ZABO REGRESA AL BARRIO
LASTARRIA
Hay un algo
europeo en la casona que alberga -entre otros- al restaurante Zabo. Luego de
ubicarse por varios años en la Plaza Mulato Gil, en pleno barrio Lastarria y
también en Bellavista, su propietario Patryk Zablocki logró un cómodo lugar en
la calle Merced, frente al Bombón Oriental y el teatro Ictus, Allí, y con
patente de alcoholes recién estrenada, el Zabo pretende convertirse nuevamente
en referente en esta zona, uno de los mejores barrios gastronómicos y
turísticos de nuestra capital.
Hace un par
de años, a las tiendas de diseño independiente ubicadas en un precioso patio
interior de Merced 346 llegaba gente, pero no en masa. Lo visitaban clientas quienes
compraban regalos en el bazar Ahora o Nunca o mamás que querían ver ropa para
sus hijos en Miniatura.
Pero luego
abrió el Café Colmado, que atrajo nuevos visitantes. A esta oferta ahora se
sumó Zabo y el lugar poco a poco comenzó a revolucionar el sector. Para los que
no conocen la apuesta, el concepto de sushi y cócteles nace no sólo por la idea
de tener un restaurante con platos y tragos auténticos, sino que crear un
complemento entre ambas cosas. Su imponente barra revela que el licor favorito
de la casa es el vodka: hay de todas partes, tamaños, colores y sabores.
Zablocki cuenta que la frescura de los tragos preparados con éste destilado se
complementa con la sazón de la comida japonesa.
Allí llegué
con el fin de conocer este nuevo emprendimiento ambientado como lounge, con
sillones, mesas bajas y otras más altas con sus respectivas sillas. Para
empezar, el caballito de la casa en lo que respecta a cócteles, un refrescante
Pepinoska, con pepinos, limón, vodka de pera y goma elaborada en casa. Luego,
un destacado Sakana Tataki ($7.900), una mezcla fría de atún, salmón, pulpo
(blandísimo) y camarones, todo macerado en aceite de sésamo y limón, con
cebollín y jengibre. Un plato cuyo sabor queda en mi recuerdo.
Pero sólo
sería el comienzo, ya que de la nada (o sea, de la cocina) aparecieron unas
maravillosas gyosas ($3.800); unas pequeñas Causas de camarón ($5.900) y un
equilibrado cebiche Zabo ($7.800), que congeniaron de maravilla con un sour
elaborado con Tabernero, uno de los buenos piscos peruanos.
Sin ser
adicto ni fanático de los rolls (que varían entre los $4.600 y 7 mil pesos),
ese invento japo-norteamericano que ha dado la vuelta al mundo, y de una
extensa lista, nuevamente solicité el más preciado por los clientes que visitan
el local. No era uno sino dos los más
solicitados: el Mulato ($6.200), con camarón, queso crema y tinta de calamar, y
el Dragon Roll ($7.200), con camarón tempura, cebollín y queso crema envuelto
con anguila y palta y cubierto por una dulce y picante salsa sriracha.
Agradable
lugar. Adecuado para parejas o grupos que van con el fin de compartir los
platos. Una bonita terraza llena de plantas aumenta la capacidad del Zabo a
casi el doble de clientes. Buena mano en la cocina y un servicio atento con
bastante conocimiento de una carta donde también destacan algunos platos
típicos de la gastronomía peruana, como el ají de gallina ($7.800) y el lomo
saltado ($9.200). Como bonus track, a mediodía, toda la carta de platos está
sujeta a un descuento del 35%, lo que no deja de ser atractivo.
En resumen:
para iniciados y fanáticos en esto de los rolls y para todos los que gustan compartir
platos alrededor de una amena mesa. A pesar de estar en pleno barrio Lastarria,
una atmósfera de tranquilidad envuelve este Zabo, donde el vodka es la estrella
y la comida japo-peruana son los planetas.
Zabo / Merced 346,
local H / Barrio Lastarria / 2 2639 9925