas, globos y trogloditas
Cada cierto tiempo uno se sobrecoge con algunos paisajes. Me pasó cuando visitaba Turquía y más precisamente la Anatolia central, en pleno Asia, con la finalidad  de conocer uno de los lugares más enigmáticos de nuestra tierra. La región se llama Capadocia y fue epicentro del turismo mundial hasta que los movimientos extremistas asolaran varias ciudades de este país. Llegar allí no es fácil. Dos días de viaje con suerte. Pero por lo visto y recreado, es realmente una maravilla.
¿Será así la luna… o marte? Un verdadero paisaje marciano me recibe en la región de Capadocia tras una hora y minutos de vuelo desde Estambul. Un pequeño aeropuerto con una gran pista de aterrizaje para los miles de turistas que visitan esta región que se formó hace 3 millones de años con la erupción de los volcanes  Erciyes, Hasandag y Malendiz. Las cenizas, lava y barro cubrieron toda la meseta de Anatolia Central con un grosor de decenas de metros. Al enfriarse esa masa caliente, se contrajo y agrietó. Luego con la erosión provocada por la nieve, agua, aire y cambios de temperatura,  se crearon las formas más insólitas y alucinantes que se pueden ver en este mundo.

A las cuatro de la mañana me pasan a buscar al hotel. Noche oscura para iniciar una travesía en un globo que se eleva para observar desde el aire las figuras que se han formado en este espacio único. Tras un grato desayuno, una van me traslada al lugar del ascenso. Aclara cuando comienzan a elevarse cerca de 50 globos con más de un millar de turistas con el fin de conocer desde el aire estas figuras de lava que cavadas por el hombre a través de la historia, aparecen como un queso gruyère una al lado de la otra por kilómetros y kilómetros. La sensación de estar en el aire es indescriptible. 

Franceses, musulmanes y turistas de otras nacionalidades completan los 16 cupos del globo en que viajo y que pagan doscientos Euros cada uno por la experiencia. El piloto, un experto en esto de la navegación, lo eleva y baja a su voluntad. Transmite experiencia y profesionalismo. Nos internamos por valles llenos de figuras volcánicas repletas de puertas y ventanas con el fin de entender que en este lugar vivió mucha gente en verdaderas cuevas cavadas en la blanda roca volcánica. Sinceramente no parece real y da la sensación de estar en un set de películas marcianas. Sin embargo todo es verdadero. Una realidad que estremece.
Ya en tierra firme, más historias increíbles. Decenas de pueblitos situados casi uno al lado del otro muestran orgullosos sus monumentos naturales. En Göreme se encuentra el Museo al Aire Libre más visitado por los turistas. Allí, los monjes ortodoxos dejaron en el siglo III de nuestra era, innumerables testimonios de la cristiandad. Aún existen cavadas en la roca volcánica monumentos, capillas, alcobas, almacenes e iglesias, muchos de ellos decorados con frescos de los siglos XI y XII.

El lugar sobrecoge. Capillas e iglesias cavadas en la roca con frescos de referencias cristianas que los musulmanes cuidan como hueso de santo. Las cocinas y comedores de los monjes y toda una infraestructura guardada para testimonio de la humanidad. Todo eso que nos contaron los libros de religión, vive y palpita en Capadocia.
Impresiona el respeto del pueblo musulmán por las imágenes cristianas, Desde la época de los sultanes, han cuidado todas las referencias del paso de Cristo por esta tierra. Por ello no molesta ni incomoda la diversidad de culturas y religiones en este país que vio nacer los tulipanes y que andaban con zapatos cuando nosotros caminábamos a pie pelado. Cuando uno se enfrenta a lugares como estos, que nacieron hace miles de años y que aún perduran en el tiempo, nos hace pensar lo pequeños que somos y lo grande de nuestra historia.

Más curiosidad provoca conocer los pueblos subterráneos que se emplazan en toda la región. En 1963, un habitante de Derinkuyu derribando una pared de su casa-cueva, descubrió asombrado que detrás de la misma se encontraba una misteriosa habitación que nunca había visto; esta habitación le llevó a otra, y ésta a otra y a otra… Por casualidad había descubierto la ciudad subterránea de Derinkuyu, cuyo primer nivel pudo ser excavado por los hititas alrededor del año 1400 A.C.
Los arqueólogos comenzaron a estudiar esta fascinante ciudad subterránea abandonada. Consiguieron llegar a los cuarenta metros de profundidad, aunque se cree que tiene un fondo de hasta 85 metros.

Capadocia huele a damascos y hoy en día modernos pueblitos reemplazan las habitaciones de sus habitantes que recién hace cincuenta años dejaron de vivir en las cuevas. En la actualidad, cerámicas, alfombras, joyas y toda una alfarería está a disposición del visitante. Acá la seda es natural del gusano de seda y una alfombra de dicho material se confecciona después de tres o más años de arduo trabajo manual. Tan solo verlas, ya es un lujo. Y tenderse en una de ellas -que valen cerca de doscientos mil euros-, es un privilegio.
 
Si alguna vez llega a estos rincones lejanos, no se pierda la ceremonia ritual de los Derviches. Quedará pasmado y con los ojos demasiado abiertos. Es lo más esotérico e hipnótico que he visto en mi vida. Luego de la ceremonia, que dura cerca de media hora y que no permiten fotografiar, nos retiramos en silencio, tratando de entender lo inexplicable. Recorra sus pequeños poblados, beba té de manzana, súbase a un camello a pesar del pésimo olor que expelen y visite un Hammam, o baño turco como lo llamamos nosotros, donde lo dejaran como nuevo aunque haya dormido poco por este paso por Capadocia, ya que se hacen insuficientes los días para lo mucho que hay que ver.

Bueno, casi la totalidad de la región de Capadocia es así: llena de historia y misterios. El paisaje conmueve… y una imagen vale más que mil palabras. (JAE)