PARA LOS COCINEROS
OLVIDADOS
Pero
nos estamos saliendo del tema. El gran impulso a nuestra gastronomía fue obra y
gracia de Guillermo Rodríguez hace ya treinta años. Él, en conjunto con la
plana mayor del hotel Plaza San Francisco decidieron elaborar una cocina
chilena de mantel largo, algo que aún mantienen (y con gran éxito). Luego se
fueron sumando más cocineros a esta cruzada, varios a decir verdad. Sin embargo
entre ellos hay poco que los una. Posiblemente la pasión por el producto
chileno pero nada más. Se conocen ya que son vecinos, pero entre ellos no
comparten absolutamente nada. Cada uno navega en su propio bote… y eso lo hace
todo más difícil.
Es
raro esto de los cocineros (ya que no los quiero llamar chefs). Cada uno en su
lugar y poco o nada comparten. A ese ritmo, difícil será exportar nuestra
gastronomía. Aun así, cuando se inicia septiembre, todos los ojos se dirigen a
nuestra cocina republicana. Ahí aparecen guisos olvidados y recetas del año de
la cocoa impulsadas mayoritariamente por cocineros sin nombre alguno. Para
ellos va este artículo y reconocimiento ya que nuestra cocina sigue viva
gracias a ellos.
Esos
cientos de cocineros son los que mantienen vivas nuestras tradiciones. Los hay
desde Arica a nuestro extremo sur y gracias a ellos podemos disfrutar de toda
una tradición culinaria propia. Cocineros en su gran mayoría autodidactas, que
aplican todo el saber y el sabor para elaborar una cazuela de esas enjundiosas,
un valdiviano lleno de picardía o un glorioso congrio frito con ensalada
chilena. Los grandes chefs podrían sentirse menoscabados con estos dichos, pero
lo cierto es que es difícil superar platos de larga tradición chilena. ¿Quién
está detrás de los arrollados del San Remo? ¿Quién detrás de una merluza frita
en el mercado de Coquimbo?
Hay
manos generosas y gentiles. Manos sin nombre pero de una calidad tremenda.
Quizá (y seguro) no saben cortar en emincé, ni en juliana ni menos brunoise.
Para ellos chiffonade bien podría ser un apellido. Pero tienen en la sangre el
sabor. El sabor y el aroma. Y eso nadie debe desconocer.
Ahí
esta gran parte de nuestra cocina. Los grandes chefs se han preocupado de
engrandecerla y de buscarle una linda presentación con nombres estrambóticos y
elegantes que generalmente la acompañan con vinos de prestigio. Pero la
realidad de nuestra cocina tradicional no está en ellos. Es cierto que hacen un
gran aporte, pero la base sigue estando en el pueblo. Ese que ha mantenido sus
tradiciones a través de los años y que cada septiembre gozamos a concho
Si
fuésemos más inteligentes, ellos serían nuestros maestros. Sin embargo la gran
mayoría está en el olvido. Para esos cocineros sin nombre, van las notas de
esta semana (Juantonio Eymin)