CAPICÚA
Algo
no calzaba en la carta de sánguches que estaba leyendo. Como novedad ofrecían
carne de guanaco marinado en calafate y salsa de guayaba, todo esto aplicado a
sánguches originarios del norte de Chile. ¿De qué tamaño seria la “huella de
carbono” de este emparedado donde el guanaco proviene del altiplano y el
calafate del extremo sur del país? ¿Sería bien visto por el público joven,
adepto a esta informal forma de comer y disfrutar, pero más ecologista que
nunca? El mozo, un simpático y sobre exigido colombiano, ni siquiera sabía qué
era un guanaco, así que dejando las aprensiones de lado, decidí pedirlo,
degustarlo y comentarlo.
Estaba
en el Capicúa, una comentada sangucheria ubicada en Manuel Montt con Valenzuela
Castillo, donde un nuevo edificio da cabida a varios mini restaurantes que
ocupan las anchas veredas de la avenida para instalar mesas y paraguas contra
el sol. Gusto de muchos, el lugar a la hora de almuerzo estaba de tope a tope y
el mozo intentaba – con una eterna sonrisa- aplacar las demoras en la cocina ya
que una parte de sus clientes eran empleados que sólo tenían un horario de
colación para el almuerzo. Yo y mi acompañante decidimos beber una copa
tranquilos antes de comer, con la finalidad de no alterar más al pobre cocinero
que debía estar sudando sangre a esa hora. Así apareció una copa de sauvignon
blanc de viña Torres (2.500) y un sour macerado en rica-rica (3.500), esa
hierba aromática nortina que ha intentado sin éxito conseguir la fama del
merquén.
Los
propietarios del local, dos profesionales sin conexión alguna con la gastronomía,
han logrado el reconocimiento de sus clientes gracias a sus buenas ideas y
buena panadería (que no es propia). Ciabatta, marraqueta, hamburguesa, pita y
sopaipillas son las bases de sus sánguches, donde han logrado enlazar cada
producto con el pan que corresponde. Así llegó a nuestra mesa un pan ciabatta
con atún sellado (7.900), pimiento morrón, espárragos, berros, pepino y
mayonesa, donde cada agregado tenía su razón de ser, a pesar del mal manejo en
el descongelamiento del atún, algo que si bien es un pecado, en este caso es
venial.
Como
final de película de suspenso… el guanaco resultó ser patagónico, algo que me
reconfortó bastante ya que si bien son la misma especie que el nortino, su
alimentación -y posterior consumo- tiene grandes diferencias. Rica carne que en
este sánguche presentado en pan de hamburguesa (6.900) se acompañaba con pasta
de guayaba, champiñones salteados (muy buenos), apio, berros y mayonesa. Una
apetitosa combinación que dejó en claro las dudas iniciales y que permite
reconocer que acá se preocupan del producto y por ello aceptar que la fama
lograda en poco tiempo tiene asidero.
En
resumen: como bar, funciona bastante bien. Tiene especialidades y si bien sólo
se manejan con la viña Torres en vinos y espumantes, sus precios son bastante
aceptables. Como sangucheria también es convincente, ya que apuesta por la
calidad y el buen producto. Si apoyaran el servicio en horas donde la demanda
es fuerte, este lugar debería seguir subiendo peldaños en esta concurrida y a
la vez competitiva avenida.
Ya
es tarea para la casa corregir los problemas de la carta. Es simpático
encontrarse con especialidades del norte, centro y sur de nuestro país, pero
hay que hacerla bien, ya que cada día que pasa los clientes se vuelven más exigentes
y es necesario mostrar profesionalismo en toda la problemática que implica
tener un restaurante. Desde la recepción hasta la despedida. Y eso hay que
trabajarlo.
Capicúa / Av. Manuel
Montt 748, Providencia / 23270 0556