LA LEONERA
PARA DESCANSAR DE VERDAD
Existen lugares de descanso que luego de un par de días de ocio, uno regresa más cansado de lo que partió. Son de esos “para ver gente” o para sentirse en un paraíso ficticio. El ocio es uno de los temas más difíciles de tratar y encontrar un lugar adecuado para descansar (con todas sus letras) es –en estos tiempos- algo complejo descubrir.
Sin embargo, a ochenta kilómetros al sur de Santiago, un viejo convento jesuita que en sus inicios eran territorios de la famosa Quintrala fue adecuado y transformado en hotel con el único propósito de entregar al huésped un verdadero descanso y solaz.
El placer aquí en La Leonera es hacer lo que a uno se le ocurra. Distracciones campestres obvio, como cabalgatas o caminatas por los alrededores. Si va con niños, olvídese de ellos ya que expertas monitoras los mantendrán ocupados desde que se levantan hasta cuando llegan rendidos a ultima hora de la tarde. Para los mayores, el bar, completo y eficiente, un comedor dispuesto con sabrosa comida casera, una piscina y lugares tranquilos para leer un buen libro o dormir una siesta al son de las aves que viven en el lugar. Para los niños y no tan niños, un mini zoológico con variedades desconocidas para muchos. Las habitaciones, antiguas celdas de los jesuitas, todas remodeladas, pulcras, albas y relucientes. Solo para descansar, nos dicen. No existen radios ni TV en los cuartos. Para los que gustan de estar al día y conectados al mundo, televisores en los espacios comunes y Wi Fi en todo el complejo para los que sufren el síndrome del correo electrónico.
Si bien tienen planes para ampliar La Leonera, sus propietarios actuales, los hijos del empresario Luis Ángel Ovalle, van paso a paso viendo las posibilidades. Impresiona de partida su limpieza. Ni alemanes que fueran. Todo luce y reluce y ni un envoltorio de dulce está botado en el suelo. Sus parques y jardines son un llamado a la paz interior y sus lugares de distracción son también un guiño a integrarse a la conversación, a reír, conversar y ser feliz.
Así es La Leonera. Si busca alta gastronomía no la encontrará. Sin embargo una buena cazuela o un pastel de choclo en temporada lo contentará más que platillos con espumas o tomates de invernadero. Más allá, si se encuentra un dúo de guitarrista – acordeonista cantando temas chilenos o rancheras, goce el momento. Poco de ello queda y todo está incluido.
Se puede ir por el día, pero dan tremendas ganas de quedarse. Más aun en estas fechas. Para los que se rinden ante las antigüedades, el lugar es especial. Pida que lo lleven a una sala donde guardan la colección completa del “Diario Ilustrado”, creado en los albores del siglo pasado, o que le cuenten los orígenes de los cientos de antigüedades que decoran los salones de este complejo. Más allá, carros antiguos de ferrocarriles que quién sabe como llegaron allí esperan su emplazamiento y destino futuro. O conocer la mesa de pool más grande del país. Cada uno de ellos con su historia y su lugar.
Quién sabe si le gusta bañarse en la piscina a la luz de la luna… pero la piscina está ahí, esperándolo. Al lado de todo y lejos de todos. Placeres que uno puede darse en pocas partes como que le preparen su trago favorito por muy excéntrico que parezca, o sentarse a mirar el atardecer sin hacer nada, o ver a la “prole” como llega de regreso, cansados y felices, cada uno con su respectiva pulsera iluminada después de un tour nocturno que los deja exhaustos, pero más que contentos.
La Leonera es un verdadero oasis precordillerano que vale la pena conocer. Es simple, sencillo pero acogedor y lleno de cariño. Y está a un suspiro de Santiago. Si necesita reponer su vida, su energía y vivir el encanto de la tranquilidad, visítelo. Superará sus expectativas. (Juantonio Eymin)
Hotel La Leonera: Codegua, VI Región, fono (56-72) 62 5151, reservas Santiago: fono 480 4242, e-mail: info@laleonera.cl
PARA DESCANSAR DE VERDAD
Existen lugares de descanso que luego de un par de días de ocio, uno regresa más cansado de lo que partió. Son de esos “para ver gente” o para sentirse en un paraíso ficticio. El ocio es uno de los temas más difíciles de tratar y encontrar un lugar adecuado para descansar (con todas sus letras) es –en estos tiempos- algo complejo descubrir.
