“Los
expertos a través de los medios nos dicen que vinos beber, que opiniones
debemos tener y cuáles comprar, pero la realidad evidencia que la mayoría de
veces fallan”
La mayoría de las personas, tanto
profesionales del sector como aficionados, se sienten intimidados por los
especialistas de vinos. Su lenguaje propio y su arrogancia los distancian del
consumidor habitual, cuyos juicios desde su olimpo nos dicen a los simples
mortales lo que debemos beber para formar parte de la élite de los entendidos.
Toman un sorbo de vino, y declaran que tienen aromas de madera con un toque de
regaliz y recuerdos minerales. ¿Pero saben realmente los expertos de vino de qué
están hablando? En este artículo vamos a examinar a los expertos del vino y
comprobar hasta qué punto son fiables.
Un buen lugar para averiguarlo es
Francia, en el valle del Loira. Frédéric Brochet empezó a tratar con vinos en
la bodega de su padre cuando sólo tenía 11 años. Hoy en día produce un millón
de botellas al año en Chateau Domaine Ampelidae.
Pero Brochet también es profesor de
enología, la ciencia del vino, en la Universidad de Burdeos. Él afirma que la
mayoría de los expertos en vino son incapaces de distinguir un gran vino de uno
normal, y lo ha demostrado con numerosos experimentos.
En un estudio, Brochet pidió a 56 de
estos eruditos que probaran dos botellas de burdeos. Una etiquetada como un
selecto gran vino, y la otra como un vino de mesa cualquiera. En realidad las
dos botellas contenían el mismo vino, pero todos los expertos se confiaron por
lo que esperaban saborear.
Brochet: "De los 56 sujetos, sólo
dos sospecharon que el vino de la etiqueta prestigiosa no era un gran vino, a
todos los demás, ese vino de la etiqueta famosa les pareció un vino de gran
calidad. Y de ese mismo vino, presentado con una etiqueta cualquiera dijeron
que tenía un aroma poco interesante, que estaba avinagrado. En el caso de los
expertos, cuando prueban un vino de
calidad buscan sus virtudes, pero cuando prueban un vino barato, buscan sus
defectos".
En su tiempo libre Brochet también
ejerce de especialista en una prestigiosa tienda de vinos de París. Organiza
catas ciegas informales para clientes de paso y profesionales, y en más de una
ocasión ha cambiado una botella por otra. En esta ocasión Brochet intercambia
un Chateau Chamirey de 20 euros por un Nuits St Georges de 400. ¿Notará alguien
el cambio?
A diferencia de sus experimentos más
formales, aquí los asistentes pueden comentar los vinos y ayudarse unos a otros
en el trabajo 'detectivesco', pero a pesar de todo la mayoría no nota el
cambio. En el experimento, varios degustadores de vino dictaminaron que el
Chateau Chamirey de 20 euros era superior al Nuits St Georges de 400, entre
ellos el propio sommelier de la tienda que declara que el falso Nuits St
Georges "es mejor, más complejo y apreciado por los catadores, pero no por
los aficionados".
Los
expertos no distinguen un vino blanco de uno tinto
En un famoso estudio, Brochet demostró
que los expertos ni siquiera pueden distinguir un vino blanco de uno tinto.
Sirvió a otros 54 profesionales un vino blanco y uno tinto para compararlos.
Pero en realidad eran el mismo vino, sólo que uno se había teñido de rojo con
una gota de colorante. Ni un solo experto se dio cuenta.
Brochet dice que la clave es lo que uno
espera de la uva. "Los especialistas creyeron que el vino blanco coloreado
era un vino tinto. Los únicos que notaron que era el mismo vino no eran
técnicos, precisamente porque no entendían estaban menos atentos a los olores
del vino tinto, de hecho se trata de aquellos que nunca habían bebido
vino", afirma el enólogo.
Brochet afirma que ninguna botella de
vino cuesta más de 15 euros de producción, y que en gran medida el alto precio
de los vinos sólo es mitología y marketing. "Son los catadores mismo los
que crean las diferencias entre los vinos. Así que tenemos que confiar en
nosotros mismos, es decir en nuestro gusto".
La
influencia del precio
Otro popular estudio llevado a cabo por
Antonio Rangel, director del laboratorio de Neuroeconomía Rangel del Instituto
de Tecnología de California, en Pasadena (Los Ángeles), concluye que un precio
más elevado en una botella de vino no sólo influye en el sabor que percibimos
del vino, sino que también aumenta nuestro placer.
En esta investigación se estudió el
comportamiento del cerebro humano cuando bebemos vino de diferentes precios.
Para este estudio el equipo de Rangel realizó dos pruebas con consumidores
(hombres y mujeres) aficionados al vino. En la primera se les dio de beber un
vino tinto de la variedad Cabernet Sauvignon mientras se sometían a una
resonancia magnética. En la segunda prueba se les indica que beberán otro vino
tinto, pero también de la variedad Cabernet Sauvignon.
Con cada sorbo de Cabernet Sauvignon, a
los catadores de vino aficionados se les dice el precio de la botella. Sin
embargo el equipo de investigadores les está dando el mismo vino dos veces. Una
vez como si costase 70 euros, y la otra como si fuera un vino de 7 euros.
Tras las pruebas, la resonancia
magnética determina que con un precio de 70 euros, el mismo Cabernet Saugvinon
activa la región del placer del córtex cerebral. Pero con un vino de 7 euros,
el cerebro se divierte mucho menos. Es decir, nuestro cerebro consciente toma
nota del precio, y ya sólo eso influye en el sabor, al margen de la calidad del
vino.