¡¡¡YO TENÍA TRES
CAMIONES… Yo tenía tres camiones!
Corría
el año 1872 cuando a Walter Scott se le ocurrió que podía vender pasteles y
sándwiches por las calles de Providence (Rhode Island) en un carro de caballos.
“Era una buena idea, ya que en el siglo XIX los restaurantes de Estados Unidos
cerraban a las 20:00 y, además, Walter podía ir donde estuvieran sus clientes”,
opina Richard Gutman, uno de los mayores expertos en food trucks del mundo.
Poco
a poco el carro fue desplazado por un camión, la idea se extendió a otras
ciudades y la oferta gastronómica se sofisticó hasta que, en 2008, Kogi’s Roy
Choi conquista Los Ángeles con sus tacos de barbacoa asiática, hito que marca
el nacimiento de los food trucks actuales.
En
Estados Unidos los Food Trucks, vehículos adaptados como restoranes móviles que
van en búsqueda de los consumidores, ya son parte de la cultura y cada estado
tiene sus propias leyes que regulan su funcionamiento.
Si
bien los carritos comunes ofrecían algodón de azúcar o palomitas, los Food
Trucks entregan variedades de comida que van desde platos rápidos hasta los más
gourmet; poseen cocinas industriales de alta tecnología y no tienen una
ubicación específica, sino que se trasladan por distintos lugares.
En
países como Reino Unido, Francia, Alemania, Bélgica y Canadá, las leyes fueron
modificadas para este modelo de negocio, no obstante, en Chile y otros países
latinoamericanos como México, Colombia y Argentina, esto aún no sucede, a pesar
que según un estudio realizado por la empresa publicitaria McCann, la comida
callejera genera US$127.000 millones al año en la región.
En
Chile, la única normativa sobre elaboración y expendio de alimentos en carros
en la vía pública, es el Decreto N° 977 de 1996, denominado Reglamento
Sanitario de Alimentos. El decreto sólo autoriza la venta de alimentos y
bebidas envasadas, excepto en casos en que pueden ser procesados, elaborados y
vendidos en carros, como la fruta
confitada, palomitas de maíz (cabritas), algodón de azúcar, masas fritas sin
relleno (sopaipillas), vegetales procesados, empanadas de queso, té y café,
sándwich fríos y calientes en base de cecinas cocidas y mote con huesillo; por
lo que no existe autorización para platos más elaborados y tampoco para
desplazarse como lo requieren los food trucks.
No
es fácil el tema. Para los que ya tienen uno -o más- de estos camiones o furgones, los
resultados no han sido positivos. El camión es, en estos momentos, un activo
inmovilizado que necesita moverse y vender, algo que sólo lo están consiguiendo
en un par de comunas y particularmente los fines de semana (o en ferias
cerradas). Mientras no cambien nuestras leyes, las cosas seguirán igual. Y ya
sabemos cómo funciona la burrocracia (sic) en Chile.