Sin embargo, a ochenta kilómetros al sur de Santiago, un viejo convento jesuita que en sus inicios eran territorios de la famosa Quintrala fue adecuado y transformado en hotel con el único propósito de entregar al huésped un verdadero descanso y solaz.
El placer aquí en La Leonera es hacer lo que a uno se le ocurra. Distracciones campestres obvio, como cabalgatas o caminatas por los alrededores. Si va con niños, olvídese de ellos ya que expertas monitoras los mantendrán ocupados desde que se levantan hasta cuando llegan rendidos a ultima hora de la tarde. Para los mayores, el bar, completo y eficiente, un comedor dispuesto con sabrosa comida casera, una piscina y lugares tranquilos para leer un buen libro o dormir una siesta al son de las aves que viven en el lugar. Para los niños y no tan niños, un mini zoológico con variedades desconocidas para muchos. Las habitaciones, antiguas celdas de los jesuitas, todas remodeladas, pulcras, albas y relucientes. Solo para descansar, nos dicen. No existen radios ni TV en los cuartos. Para los que gustan de estar al día y conectados al mundo, televisores en los espacios comunes y Wi Fi en todo el complejo para los que sufren el síndrome del correo electrónico.
Si bien tienen planes para ampliar La Leonera, sus propietarios actuales, los hijos del empresario Luis Ángel Ovalle, van paso a paso viendo las posibilidades. Impresiona de partida su limpieza. Ni alemanes que fueran. Todo luce y reluce y ni un envoltorio de dulce está botado en el suelo. Sus parques y jardines son un llamado a la paz interior y sus lugares de distracción son también un guiño a integrarse a la conversación, a reír, conversar y ser feliz.
Así es La Leonera. Si busca alta gastronomía no la encontrará. Sin embargo una buena cazuela o un pastel de choclo en temporada lo contentará más que platillos con espumas o tomates de invernadero. Más allá, si se encuentra un dúo de guitarrista – acordeonista cantando temas chilenos o rancheras, goce el momento. Poco de ello queda y todo está incluido.
Se puede ir por el día, pero dan tremendas ganas de quedarse. Más aun en estas fechas. Para los que se rinden ante las antigüedades, el lugar es especial. Pida que lo lleven a una sala donde guardan la colección completa del “Diario Ilustrado”, creado en los albores del siglo pasado, o que le cuenten los orígenes de los cientos de antigüedades que decoran los salones de este complejo. Más allá, carros antiguos de ferrocarriles que quién sabe como llegaron allí esperan su emplazamiento y destino futuro. O conocer la mesa de pool más grande del país. Cada uno de ellos con su historia y su lugar.
Quién sabe si le gusta bañarse en la piscina a la luz de la luna… pero la piscina está ahí, esperándolo. Al lado de todo y lejos de todos. Placeres que uno puede darse en pocas partes como que le preparen su trago favorito por muy excéntrico que parezca, o sentarse a mirar el atardecer sin hacer nada, o ver a la “prole” como llega de regreso, cansados y felices, cada uno con su respectiva pulsera iluminada después de un tour nocturno que los deja exhaustos, pero más que contentos.
La Leonera es un verdadero oasis precordillerano que vale la pena conocer. Es simple, sencillo pero acogedor y lleno de cariño. Y está a un suspiro de Santiago. Si necesita reponer su vida, su energía y vivir el encanto de la tranquilidad, visítelo. Superará sus expectativas. (Juantonio Eymin)
Hotel La Leonera: Codegua, VI Región, fono (56-72) 62 5151, reservas Santiago: fono 480 4242, e-mail: info@laleonera.cl