¿HACIA DÓNDE
VAMOS?
Trece
años con toque de queda (desde el 11/9/1973 al 3 /1/1987) me da el conocimiento
necesario para entender la situación de nuestros restaurantes luego de casi un
mes sin poder atender en forma normal, más aún cuando este movimiento se ha
salido de madre, donde almorzar o cenar se convierte en una suerte de turismo
aventura, ya que el comensal no sospecha qué sucederá antes o después de una sencilla
salida a comer.
Vemos
llamados en las redes sociales solicitando regresar a nuestros restaurantes
para ayudarlos a subsistir –de milagro- ante este estallido vandálico, ya que
el movimiento social hace días que dejó claro lo que tenía que decir. Pero los
vándalos no tienen intención de dejar la calle y, sobrepasando a la autoridad
policial, destruyen lo que tanto ha costado construir.
La
población está temerosa y eso dificulta el normal funcionamiento del comercio
en general. Nada funciona y a pesar de que todos ansiamos la normalidad
ciudadana (sin importarnos si en el parlamento se agarren simbólicamente a
patadas, ya que igual reciben sus pagas y prebendas a fin de mes), necesitamos
regresar a mover el país, ya que es la única posibilidad de que el sector gastronómico
y hotelero nacional pueda seguir brindándonos el placer que buscamos cada vez
que los visitamos. Esto no significa que todo siga igual que antes. Al
contrario. Ojalá con paz se pueda lograr los cambios necesarios –sean los que
sean- de nuestra Carta Magna, que logre romper un modelo fracasado. Pero para
ello hay que tratar de tener un país funcionando y que las instituciones –que
tan mal lo han hecho hasta ahora- sean capaces de salir de su propia modorra e
intereses económicos y lograr un país único, sin exclusiones ni sometimientos.
No
queremos quiebras por la vía de la asfixia económica. Menos saqueos o
incendios. La gran mayoría de nuestros restaurantes son emprendimientos
personales y bien sabemos que a las Pymes gastronómicas, no las quieren ni los
bancos, ni las juntas de vecinos, ni Sesma y menos el SII. Acá no hablamos de
derechas o de izquierdas. Hablamos de clientes, que son lo que nos importan.
Conocí, como dije en un comienzo, el desastre provocado en el rubro durante los
años difíciles de la dictadura. Muchos no vivieron esa experiencia y piensan
que una mesa, como la de la foto que ilustra este artículo, es el principio de
este “nuevo Chile” que quieren construir. No comparto el neoliberalismo, pero
tampoco el comunismo. Merecemos respeto ya que siempre hemos buscado ser un
país mejor, pero nadie quiere que esto se mantenga por largo tiempo. Sería un
tremendo desastre. (JAE)