EL OCIO Y LA MATERIA
PRIMA
Heme
aquí. De vacaciones. Prácticamente echado todo el día en la arena bajo el sol
de la cuarta región. Mi paquita en Temuco. Yo, bastante más al norte que ella
soslayándome con la belleza de las sanjuaninas y mendocinas que pasean cerca de
mi vista. Mis sponsors visuales, casi todas turistas del otro lado de la
cordillera, ocupan unas tangas que poco dejan a la imaginación. Yo, hombre
serio y respetuoso, las miro de soslayo y pienso que mi época no eran así. Nací
en el momento inadecuado, reflexiono mientras termino de darle el bajo a una
petaca con gin tónica que preparé en casa antes de venir a la playa
Todo
era paz y ocio hasta que recibí un llamado del jefe. Quería una crónica para
esta semana. Insistió que la revista debía salir en febrero y que yo debía
escribir algo. ¿Para qué, jefe, sin nadie lee en esta época?
-
Para no perder continuidad, Exe
- Jefe, pero usted podría hacer un mix de artículos anteriores, tal como lo hacen
los canales de TV y así somos todos felices. Además, estoy de vacaciones y
usted dele que dele con su pasquín…- No Exe. Acá no hacemos reciclados. Mándame una crónica gastronómica de esa región
- Jefe, aquí hay más minas que gastronomía, repliqué
- Escribe lo que quieras, pero envíame el articulo el lunes a más tardar.
¡Con todo respeto!!! |
A
buen entendedor, pocas palabras. Y aquí estoy. Sentado frente a un PC sin saber
qué diablos escribir. Para ser sincero, no he ido a ningún boliche esta semana.
Podría escribir de los que tengo en carpeta, pero son de Santiago y no serían
creíbles. La vida en vacaciones es diametralmente opuesta a la que vivo
normalmente en la capital. Allá me nutro en variados ambigúes, acá, en
terminales pesqueros y ferias. Es más. Aunque extraño a Sofía, me las he
arreglado bastante bien sin su compañía. Todos los días, de madrugada, a eso de
las 11 de la mañana, me asomo por la caleta a ver que hay para almorzar. Y la
lista no es poca. Locos, caracoles, lapas, machas (de la zona); palometa, congrio
colorado, lisa, mono, pichihuén, vieja, apañado, jurel (del bueno) corvina y un
largo etcétera. Toda una inyección de Omega 3. Nada comparado ni comprado en
los camiones que vienen de la capital cargados de reinetas, merluzas australes
y salmones.
Con
esta variedad de pescados y mariscos ¿Quién pretendería ir a un restaurante a
cenar? Mil perdones. Yo no. Con tanta materia prima de calidad en una zona
donde los tomates tienen olor y saben a tomate; la albahaca a albahaca y mil y
una verduras que vienen del valle del Elqui con sabores incomparables,
resultaría incómodo -para este veterano- no aprovechar las maravillas que se
cultivan en la zona, para cocinarlas luego de la manera más sencilla posible.
Mientras
bebo un tumbo sour, elaborado con un fruto primo hermano del maracuyá, pienso
en la gastronomía de la región. Acá realmente se come mejor en las casas que en
los boliches. Pocos aprovechan las delicatesen del mar y de la tierra que
ofrece la región. Cinco jureles por “luca”, igual valor para tres jaibas y suma
y sigue. Por esa razón no he recalado en tinelo alguno. Y por lo demás, estoy y
me siento de vacaciones. Ya vendrá marzo y nos concentraremos nuevamente en el
tema gastronómico.
Los
que vengan a Coquimbo, La Serena y sus alrededores, dense una vuelta por el
terminal pesquero del puerto pirata. Es un paraíso. Luego, cruce a la feria
agrícola y verá maravillas. Aliméntese con productos de la zona y verá que
tengo razón. La carne y sus derivados, déjelas para marzo o abril. Hoy es
fiesta de pescados, mariscos y verduras. Y aunque cuesta encontrar, escoja un
vino de la región. Cada día están mejores.
Exequiel Quintanilla