martes, 15 de mayo de 2018

MIS APUNTES



CAPICÚA

Algo no calzaba en la carta de sánguches que estaba leyendo. Como novedad ofrecían carne de guanaco marinado en calafate y salsa de guayaba, todo esto aplicado a sánguches originarios del norte de Chile. ¿De qué tamaño seria la “huella de carbono” de este emparedado donde el guanaco proviene del altiplano y el calafate del extremo sur del país? ¿Sería bien visto por el público joven, adepto a esta informal forma de comer y disfrutar, pero más ecologista que nunca? El mozo, un simpático y sobre exigido colombiano, ni siquiera sabía qué era un guanaco, así que dejando las aprensiones de lado, decidí pedirlo, degustarlo y comentarlo.

Estaba en el Capicúa, una comentada sangucheria ubicada en Manuel Montt con Valenzuela Castillo, donde un nuevo edificio da cabida a varios mini restaurantes que ocupan las anchas veredas de la avenida para instalar mesas y paraguas contra el sol. Gusto de muchos, el lugar a la hora de almuerzo estaba de tope a tope y el mozo intentaba – con una eterna sonrisa- aplacar las demoras en la cocina ya que una parte de sus clientes eran empleados que sólo tenían un horario de colación para el almuerzo. Yo y mi acompañante decidimos beber una copa tranquilos antes de comer, con la finalidad de no alterar más al pobre cocinero que debía estar sudando sangre a esa hora. Así apareció una copa de sauvignon blanc de viña Torres (2.500) y un sour macerado en rica-rica (3.500), esa hierba aromática nortina que ha intentado sin éxito conseguir la fama del merquén.

Los propietarios del local, dos profesionales sin conexión alguna con la gastronomía, han logrado el reconocimiento de sus clientes gracias a sus buenas ideas y buena panadería (que no es propia). Ciabatta, marraqueta, hamburguesa, pita y sopaipillas son las bases de sus sánguches, donde han logrado enlazar cada producto con el pan que corresponde. Así llegó a nuestra mesa un pan ciabatta con atún sellado (7.900), pimiento morrón, espárragos, berros, pepino y mayonesa, donde cada agregado tenía su razón de ser, a pesar del mal manejo en el descongelamiento del atún, algo que si bien es un pecado, en este caso es venial.  

Como final de película de suspenso… el guanaco resultó ser patagónico, algo que me reconfortó bastante ya que si bien son la misma especie que el nortino, su alimentación -y posterior consumo- tiene grandes diferencias. Rica carne que en este sánguche presentado en pan de hamburguesa (6.900) se acompañaba con pasta de guayaba, champiñones salteados (muy buenos), apio, berros y mayonesa. Una apetitosa combinación que dejó en claro las dudas iniciales y que permite reconocer que acá se preocupan del producto y por ello aceptar que la fama lograda en poco tiempo tiene asidero.

En resumen: como bar, funciona bastante bien. Tiene especialidades y si bien sólo se manejan con la viña Torres en vinos y espumantes, sus precios son bastante aceptables. Como sangucheria también es convincente, ya que apuesta por la calidad y el buen producto. Si apoyaran el servicio en horas donde la demanda es fuerte, este lugar debería seguir subiendo peldaños en esta concurrida y a la vez competitiva avenida.   

Ya es tarea para la casa corregir los problemas de la carta. Es simpático encontrarse con especialidades del norte, centro y sur de nuestro país, pero hay que hacerla bien, ya que cada día que pasa los clientes se vuelven más exigentes y es necesario mostrar profesionalismo en toda la problemática que implica tener un restaurante. Desde la recepción hasta la despedida. Y eso hay que trabajarlo.


Capicúa / Av. Manuel Montt 748, Providencia / 23270 0556