EL LIMÓN DEL CÓCTEL
Y
es que tiene mucha lógica, porque si un hielo se puede contaminar con cien
bacterias, las naranjas y limones, además de esas cien, ya de origen, traen
otras tantas, y durante los diferentes transportes, rodando por mercados,
almacenes mayoristas, fruterías, y en la propia despensa del bar, lo que pueden
llegar a coger, ni lo especifico, porque sería una narración escatológica, pero
si lo analizásemos, les aseguro que se parecería más a una alcantarilla que a
un producto comestible.
Cuando
hacemos un jugo no pasa nada, porque la piel cumple su función, que es
precisamente la de aislar la pulpa de los agentes patógenos que pululan por el
ambiente, pero si usamos las cáscaras (tanto las de limón como las de naranja
tienen un delicioso sabor, completamente diferente al del jugo, que sirve para
especiar mil bebidas y comidas), o si ponemos esa rodajita de limón en el
gintonic, como lo que estamos sumergiendo es la propia piel, entonces, hay que
tomar medidas.
Y
no me refiero a tener un esterilizador de hospital, la idea es sencillamente
poner a remojo un par de minutos esos limones enteros en un poco de agua con
unas gotas de cloro, luego se lavan, se secan, y ya tenemos unos limones
limpios y relucientes, listos para ser usados de cualquier forma.
¿Es tan elevado el costo como para evitar una medida higiénica que debería ser obligatoria?
Particularmente
creemos que no, y de hecho en casa también debería hacerse, porque no nos
engañemos: las mismas porquerías tienen los limones que van al bar, las tenemos
en nuestra casa, y las buenas costumbres deben empezar por uno mismo.
Los
cítricos suelen venir casi todos con un tratamiento de protección que consiste
en una finísima película de cera que se vaporiza en origen. De esta forma la
propia piel se aísla de los agentes agresivos externos para ofrecer un mejor
aspecto al comprador (si nos fijamos en los limones caseros, su piel suele
tener picotazos, mordeduras, etcétera, mientras que los que compramos en
bolsitas, parece como si hubiesen salido de una máquina).
Esta
cera, que por supuesto no es tóxica, tiene sin embargo un problema, y es que al
ser adherente, actúa como un imán sobre todo tipo de microbasuras (cuando
agarren uno de estos limones industriales verán que tienen un tacto algo
pegajoso, que una vez lavado, desaparece), y así, cuando lo metemos en el
trago, nos libera de una tacada todos los miasmas que ha ido recogiendo por
media geografía nacional.
Y
no he dicho nada de esos boliches donde cortan las rodajitas por la mañana, y
cuando llega la noche están resecos, oxidados y con caquitas de mosca, porque
doy por hecho que los lectores son personas de buen gusto que no frecuentan
esos locales, pero que, de haberlos, los hay.