DIECINUEVE PELDAÑOS…
Sabía
que estabas en el segundo piso, pero no me atreví a subir. Llegué con un grupo
y no habría sido justo que me separara de ellos, al menos durante un buen rato.
Sabía que estabas ahí, esperándome. No era la primera vez ni sería la última.
Tuve que controlarme y pedir una copa grande de agua con hielo, para bajar en
algo las ansias de verte. ¡Compréndeme!, te dije mentalmente. Ya llegará la
hora.
Diecinueve
peldaños más abajo, la actividad bulle. Sentado en una mesa con vista a la
pérgola, una chica con ojos parecidos –sólo un lejos- a los tuyos, me acerca un prosecco Zonnin, que me
transportó a tu natal Pozzuoli, imaginándome bebiéndolo juntos en una terraza
junto al Mediterráneo.
Unos
delicados ostiones con trufa en mantequilla de limón fue otra forma de
añorarte, ya que la suavidad del ostión podría haber sido una de tus caricias.
Un inicio de fiesta como tú: perfecta.
Una
carcajada me regresó a la realidad. -¿Estás enamorado?, preguntó mi compañera
de mesa, mientras dibujaba un corazón en mi libreta de apuntes y yo, medio
complicado, trataba de apagar el celular que no dejaba de chicharrear la
melodía más estúpida que pude haber escuchado en mi vida. Ahí me concentré y
traté de olvidarte un tiempo. Sabía que estabas arriba y no me defraudarías.
El
almuerzo, obvio, a la italiana. Con un pinot grigio elaborado en la península, casi
sopeo con pan la Zuppa San Vito, sopa fría de tomate de temporada, centolla,
rúcula y mostaza. Otra entrada, el pulpo Mastroianni, con pulpo, camarones y
ostiones salteados, más farfalle (corbatitas) en tinta de calamar, me llenó de
satisfacción…y de celos, ya que siempre he sabido que entre tú y el tipo que
lleva ese apellido, han tenido algo, sin embargo, en aquellos tiempos no te
conocía. Más aún: como sé que te trastornan las berenjenas, pedí una bruschetta
de pan toscano con caviar de berenjenas, guanciali (una especie de tocino pero
elaborado con la carrillera del cerdo), parmigiano y aceto. Al probar esa
genial receta, lo único que deseaba era que se fueran todos mis contertulios y
subir esos diecinueve peldaños que nos separaban.
No
fue posible. Un Valpolicella Solane Santi nos indicaba que comenzarían a llegar
los platos de fondo. Todos nuevos y creados por el chef del lugar. Sin tiempo
para pensar qué pedir –algo que me agradó- puso enfrente mío unos Scaloppine
San Danielle, que eran unos sublimes rollitos de carne de ternera rellenos con
jamón italiano y salvia al vino blanco, con una base de pasta ziti (parecida a
los macarrones) y gratinado con Parmigiano. De mi costado, y guiñándole el ojo
a mi hermosa compañera de mesa, logré rescatar un buen trozo de Agnello
Cremona, una paletilla de cordero cocida lentamente y terminada con salsa de
Marsala Amabile, puré de zapallo y confitura de cebollas. Fino, elegante y de
sabor inconmensurable.
No
es que coma mucho, pero algunos platos me llamaron la atención. Frente a mí,
una amiga de esas del alma, comía con fruición su Risotto Amalfi, con
camarones, zanahoria, jengibre y naranja. Luego de múltiples rogativas para
probarlo, lo encontré delicadamente perfumado y delicioso. Un aroma cítrico
inundaba el risotto. ¿Serán cítricos tus perfumes?
Tiramisu
y ravioles de mango entre los postres. Dos tradicionales que perduran en este
clásico restaurante. Luego, un café –como corresponde-, y limpiándome la boca
con la servilleta, me disculpo para ir a tu encuentro. Tiritaban mis piernas
cuando comencé a subir esos interminables peldaños que separaban nuestras
vidas. En la iluminada escala, fotos de divas y divos de la época de oro, esa
de caballeros con humita y mujeres elegantes. Más arriba estabas tú. Igual que
siempre: linda, seductora, hermosa, natural. Sin photoshop, sin cirugías, sin
implantes. Bella, simpática e inteligente. Cautivaste al mundo y caí rendido a
tus pies. Sólo el Da Carla tiene el honor de inmortalizarte en sus paredes. Y este
lugar es el único que te merece, ya que has sido de todo: una refugiada de
guerra, esclava, hija de un banquero, pueblerina, matrona lujuriosa, madre
soltera de un niño ciego, emperatriz, amante de un bárbaro, condesa de Hong
Kong… y mucho más
Hasta
siempre Sofía Scicolone. Para todos eres la “Loren”. Para mi seguirás siendo la
mejor. (JAE)
Da Carla: Av. Nueva Costanera 3673, Santiago, Vitacura, fono 22206 5567