miércoles, 22 de octubre de 2008

LOS APUNTES GASTRONÓMICOS DE LOBBY


TANTE MARLENE
Europa a la vista


Ingresar al Tante Marlene es como detenerse en los tiempos. Situarse en los años 75 u 80 donde los garzones ocupaban la clásica chaqueta de color concho de vino y una delgada corbata negra. Retroceder a los tiempos que uno se anunciaba tocando el timbre del restaurante y esperaba ser recibido por el dueño. Años en que la abúlica y poco entretenida vida de los habitantes de este país dependía de un reloj, que indicaba la hora del toque de queda y su gran dilema: ¿me voy a casa o me quedo hasta mañana?

Así es el Tante Marlene. Poco lo diferencia de los restaurantes de antaño a pesar de que en la actualidad poseen generosos aires acondicionados para su variopinta clientela y un granado stock de cervezas importadas. Su gracia, la comida alemana con toques centroeuropeos y aires de posada que gusta a los nostálgicos y a los amantes de los sabores infrecuentes en nuestra comida.
El restaurante, familiar, es comandado por Germán Kleinknecht y la que manda en la cocina es su mujer, Marlene Fuentes. De ahí su nombre. Antes de establecerse en Santiago aventuraron en Curacaví con una propuesta similar, pero los avances urbanísticos de las carreteras lo dejaron sin clientela. Instalarse en Santiago fue solo un paso. Y encontrar una casona adecuada para sus planes, otro.

La carta es potente: pato, pollo, ganso, ciervo, jabalí, liebre, codornices, cerdo, vacuno y cordero entre sus principales especialidades. Para los nostálgicos de sus antiguas tierras, arenques y el famoso gulasch. Una cocina más centroeuropea que alemana, donde la tradición manda sobre la modernidad y la porción sobre la decoración.

Con calor bien aceptada es la cerveza. Desde el aperitivo hasta el final. Una Erdinger rubia llegó acompañada de un especial crudo al plato elaborado con cebolla, alcaparras, huevo duro, ciboulette y mostaza. Fresco y diferente. El limón -acompañante imperdible de nuestros populares crudos- fue reemplazado por un toque de crema ácida con raíz picante -meerrettich- lo que convierte este crudo en una excepcional preparación.

No puedo dar fe de la entrada de mi acompañante. El escogió un rollmops -arenque en vinagre y especias- que devoró antes que alguien osara compartir su plato. Pareciera que estaba más que bueno, ya que su vista quedó perdida en el espacio.

De fondo y a instancias de nuestro “asesor gastronómico”, es decir el patrón del lugar, no dudamos en pedir una porción de lechón suavo, un crocante trozo de cerdo lechón al horno y a las finas hierbas. Sus acompañamientos: albóndigas de papas con tocino, cebolla caramelizada, chucrut y puré de manzanas. El lechoncito, virginal y sabroso, no envidia a sus pares españoles y sus acompañamientos (a pesar de que la manzana no es -según los puristas alemanes- propia de esta preparación), armonizaban más que bien en este singular plato. Sólo falto un cuchillo sierra (de esos Copec), adecuado para la cirugía mayor que requieren estos benditos cerdos.

Desgraciadamente los postres quedaron para otra ocasión. Quizá para un par de semanas más cuando el Tante Marlene inaugure una pérgola en el jardín interior de la casona. Allí, al contacto con la naturaleza se podrá disfrutar de esta comida de orígenes europeos. No es 100% comida alemana ya que la cultura de ese país está muy influenciada por sus vecinos. Por ello es diferente. Es como cocina de pueblo y de producto. Una cocina proveniente de donde se construyó parte de la historia contemporánea de la humanidad. (Juantonio Eymin)

Tante Marlene: Miguel Claro 1802 (esquina Santa Isabel), Providencia, fono 671 9043