miércoles, 9 de junio de 2010

LOS APUNTES GASTRONÓMICOS DE LOBBY




LOS VIKINGOS
¿Qué se siente cenar en un calabozo?

No sé si Marcos Rulli, propietario de varios restaurantes en la calle Cumming del centro de Santiago es un empresario gastronómico o un eximio coleccionista. Bueno. Pareciera ser una mezcla de ambas cosas ya que a su famoso Ocean Pacific’s lleno de vericuetos con antigüedades (y otras no tanto) que emergen de todos los rincones del lugar, hace un tiempo terminó la remodelación de otro local cercano y parecido: Los Vikingos, esta vez una mezcla de pieles, cascos, celdas y toda una temática destinada a entretener por la vista a los clientes. A decir verdad, solo conociéndolo se podrá hacer una idea más acertada del lugar. Por mientras, les explico de qué se trata.

Me recibe un vikingo chilensis. Francisco Wallace, como dice llamarse, que vestido a la usanza vikinga me traslada a mi mesa predispuesta para la ocasión. Una mezcla de colores y formas que me sorprenden. Calaveras por doquier, cascos antiguos, espadas, celdas – comedores, pieles, luces multicolores. Todo elaborado y fabricado para el local. Desde mesas y sillas hasta baños – cárcel, donde no faltan los grilletes. El lugar es grande y entretenido y cada metro cuadrado tiene detalles imborrables. Pida que le muestren los baños y ojala le exhiban el del otro sexo ya que son una verdadera oda a lo kitsch y a la genialidad del dueño del lugar que busquilla, hasta elaboró los platos base del local con latas de bebidas fundidas en arena logrando simular vajilla antigua.

¿La carta? Una mezcla de platos con algún interés del chef Nazario Donoso por las carnes de caza. Ciervo, jabalí, pato, conejo y avestruz entre sus preferidas. Platos gigantescos donde priman las salsas elaboradas con vino. También el chef juega con las entradas como crepes de camarones flambeados al cognac con salsa de ostras, o blandos locos en todas sus formas. En sí, la cocina está más adecuada a la base francesa que acostumbrabamos comer hace tres décadas y que aun sigue gustando a un buen porcentaje de la población. Los vinos, tradicionales y en justa medida para una carta algo chapada a la antigua. Gran trozo y perfecta cocción para un lomo vetado de 400 gramos de carne blanda y jugosa acompañada con las típicas papas fritas cortadas en bastoncitos más grandes que lo normal y de buena fritura. La cocina del lugar, que conocí al final de mi visita, alba y reluciente. Como pabellón quirúrgico. Definitivamente Rulli apuesta a que ningún cliente, entre ellos muchos extranjeros, se exponga en su local.

Y también tiene caballitos de batalla con los que llena este amplio establecimiento casi todas las noches del año: parrilladas (14.900), pollo al cognac (12.000), curanto (12.000) y paella (12.000), porciones para dos, pero por su volumen, comen tres aguerridos comensales.

Torta de moka y de merengue – frambuesa, más una torta helada de lúcuma en los postres. Como se ve, nada altera un menú de los años 80. Esa comida amplia y generosa donde aun no ingresaba el concepto de nouvelle cuisine ni los actuales cocineros.

Los viernes en la noche reciben a los clientes con un show ad hoc a la temática del restaurante. A decir verdad entretiene y es un panorama imperdible en un Santiago opaco y poco histriónico. Trasládese a ese lugar como si fuese un turista que está buscando experiencias para contarles a sus amigos y familiares. Ah, y no olvide llevar su cámara para inmortalizar el lugar. Créamelo. No se arrepentirá. Si escoge bien la comida, también saldrá satisfecho de esta experiencia. Lo único claro: si no le agrada la canela en el pisco sour, pida que no le espolvoreen esta especia, por muy peruano que sea el sour. El resto… una buena aventura. (Juantonio Eymin)

Los Vikingos: Av. Ricardo Cumming 174, fono 770 0339 (Estacionamiento privado en Agustinas 2251)