martes, 31 de julio de 2012

LOS CONDUMIOS DE DON EXE

PARRA Y CAÑAS
Dos amigos inseparables

Se conocieron en la escuela rural. Parra era hijo de los dueños del fundo donde el papá de Cañas era un inquilino. Como tenían la misma edad y en el campo existía sólo una escuela, se criaron juntos. Parra terminó sus estudios y convirtió en abogado. A Cañas sólo le alcanzó para la educación básica.

Parra es un gourmet. Cañas, come lo que le llegue. Pero la amistad de los primeros años nunca la perdieron. Parra lo ha sacado de la cárcel varias veces ya sea por injurias a la autoridad o por quedarse dormido en la plaza del pueblo.


Cañas se vino a vivir a Santiago y se acomodó en una pensión en las cercanías de la Estación Mapocho. O sea, conoce todo el sub mundo. Parra vive en Chicureo y tiene una familia exitosa (todos rubiecitos.)


Como es su costumbre, se juntan una vez al mes en algún boliche. Parra lo lleva a grandes restaurantes y le hace beber buenos vinos. Cañas lo invita a picadas, generalmente en el mercado, donde deben beber en tazas de té, ya que son boliches sin patente de alcoholes. Parra trata de enseñarle a Cañas los grandes sabores como el foie gras demi cuit y Cañas hace lo mismo, pero con las prietas del persa de Franklin.

¿Ustedes creen que mi amigo es Parra? ¡No señores! Mi amigo es Cañas. Lo conocí en un lenocinio de mi pueblo una noche de juerga. (Todos saben que en los poblados las fiestas terminan donde las señoritas tratan de tú). Dos desconocidos me querían golpear ya que según ellos les había robado “la mina del año”. Cañas (o Cañitas), sin conocerme, salió en mi defensa y se enfrentó a ellos con un cuchillo carnicero. Desde ese día somos amigos. No nos vemos casi nunca, pero cuando nos juntamos, tiemblan las quintas de recreo y los bares populares.

La semana pasada me encontré con él en Santiago. Estaba pasando un momento difícil ya que le había agarrado ciertas partes a la nueva moza de las Lanzas y ella había llamado a carabineros. Por casualidad pasé por ahí y me lo encontré discutiendo con la guapa y don Manolo, el dueño del boliche.

- ¿Cañitas…, qué haces por aquí?
- ¡Exe, que gusto verte!
- ¿Y este escándalo?
- ¡La cholita dice que le agarre el culo!
- ¿Y lo hiciste?

Se persignó y me juró que no.

- ¡Van a llegar los pacos!, ¿Tení celular pa’ llamar al Parra?
- ¿Quien es Parra?
- ¡Mi abogado pues!

Llamamos al tal Parra y no contesto nadie. En eso estábamos cuando llega un radiopatrullas y se bajan dos carabineros al mando de… bueno, aunque no lo crean… de Sofía, mi paquita.

Se sorprendió que yo estuviera ahí. También se sonrojó. Quién sabe las locuras que estaba pensando.

La morocha reclamaba que Cañitas te había agarrado las zonas púdicas. Cañitas retrucaba diciendo que él sólo comía y que antes de almuerzo era impotente. Don Manolo trataba de calmar a su público y los pacos estaban atentos a las instrucciones de su capitana. Me acerqué a ella y le pedí que lo dejara a mi cargo. ¡Es un huaso de mierda!, le comenté, pero buena persona.

Sofía miró a don Manolo y a la morocha y les dijo que ella no podía meterlo preso por suposiciones y que yo me haría cargo del problema.

-Mira Exe. Llévatelo de aquí y no vuelvan -al menos juntos- a Las Lanzas. Y pórtate bien, mira que el sábado es mi día libre y pretendo ver las olimpiadas contigo.

Cuento corto, me llevé a Cañitas a mi departamento. ¡Buen trasero tenia la guacha esa!, comentó, y de ahí en adelante todo fue jolgorio. Estando en casa y con unas piscolas en el cuerpo, recibí una llamada: - Soy Hermógenes Parra y tengo una llamada perdida de este celular. Le pasé el teléfono a Cañitas y él le explico lo acontecido.

- ¡Eres un degenerado!, escuché de repente.
- ¡No es mi culpa, hermanito!, son mis manos las que no me responden. ¿Nos vemos en la noche? Quiero presentarte a Exe, un buen amigo.
- ¿En alguno de tus tugurios?
- De todas maneras po’ Parra, ¿o querí que te invite al Europeo?

Así conocí a esta dupla. Parra y Cañas. Lo más genial es que Parra no deja a Cañas nunca. Son diferentes, pero como hermanos. Cada uno en su estilo y con su forma de ser. Personalmente me gustaría tener la plata de Parra y el desparpajo de Cañas. A pesar de sus grandes diferencias, en ellos impera la amistad. Uno bebe whiskeys añejos y fuma habanos; el otro le hace al tetra y con suerte a los Hilton, pero se quieren y respetan. Aun así, hay algo que los une: son lachos por naturaleza. Y Matucana abajo, en un cabaret de mala muerte, tomando ponche a la romana y bailando con unas musas piernudas y fragantes con los aromas dulces del pachulí, termino estos recuerdos que me tuvieron casi un día en coma.

¿Será como para invitarlos nuevamente? En dos días llega Sofía, mi paquita. ¿Tendré que ponerle pilas nuevas a mi gato de la suerte?

Exequiel Quintanilla