LA HOLANDESA DEL AÑO
NUEVO
Los
domingos son fomes esté donde se esté. Más aun cuando ese domingo es 1 de enero.
Hay un algo inexplicable en el ambiente. Tienen razón los que hablan de
fomingos, pero este día fue especial.
Me
había acostado temprano el día anterior ya que no tenía panorama alguno. Poco
invitan a los veteranos la noche de año nuevo. Me levanté aburrido. Leí el
diario por Internerd ya que así me ahorro unos pesitos. Llamé a mi paquita con
la sana intención de invitarla a almorzar y me contó que estaba trabajando.
Luego, otra amiga me mandó a la cresta. ¡Me acosté a las siete de la mañana y
ando con una caña que ni te cuento! ¡Llámame la próxima semana!
Mala
cosa. Todo partía al revés.
De
aburrido y lateado salí a estirar las piernas. Encaminé mis pasos hacia la
plaza Brasil y aparte de una viejita con una bolsa de yute que traía del
almacén, no me topé con nadie más. ¿Dónde se habrían metido todos?... hasta los
perros vagos dormían plácidamente en el pasto. El panorama era feo. Pero algo
distrajo mi atención. En una banca de la plaza encontré sentada a una pelirroja
ma-ra-vi-llo-sa. Andaba de shorts, hawaianas, una raída blusa que mostraba
harta pechuga y una mochila a su lado. Me acerqué a ella y más encantado quedé.
Fumaba, por lo tanto era una buena excusa para pedirle fuego. Me detengo a su
lado y mostrándole el cigarrillo, le digo.
Me
pasa su encendedor y me dirige un par de palabras inentendibles.
-
¿Hablas español?... ¿Spanish?
Movió
la cara negativamente.
-
¿French?
Igual
movimiento negativo.
Saca
un mapa de su mochila y me muestra su lugar de origen ¡Era holandesa! Por tanto
hablaba en neerlandés y con cueva algo de alemán.
Ahora
el que movió la cabeza negativamente fui yo.
Ambos
reímos. No teníamos por donde comenzar una amistad. Le dije con las manos que
esperara y llamé a una amiga alemana para que me diera un par de datos. El
calor y la calentura llamaban a una fría cerveza y posiblemente un sangúche.
Pero había que saber cómo se decía en alemán. De mala gana –y también con la
caña viva- mi amiga me da la traducción: Bier
trinken? Hunger
haben?
La
pelirroja sonríe y acepta con un gesto de aprobación. Como a nadie le falta
dios, encontré una sanguchería abierta a una cuadra de la Plaza. La guacha
tenía sed y hambre y solita se mandó al buche dos fricas y una gorda, además de
tres birras. Bueno, era una mochilera. Yo, un lomito con palta y dos chelas.
Ocupamos
varias servilletas para comunicarnos. Así supe que se llamaba Drika y que tenía
34 años. En otro dibujo que hizo me enteré que quería darse una ducha y
cambiarse de trapos. Le ofrecí mi departamento y nuevamente sonrió.
-
Danke, Exe. Sehr liebenswürdig!
Le
pasé una toalla grande y el secador de pelo de mi paquita. Le indiqué dónde y
cómo cerrar la puerta del baño y le mostré el lugar donde estaba el jabón, el
shampoo y acondicionador. Ella entró al baño con su mochila, hizo un mohín y me
besó la punta de la nariz, mientras siento su mano incursionar por mi bragueta.
Ni
saben lo que me imaginé. Más feliz que unas pascuas me senté en el sofá a
esperarla. Antes, obvio, pasé por mi dormitorio y me tomé una pastillita azul.
No quería (ni podía) fallar en estas circunstancias.
Las
cervezas hicieron estragos. Me quede profundamente dormido y desperté
sobresaltado. La ducha aun corría y así continuó por diez largos minutos.
Golpeé la puerta del baño y no tuve respuesta. En esos momentos pensé que la
gringa estaba desfallecida con tanta agua. Abro y veo la cortina corrida, la
ducha funcionando y nadie en el baño. Tampoco estaba el secador de pelo y menos
el shampoo, el jabón ni los perfumes de Sofía. La condenada se los había
llevado. Fui al escritorio y tampoco estaba mi notebook. ¡Gringa rechuchasumadre!,
grité.
Llamé
al conserje y me contó que “mi amiguita” había salido veinte minutos atrás.
Salí tras ella y lógicamente no la encontré. Fui a la comisaría a estampar la
denuncia y cuando estaba dándole los datos del computador a un carabinero de
guardia, aparece Sofía, mi paquita.
- ¿Qué haces aquí, Exe?
No
tuve más remedio que contarle mi aventura.
-
Eres un estúpido Exe. Nunca aprenderás. Parece que lo lacho te supera. La
holandesa no es tal. Vivió en Holanda, es cierto, pero es una ratera que
engatusa a veteranos como tú. Menos mal que la sacaste barata. La “gringa” te
metió una pastilla en la cerveza para que te durmieras mientras ella revisaba
tu departamento. Suerte la tuya que no tienes tarjetas de crédito ni cheques.
Es una de sus especialidades. Parece que tendré que enseñarte mucho. No sé por
qué te quiero tanto, debe ser que te pareces a mi papá. ¡Arriba el ánimo,
hombre! En cinco minutos termina mi turno. ¿Vamos por una cerveza y luego a tu
departamento?
¡Qué
manera de comenzar el año!!!
Exequiel Quintanilla