ANTUMALAL
Escuchar el silencio
Detalles
como sus sillones, elaborados con cordeles que se renuevan todos los años para
no envejecer el producto. Detalles como habitaciones cuyo cuadro principal es
su ventanal con vista al lago y un comedor donde la cocina está adaptada a sus
pasajeros -sin gasificaciones ni emulsiones innecesarias-, pero con un sabor inmaculado,
propio de una cocina de largo aliento, donde el producto nativo es primordial y
los requerimientos de los clientes se convierten en prioridades.
Sentir
el silencio es novedoso para los que vivimos en ciudades donde el ruido es el
rey. El espacio del Antumalal es tan grande (4 hectáreas) que es posible
escuchar el silencio a pesar de que el hotel recibe niños y muchas parejas
llegan con sus hijos aun en coches de cuna. Acá el respeto por el pasajero se
cumple como una ley no escrita y no es necesario hablar fuerte, ya que donde
reina el silencio, todos lo respetan.
Pero
no crean que sea aburrido. Todo lo contrario. Hay de todo y para todos. Desde
servicio a la habitación a un maravilloso y cómodo bar para disfrutarlo con una
amplia gama de licores. Pequeños espacios dan la tranquilidad necesaria para
trabajar o leer mientras las chimeneas -que inundan el lugar- mantienen su
chisporroteo durante todo el día. Para los aventureros, el Antumalal ofrece
excursiones con guías propios y otras exclusividades como rafting, golf, pesca,
termas y paseos a caballo. Acá y a pesar del silencio, nadie se aburre.
El
Spa es visita obligada. Con piscina interior y exterior, hidromasajes y una
completa lista de terapias está a disposición de sus pasajeros. Una construcción
nueva que al estar oculta bajo la superficie no interfiere con el paisaje que
entrega este espectacular hotel.
El
comedor “Restaurante del Parque”, con una vista panorámica al lago Villarrica,
recibe a sus pasajeros y turistas que llegan a la zona con la finalidad de
degustar las especialidades preparadas por la chef María Ignacia Jara, quien
descubrió en San Pedro de Atacama que podría ser buena cocinera. Cinco años de
costoso aprendizaje en el norte de Chile que cautivaron y lograron convencer a
los propietarios del hotel Antumalal que podrían modernizar el estilo clásico
que mantuvo este lugar durante décadas. En la actualidad y en este comedor sureño,
Maya -como todos la conocen-
propone una gastronomía cálida y que provoca
sentimientos, aprovechando el producto local como cordero, trucha o ciervo, en
base a recetas donde las salsas son un tremendo aporte, ya que una de sus
fortalezas es la preparación de las carnes silvestres. Una promesa,
considerando que la mayoría de sus clientes son exigentes y el lugar debe
competir con bastantes alternativas gastronómicas que ofrece la zona.
Con
huerta propia, coloridas verduras y frutas llegan a la mesa, adornando los
albos manteles como si una pintura se tratara. La quínoa -tan de moda entre los
turistas extranjeros que llegan al Antumalal- es una de las guarniciones más
solicitadas, acompañándola con habas cuando se trata de una Trucha a la
mantequilla y limón; o con aceitunas, para acompañar un garrón de cordero
magallánico.
Las
pastas -elaboradas en casa- hacen un aporte interesante a la carta de
especialidades. Pappardelle con cordero, Ravioles rellenos de jaiba e incluso
una apetitosa lasaña de verduras hacen posible una buena cantidad de variantes
para los pasajeros de este clásico establecimiento.
Como
buen ejemplo de la inmigración europea, los postres son de gran factura: desde
el clásico murtilla-membrillo (el postre oficial de la zona sur) hasta una
Tarte tatin de peras (la original) con helados de gran factura, hacen del dulce
final de cada comida algo enviciante.
En
resumen: un buen lugar donde llegar, comer y aprovechar las instalaciones
anexas, como sus cómodas habitaciones, un gran Spa, piscinas, sauna, jardines,
chimeneas… y un silencio que se convierte en cómplice para la salud mental en
estos agitados tiempos. (Juantonio Eymin)
Hotel Antumalal / Camino
Pucón a Villarrica Km.2, Pucón / 45244 1011