ELEMENT
Una grata sorpresa
De vez en cuando uno se encuentra con sorpresas gastronómicas que da gusto comentar y alabar.
Una casa forrada en madera y como de cuento. Maderas nobles para más encima, logrando un calido lugar. ¿La ubicación? En La Reina, lejos de todo circuito gastronómico capitalino, pero créame, lo suficientemente atractivo para llegar allá cualquier día de la semana a almorzar o cenar.
La idea partió hace años ya, cuando el propietario de una cervecería en Puerto Varas, el español David Gil, se asoció con Iván González y Myrna Arias, su mujer, para armar un restaurante en Santiago. Dado los altos costos que significaba arrendar casas en sectores atractivos, decidieron comprar una casa en La Reina y ahí comenzar su proyecto. Tres años de trabajo donde incluso se compraron una vieja casa de madera en Puerto Varas para desarmarla y traer lo que necesitaban en Santiago. Hace un par de meses los trabajos concluyeron y partió el Element, un restaurante de raíces criollas con algunas incrustaciones de globalización.
Sorprende su gastronomía. Una que sin ser de mantel largo cautiva a los clientes. De entradas probé un cebiche de vidriola preparado a la minuta y con un picor que ya se lo desearan los restaurantes peruanos de Santiago. Lo acompañaba un pisco sour de muy buena factura elaborado con limón sutil. “Acá no existe mise en place para ningún plato excepto los de larga cocción”, nos comentan. Fresco y rico plato como también lo fue unos “dedos de duende”, camarones forrados con carne de wagyu y unas deliciosos cilindros de papa rellenos con morcilla, nuestra popular prieta.
Cocó, nuestra gentil anfitriona nos guía por una larga carta de especialidades de la casa: mero con cuscus; pastel de berenjenas y porotos granados son parte de su carta tradicional. Los porotos, increíbles y distintos. Elaborados con daditos fritos de longaniza blanca, le daban un sabor distinto, invernal y de todo mi gusto. El pastel de berenjenas, de otro planeta. Un buen recado para los que gustan de este vegetal y que cuando lo comen son capaces de hablar en lenguas.
Carnes de largo aliento para el final. Cocidas al vacío por 24 horas a baja temperatura guardan todo el sabor y sus características: asado de tira con arroz; garrón de cordero con canela y quínoa (eso del garrón no me convenció mucho) y lomo vetado a la sal con puré de cebolla. Un final salado de esos que no dan ganas de terminar.
Vinos por copa (2.100) o por botella (7.600) sólo de una marca mientras negocian con los proveedores. En el servicio, solo mozas. Regias chicas que atienden a los comensales que se están atreviendo a llegar este nuevo local. En la cocina, Viviana Gutiérrez, que durante un tiempo trabajó con Emilio Peschiera. En resumen: una experiencia de las buenas
Aun faltaban los postres: leche nevada, arroz con leche y helado de canela, torta “de la casa” y helados de albahaca complementan una oferta que bien vale la pena conocer. El ambiente es único y como para sentirse en esas casonas del sur chileno con olor a madera y muy calefaccionada. Realmente pocas ganas dan de retirarse después del café final. Hay locales que uno se enamora a primera vista y éste es uno de ellos. No sólo es interesante conocerlo. Es como para hacerse adicto al lugar. (Juantonio Eymin)
Element: Monseñor Edwards 1636 (cruce con Príncipe de Gales), La Reina, fono 880 0936
Una grata sorpresa
De vez en cuando uno se encuentra con sorpresas gastronómicas que da gusto comentar y alabar.
Una casa forrada en madera y como de cuento. Maderas nobles para más encima, logrando un calido lugar. ¿La ubicación? En La Reina, lejos de todo circuito gastronómico capitalino, pero créame, lo suficientemente atractivo para llegar allá cualquier día de la semana a almorzar o cenar.
La idea partió hace años ya, cuando el propietario de una cervecería en Puerto Varas, el español David Gil, se asoció con Iván González y Myrna Arias, su mujer, para armar un restaurante en Santiago. Dado los altos costos que significaba arrendar casas en sectores atractivos, decidieron comprar una casa en La Reina y ahí comenzar su proyecto. Tres años de trabajo donde incluso se compraron una vieja casa de madera en Puerto Varas para desarmarla y traer lo que necesitaban en Santiago. Hace un par de meses los trabajos concluyeron y partió el Element, un restaurante de raíces criollas con algunas incrustaciones de globalización.
Sorprende su gastronomía. Una que sin ser de mantel largo cautiva a los clientes. De entradas probé un cebiche de vidriola preparado a la minuta y con un picor que ya se lo desearan los restaurantes peruanos de Santiago. Lo acompañaba un pisco sour de muy buena factura elaborado con limón sutil. “Acá no existe mise en place para ningún plato excepto los de larga cocción”, nos comentan. Fresco y rico plato como también lo fue unos “dedos de duende”, camarones forrados con carne de wagyu y unas deliciosos cilindros de papa rellenos con morcilla, nuestra popular prieta.
Cocó, nuestra gentil anfitriona nos guía por una larga carta de especialidades de la casa: mero con cuscus; pastel de berenjenas y porotos granados son parte de su carta tradicional. Los porotos, increíbles y distintos. Elaborados con daditos fritos de longaniza blanca, le daban un sabor distinto, invernal y de todo mi gusto. El pastel de berenjenas, de otro planeta. Un buen recado para los que gustan de este vegetal y que cuando lo comen son capaces de hablar en lenguas.
Carnes de largo aliento para el final. Cocidas al vacío por 24 horas a baja temperatura guardan todo el sabor y sus características: asado de tira con arroz; garrón de cordero con canela y quínoa (eso del garrón no me convenció mucho) y lomo vetado a la sal con puré de cebolla. Un final salado de esos que no dan ganas de terminar.
Vinos por copa (2.100) o por botella (7.600) sólo de una marca mientras negocian con los proveedores. En el servicio, solo mozas. Regias chicas que atienden a los comensales que se están atreviendo a llegar este nuevo local. En la cocina, Viviana Gutiérrez, que durante un tiempo trabajó con Emilio Peschiera. En resumen: una experiencia de las buenas
Aun faltaban los postres: leche nevada, arroz con leche y helado de canela, torta “de la casa” y helados de albahaca complementan una oferta que bien vale la pena conocer. El ambiente es único y como para sentirse en esas casonas del sur chileno con olor a madera y muy calefaccionada. Realmente pocas ganas dan de retirarse después del café final. Hay locales que uno se enamora a primera vista y éste es uno de ellos. No sólo es interesante conocerlo. Es como para hacerse adicto al lugar. (Juantonio Eymin)
Element: Monseñor Edwards 1636 (cruce con Príncipe de Gales), La Reina, fono 880 0936