EL PRIMER DÍA DEL RESTO DE MI VIDA
“Te quedan diez años de vida”, me dice una estupenda rubia que conocí el otro día luego del partido Chile- España. Estábamos en Las Lanzas y como a Mathy esto del Mundial la tiene sin cuidado alguno, me dio la libertad para ver los partidos. “Los de Chile solamente”, sentenció. Es resto, debería perdérmelos. A la rubia en cuestión no la conocía pero hicimos buenas migas. Limpió mis manos con crema antes de analizarlas. Ni a pesar de lo limpias y tersas que quedaron me regaló un minuto más de vida.
-¿Te dedicas a esto?
- No, Exe. Me gusta ver y tocar tus manos, explicó mientras las acariciaba antes de comenzar a leerme las líneas.
Le conté que diez años era una enormidad. Yo, que vivo cada instante que pasa, tengo por delante más de cinco millones de minutos hasta terminar mi existencia. Ella, encantadora, reía. Nadie le había explicado la vida de tal manera. Bebíamos ron y pedimos otro. Mi Nirvana estaba cerquita de ella y recién comenzaba la noche.
Regia ella. Con un vestido cortito y calzas de lana me pregunta dónde podríamos cenar. Le ofrecí los condumios que estaban cerca de mi depto pero ella quería fiesta en el barrio alto. “Vamos donde el Tito Garretón”, me insinuó. Yo no tenia idea quien era el famoso Tito y tampoco tenia ganas de salir de mi barrio. “Yo te llevo y te regreso a Ñuyork” fueron sus acertadas palabras mágicas. Apague mi celular –por las dudas- y partimos a celebrar el paso a octavos de final.
Partieron bien estos diez años de vida que según ella me quedaban. Estacionó su mini en los bajos del Déjate Besar, un ambigú ubicado justito donde termina (¿o comienza?) la Costanera Norte, allá en Lo Barnechea.
¿Es tu papá?, le preguntaban las amigas que se encontró en el boliche. Yo, poco tímido, miraba los rincones de un lugar algo oscuro, ideal para una conversación de a dos. También me percaté que la edad promedio de sus parroquianos era bastante inferior a la mía. ¡Con razón mi compañera de aventuras me dio diez años de vida! Seria como mucho seguir conquistando corazones cuando con cueva me funcionará parte del cerebro a esas alturas de mi partido.
Pero había que gozarla, y partimos con un mojito con ron blanco. Habíamos bebido ese mismo licor toda la tarde y es dañino cambiar de alcohol. Teníamos hambre, así que el famoso Tito nos recomendó una picanha. “De ensueño”, nos comentó. Allí en las penumbras de una mesa ubicada en un discreto rincón dimos rienda suelta a nuestros apetitos. Finas láminas de carne con queso roquefort, cebolla morada y pimientos asados. Para beber, Caliptra cabernet sauvignon – merlot que escogí de una buena carta de vinos. – ¡Yo pensé que pedirías un Tocornal!, Exe. Realmente también sabes de vinos… ¡eres exquiso!
Risotto de locos para ella y agnolottis al pesto para mí. Ella con su tenedor me daba a probar de su plato. Igual ejercicio hacía yo. Antes del postre me contó que era casada y que vio en mí una figura paterna que nunca había tenido. Que había tenido la necesidad de estar conmigo para salir adelante con su familia y que me agradecía las horas que le había entregado ese día.
El postre fue como un trago amargo. De la noche a la mañana mis dotes de conquistador se transformaron en atributos de abuelito. El brownie de chocolate blanco con sopa inglesa me pareció antiguo. A decir verdad, había envejecido tras esta aventura.
Prendí mi celular y me encontré con catorce llamadas perdidas de Mathy. Ahora, a pagar las culpas y aguantar una avalancha de improperios que recibiré. ¡Eso te pasa por lacho y jote!, será lo más livianito que dirá. ¿Y si le cuento que me encontré con una sobrina que necesitaba consejos?
Parece que mi Mundial terminó abruptamente. Esta vez sólo pasé a octavos de final y no podré levantar la copa.
Cuando bajé de su auto en mi departamento, de madrugada ya, me pidió perdón por haberme prácticamente secuestrado durante casi todo el día y me brindó un suave ósculo en la mejilla.
¡Qué va! Tomorrow will be another day...
