EL BARCO DE DON GAVIOTA
¿Busca una picada?
¡Don
Gaviota… don Gaviota!... le gritaban los chicos del barrio cuando veían salir a
Carlos Oyarce -joven, pero de pelo entrecano- desde su casa en Recoleta a
entregar pescados y mariscos a los clientes que tenía en Santiago. Una historia
larga para este clasificador de riesgos bancarios que un día decidió vender
pescados y mariscos a hoteles y restaurantes. Pronto descubrió que sus
clientes, si bien eran buenos, trabajaban con su crédito, así que decidió
instalar su propio negocio. Y en el mismo Recoleta y con el apodo que le daban
los chicos del barrio nació Don Gaviota.
Estrecho
en sus inicios, una casa esquina de color celeste albergó esta verdadera
picada.
Tras
16 años de trabajo aún puede considerarse como uno de los lugares emblemáticos de una capital que cada día vive más mirando a la
cordillera. Acá, cerca de nada y lejos de todo a pesar de su cercanía, muchos
van por las delicias de una cocina del mar que a buenos precios conquistó a
medio mundo por su frescura y tradición.
Pero
quería crecer y lo hizo hasta donde fue posible. Hace unos años encontró en la
Av. Einstein -una amplia y cómoda calle de la misma Recoleta-, una casona a la
venta. La compró y tras años de trabajo donde ocupó toneladas de acero y
maderas sureñas, hace unos meses terminó de construir su “barco”, el que
comenzó a recibir hace algunas semanas a un variopinto público que lo sigue
desde sus inicios.
Como
unos erizos de Caldera. En lebrillo de greda con salsa verde que se comen con
fruición. Cebiche de corvina (como debe ser), camarones nacionales (esos que
tienen gusto), machas, ostiones, locos, congrio, atún, chupes, caldillos,
pulpos nortinos y un cuantuay de opciones marinas que día a día repletan estas
instalaciones.
Como
toda picada que se precie, don Gaviota vive atento a todo, desde la mercadería
que llega hasta el saludo fraterno a sus clientes. Su mujer, Patricia Vargas,
atenta a lo que sucede en las mesas. Pan, mantequilla y pebre no faltan en
ellas. Mal que mal, con los años de experiencia ya conocen el negocio de punta
a rabo. ¿Los vinos? A precio de botillería. Baratísimos.
Congrio
frito y papas fritas de fondo. Una gran presa de congrio colorado apanado con
buenas papas fritas como para pensar que aún se puede comer rico en Santiago
por poca plata. De postre, el tradicional de la casa, leche asada y suficiente
para dos personas. En realidad, una picada (¡y con boleta!) de esas que ya poco
se ven en nuestra capital.
Buenos
estacionamientos en una calle tranquila es también otro “bonus track” de este
“Barco”, aunque llegar en Uber o Cabify es una de las mejores opciones ya que
su coctelería y carta de vinos entusiasma a cualquiera. Dos pisos y una
capacidad cercana a los 200 comensales garantizan el producto fresco, como
recién sacado de la caleta. Con un atento servicio y agradables ambientes, poco
le costará hacerse fan de este barco que, pese a que está recién abierto, ya
navega por aguas tranquilas y confortables.
A
veces es bueno salir de la zona de confort para conocer una verdadera picada
marina en la capital.
El Barco de Don Gaviota
/Av. Einstein 930, Recoleta / 22457 8563/