miércoles, 4 de agosto de 2010

LOS CONDUMIOS DE DON EXE

INCIDENCIAS CON EL INCIDIENTE

Mathy esperaba que yo me enojara con sus declaraciones que hizo la semana pasada en Lobby. A decir verdad, los años de circo me han enseñado a callar y mostrar la otra mejilla mientras se pueda. Leí sus comentarios y me causaron un poco de risa. Ella quiere alejarme de mis musas predilectas con toda razón. Como dice un amigo veterano que tengo: “el fiscal no hace más preguntas”. Y todo quedó allí. A decir verdad, a las mujeres hay que quererlas y no entenderlas. Y para darle a entender que no estaba “ni ahí” con sus declaraciones, la llevé el jueves pasado al lanzamiento de un vino en el Museo de Artes Visuales, una pega que me había dado mi jefe, cuya gracia estaba en la cena posterior.

Con un frío de los mil demonios llegamos puntuales a la cita. Para no dejarlos en la duda era el lanzamiento de “El Incidente”, el nuevo vino icono de Viu Manent. Al llegar y sin siquiera sacarnos los abrigos, champagne para tratar de calentar en cuerpo. Los invitados llegaban de a poco y regias chicas también. Ellas, relucientes me saludaban efusivamente y poca pelota le daban a Mathy, cosa que la anduvo emputeciendo su poco. Yo, digno, le presentaba a cada una de ellas: -Fulanita, de esta revista; Zutanita, de la competencia; Zunganita, del restaurante equis… Nos sacaron cincuenta fotos que nunca aparecerán en ninguna parte y tras una cata de los vinos, donde logramos apreciar las cualidades de El Incidente, partimos caminando al Ópera, lugar de la cena.

Mathy no abría la boca. Yo, en venganza quizá por sus comentarios me acercaba a cualquier cosa con pechugas que se apareciera por el lugar. En el par de cuadras que nos distanciaba entre la cata y la cena tratamos de hacer las paces. -¡Perdona Exe!, comentó. No quise hacerte daño.

Volvía a ser la de siempre.

Nos sentamos en el Ópera frente a frente mientras a mi lado se ubicaba una escultural periodista del medio. ¿Molesto?, preguntó. ¡Para nada!, respondí. ¿Por qué soy tan lacho?, me pregunté. ¿Por qué será tan lacho?, se preguntó Mathy.

Era una sorpresa la que nos tenían preparada en el Ópera: tártaro de trucha (una maravilla); ostiones y foie gras (para llorar de rico); crema de champiñones en caldo de pato (soberbio), todos ellos acompañados con vinos Viu Manent.

En algún momento sentí los zapatos de ella acariciando (o sobando) mi pierna. Los largos manteles del Ópera permitían ese riesgo comunicacional. ¿Seria posible que los champiñones, con ese gusto a tierra la hubiesen descontrolado?

A decir verdad. Nunca se sabrá.

Y comenzaron a llegar los fondos: guiso de lentejas con foie gras y zanahorias glaseadas; costillar de cerdo confitado con croquetas de arroz y palta y un risotto con ossobuco que poco faltó para que Mathy y yo nos paráramos a aplaudir.

A esas alturas casi, casi, estábamos reconciliados, No se si era el vino o la comida la que la había regresado a la realidad. ¿Me perdonas?, preguntó. -“Es lo que hay”, respondí.

-¡Estoy celosa! Eso es lo que me pasa Exe. Donde vas te saludan y abrazan como si fueras un adonis. Y aparte que no lo eres, tú te la crees y eso me provoca.

Me salvaron los postres: arroz con leche a la flamenca, strudel de piña y una mousse de chocolate ecuatoriano de alta gama me dio la posibilidad de buscar una coartada perfecta para los mimos que recibo de mis amigas.

- Estás equivocada Mathy, comenté. Ellas me ven como su yo fuera su padre.
- ¡Tienes razón!, culminó. En realidad no sé para que me preocupo ya que hace tiempo que el pilín lo ocupas sólo para hacer pipí.

¡Supiera ella!

Exequiel Quintanilla.