miércoles, 24 de febrero de 2010

LAS CRÓNICAS DE LOBBY


ORGANICOMANÍA

Polifenoles, proteínas, minerales, omega tres y seis, ácido gamma-linolénico, aceite de canola, vitaminas, aloe vera, jalea real y un largo etcétera y etcétera son parte de esta nueva revolución adaptada (y adoptada) de los países desarrollados. Comer bien y sano es la premisa. Partió en nuestro país con extranjeros avecindados y familias de diplomáticos que necesitaban una alimentación lo más cercana a sus países de origen, además de empresas extranjeras que requerían importar alimentos sin intervención química. Resultado: la fiebre orgánica, una opción que muchos ya han asumido y donde están dispuestos a pagar más por un producto sano y natural.

Me dí el trabajo de buscar sitios donde se venden estos productos. Obvio que la cosa y el tema es ABC1. O sea, tenía que trasladarme de Tobalaba hacia arriba en búsqueda de “picadas orgánicas”, ya que más abajo de la cota 600 me iría mal. Bueno, bonito y barato, fue mi búsqueda. Sano y saludable era mi tercera demanda.

Y empezó mi peregrinaje. Romería en realidad ya que los sitios son pocos. Llegué incluso a conversar con los productores de la mejor carne de vacuno que existe en el país (Chile Beef) y salí frustrado de la interviú. Los animales, salvo los chanchos y gallinas que mantienen los campesinos en sus parcelas, todos requieren de vacunas y otros químicos durante su vida. Algunos pollos, como los de la Granja Magdalena, son criados bajo este concepto orgánico, aunque, según supe, aun no logran la certificación correspondiente. Mejor suerte corren los corderos de Magallanes, ya que allá comen sólo lo que la natura les da.

Con las carnes, mal. Pensé en pescados y mariscos, los que podían solucionar el problema del artículo. No quiero latearlos pero no fue así. En alta mar podrían existir especies libres de contaminación, pero ¿quién certifica o quién se atreve a poner una firma ante estos verdaderos “carteles” de los océanos que no son otra cosa que multinacionales en búsqueda de materias primas? Ni hablar de los salmones ni de peces que se alimentan con Riles de empresas que botan sus desechos a los mares, lagos y ríos.

Estuve a punto de renunciar cuando me hablaron de frutas y verduras. –Ahí sí que vas a encontrar algo, me comentaron. Me acordé entonces de la señora Juanita Münzenmeyer de Minte, que tiene un verdadero jardín de verduras y hortalizas allá en Puerto Varas y que es la regalona de todos los restaurantes de la zona (Camino Alerce Km. 4). Ella siembra y cultiva productos de temporada. Crecen gracias a la lluvia y el sol. Hileras de zapallos italianos, betarragas, lechugas, achicorias, rabanitos… Todo fresco y natural. Ricas a decir basta. Allí no hay invernaderos ni nada. Es a campo traviesa. Buena tierra y buena agua. El resto, lo pone la naturaleza.

Más exclusivos son en La Chakra (Sánchez Fontecilla 534, cruzando Tobalaba). Allí se pueden encontrar muchas variedades de verdes: baby green, marvell, grand rapid, misuna, rúcula selvática, las que cosechan en invernaderos. También tienen otras verduras y frutas orgánicas. Como son livianas y las venden por kilo, resulta una opción bastante económica para deslumbrar a los comensales.

La Tienda Natural (Las Tranqueras 1250, Vitacura) es posiblemente el fetiche de la cultura orgánica envasada. Un cuantuay de productos a disposición: Miel, té, café, semillas, aceites, suplementos alimenticios y un sinfín de pócimas y productos para alegría de sus visitantes. Los supermercados Jumbo y Líder de la zona alta de la capital también se han sumado a esta cruzada y ofrecen espacios con productos elaborados sin químicos ni fertilizantes. En pleno El Golf, Coquinaria también hace su aporte (Isidora Goyenechea 3000). Aparte, un puñado de locales también ofrece estos productos, sin embargo hay que diferenciar lo que es orgánico y lo que es natural, ya que no todo está certificado.

El gobierno no podía quedar fuera de esta tendencia. Juntó a una serie de productores de norte a sur y abrió su tienda Sabores del Campo (Agustinas 1455). Allí se puede encontrar una gran variedad de productos elaborados por familias campesinas chilenas. Casi todo envasado, el lugar tiene la particularidad de poder encontrar alimentos de todas las regiones del país. No todo es orgánico, pero hay una intención que merece una visita. Pobres campesinos. Certificar productos orgánicos no es fácil ni barato, así que los venden sólo como naturales.

Pero debía encontrar un restaurante afín. No lejos, en la Plaza Perú, con un envidiable estacionamiento (pagado) y buena vista, está el VOP, Very Organic People, (Augusto Leguía Norte 216, El Golf), una cafetería orgánica bastante chic donde ofrecen una serie de cafés orgánicos y biodinámicos además de mate (para alegría de los amantes de esta rioplatense infusión); jugos, helados, algunos sándwiches con palmitos, palta, huevos de campo; sopas para el almuerzo (de zapallo, puerros y/o papas orgánicas), soya y queso fresco. Sin duda, una especie de refugio nuclear para los seguidores de lo sano y natural

Todo lo que he escrito hasta el momento es para satisfacer el hambre. ¿Y la sed, se preguntará el lector? Aparte de las benditas aguas minerales que cada día tienen más adeptos (y marcas) en el país, quiero referirme al vino. Y ahí hay un exponente de excepción. Coyam de Viñedos Emiliana, una de las grandes bodegas orgánicas de Chile. Pero ojo. No hay vino orgánico. Las uvas son las orgánicas ya que los vinos no resisten mantenerse dignos sin los famosos sulfitos. Aparte de ese detalle, es de lo mejor que se puede beber en esta categoría. Los hay más onerosos (Antiyal) o menos (Novas). Pero Coyam está definitivamente en el cenit de los vinos orgánicos nacionales.

Estamos a años luz de las mega-ciudades y los grandes centros de comida orgánica en el mundo. La tendencia sigue y a medida que el consumidor lo requiera la oferta será más variada. Lo sano y natural es una etiqueta que vende y que produce muchos dividendos.

Mientras tanto, muchos deberemos seguir con la dieta impuesta por los países desarrollados. Esa llena de vitaminas y quién sabe qué más, que hizo crecer a nuestra población a niveles insospechados desde los años 50. Hoy es normal ver lolos de metro noventa y calzando cuarentaycinco y lolas con unas pechugas descomunales. ¿Habrá que dar las gracias o será mejor volver a los años que vivíamos sin transgénicos, sin Monsanto y sin químicos?

Sólo Dios sabe. (Juantonio Eymin)