Exequiel Quintanilla
Déjate Besar: Raúl Labbé 12863, Lo Barnechea, fono 955 3214 (reservas@dejatebesar.cl)
“Te quedan diez años de vida”, me dice una estupenda rubia que conocí el otro día luego del partido Chile- España. Estábamos en Las Lanzas y como a Mathy esto del Mundial la tiene sin cuidado alguno, me dio la libertad para ver los partidos. “Los de Chile solamente”, sentenció. Es resto, debería perdérmelos. A la rubia en cuestión no la conocía pero hicimos buenas migas. Limpió mis manos con crema antes de analizarlas. Ni a pesar de lo limpias y tersas que quedaron me regaló un minuto más de vida.
-¿Te dedicas a esto?
- No, Exe. Me gusta ver y tocar tus manos, explicó mientras las acariciaba antes de comenzar a leerme las líneas.
Le conté que diez años era una enormidad. Yo, que vivo cada instante que pasa, tengo por delante más de cinco millones de minutos hasta terminar mi existencia. Ella, encantadora, reía. Nadie le había explicado la vida de tal manera. Bebíamos ron y pedimos otro. Mi Nirvana estaba cerquita de ella y recién comenzaba la noche.
Regia ella. Con un vestido cortito y calzas de lana me pregunta dónde podríamos cenar. Le ofrecí los condumios que estaban cerca de mi depto pero ella quería fiesta en el barrio alto. “Vamos donde el Tito Garretón”, me insinuó. Yo no tenia idea quien era el famoso Tito y tampoco tenia ganas de salir de mi barrio. “Yo te llevo y te regreso a Ñuyork” fueron sus acertadas palabras mágicas. Apague mi celular –por las dudas- y partimos a celebrar el paso a octavos de final.
Partieron bien estos diez años de vida que según ella me quedaban. Estacionó su mini en los bajos del Déjate Besar, un ambigú ubicado justito donde termina (¿o comienza?) la Costanera Norte, allá en Lo Barnechea.
¿Es tu papá?, le preguntaban las amigas que se encontró en el boliche. Yo, poco tímido, miraba los rincones de un lugar algo oscuro, ideal para una conversación de a dos. También me percaté que la edad promedio de sus parroquianos era bastante inferior a la mía. ¡Con razón mi compañera de aventuras me dio diez años de vida! Seria como mucho seguir conquistando corazones cuando con cueva me funcionará parte del cerebro a esas alturas de mi partido.
Pero había que gozarla, y partimos con un mojito con ron blanco. Habíamos bebido ese mismo licor toda la tarde y es dañino cambiar de alcohol. Teníamos hambre, así que el famoso Tito nos recomendó una picanha. “De ensueño”, nos comentó. Allí en las penumbras de una mesa ubicada en un discreto rincón dimos rienda suelta a nuestros apetitos. Finas láminas de carne con queso roquefort, cebolla morada y pimientos asados. Para beber, Caliptra cabernet sauvignon – merlot que escogí de una buena carta de vinos. – ¡Yo pensé que pedirías un Tocornal!, Exe. Realmente también sabes de vinos… ¡eres exquiso!
Risotto de locos para ella y agnolottis al pesto para mí. Ella con su tenedor me daba a probar de su plato. Igual ejercicio hacía yo. Antes del postre me contó que era casada y que vio en mí una figura paterna que nunca había tenido. Que había tenido la necesidad de estar conmigo para salir adelante con su familia y que me agradecía las horas que le había entregado ese día.
El postre fue como un trago amargo. De la noche a la mañana mis dotes de conquistador se transformaron en atributos de abuelito. El brownie de chocolate blanco con sopa inglesa me pareció antiguo. A decir verdad, había envejecido tras esta aventura.
Prendí mi celular y me encontré con catorce llamadas perdidas de Mathy. Ahora, a pagar las culpas y aguantar una avalancha de improperios que recibiré. ¡Eso te pasa por lacho y jote!, será lo más livianito que dirá. ¿Y si le cuento que me encontré con una sobrina que necesitaba consejos?
Parece que mi Mundial terminó abruptamente. Esta vez sólo pasé a octavos de final y no podré levantar la copa.
Cuando bajé de su auto en mi departamento, de madrugada ya, me pidió perdón por haberme prácticamente secuestrado durante casi todo el día y me brindó un suave ósculo en la mejilla.
¡Qué va! Tomorrow will be another day...
Exequiel Quintanilla
Déjate Besar: Raúl Labbé 12863, Lo Barnechea, fono 955 3214 (reservas@dejatebesar.cl)