FOOD TRUCKS
¿Nicho de mercado?Ante el inmenso potencial comercial, muchos empresarios gastronómicos han querido instalar el negocio de los food trucks en Chile, pero han sido frenados por un vacío normativo.
Poco a poco
el carro fue desplazado por un camión, la idea se extendió a otras ciudades y
la oferta gastronómica se sofisticó hasta que, en 2008, Kogi’s Roy Choi
conquista Los Ángeles con sus tacos de barbacoa asiática, hito que marca el
nacimiento de los food trucks actuales.
En Estados
Unidos los Food Trucks, vehículos adaptados como restoranes móviles que van en
búsqueda de los consumidores, ya son parte de la cultura y cada estado tiene
sus propias leyes que regulan su funcionamiento.
Si bien los
carritos comunes ofrecían algodón de azúcar o palomitas, los Food Trucks
entregan variedades de comida que van desde platos rápidos hasta los más
gourmet, poseen cocinas industriales de alta tecnología y no tienen una
ubicación específica, sino que se trasladan por distintos lugares.
En países
como Reino Unido, Francia, Alemania, Bélgica y Canadá, las leyes fueron
modificadas para este modelo de negocio, no obstante, en Chile y otros países
latinoamericanos como México, Colombia y Argentina, esto aún no sucede, a pesar
que según un estudio realizado en 2012 por la empresa publicitaria McCann, la comida
de la calle genera US$127.000 millones al año en la región.
En Chile, la
única normativa sobre elaboración y expendio de alimentos en carros en la vía
pública, es el Decreto N° 977 de 1996, denominado Reglamento Sanitario de
Alimentos. El decreto sólo autoriza la venta de alimentos y bebidas envasadas,
excepto en casos en que pueden ser procesados, elaborados y vendidos en carros, como la fruta confitada, palomitas
de maíz, algodón de azúcar, masas fritas sin relleno (sopaipillas), vegetales procesados,
empanadas de queso, té y café, sándwich fríos y calientes en base de cecinas
cocidas y mote con huesillo; por lo que no existe autorización para platos más
elaborados y tampoco para desplazarse como lo requieren los Food Trucks.
Una muestra
de lo que está ocurriendo por causa de este vacío legal, es la Feria Perú
Gourmet de 2013, en la que los dueños del restaurante Cevichela buscaban
extender su negocio con un Food Truck de US$ 15.000 para recorrer las playas de
Chile ofreciendo sus productos, tuvieron dificultades para solicitar los
permisos municipales.
Uno de los
socios de este restaurante, Jorge Rodríguez, señaló “Cada municipalidad tiene
su propia forma de ver esto y no hay reglas claras que les den a los
emprendedores la seguridad de que puedan realizar este negocio. Ojalá se norme
luego porque las municipalidades no tienen herramientas jurídicas para darle la
autorización de operar”.
De la misma
forma, Eat Truck, tras invertir US$30.000 en su Food Truck traído desde Miami,
tuvo que cambiar su modelo de negocio al marketing móvil, donde le hace
publicidad a una marca mientras promocionan comida envasada con una
certificación antigua.
Por su
parte, Agustín Ruiz-Tagle uno de sus dueños, comentó “La normativa es muy
antigua, que no considera los avances tecnológicos actuales. El carro que
importamos tiene una moderna cocina de 15m2. full equipada, pero aun así no
puede funcionar como fue pensado inicialmente”.
Mientras,
Juan Pablo Swett, presidente del directorio de la Asociación de Emprendedores
de Chile (Asech), dice que “con la legislación actual estamos muy lejos de
poder tener estos carros tan famosos en Nueva York. Acá hay un nicho de mercado
muy grande para el país que no se está pudiendo llevar a cabo por las muchas
dificultades para salir adelante”. También agrega, que están estudiando tomar
estos casos en la Asociación de Municipalidades y las Seremis correspondientes,
para adaptar la norma y de esta manera, facilitar la obtención de los permisos.
No es fácil
el tema. Para los que ya tienen uno de estos camiones o furgones, los
resultados no han sido positivos. El camión es, a ciencia cierta, un activo
inmovilizado que necesita moverse y vender, algo que sólo están consiguiendo en
un par de comunas y sólo los fines de semana. Mientras no cambien nuestras
leyes, las cosas seguirán igual. Y ya sabemos cuánto se demora la democracia
nacional. (JAE)