martes, 3 de diciembre de 2019

LA NOTA DE LA SEMANA




SI HUBIÉSEMOS FUMIGADO A TIEMPO…

Siete semanas de fastidio y aun nadie se pone de acuerdo.

Posiblemente todos nuestros lectores tienen conocidos, amigos y colaboradores de todos los colores políticos. Al menos este cronista piensa que en la hotelería y gastronomía tenemos que ser transversales y atender a todos los clientes por igual. Y así ha sido durante años. Lamentablemente, desde el 18 de octubre, cuando comenzó el estallido social, todo cambió y lo que pensábamos que sería un cambio real para todos los que vivimos en esta patria; cuando veíamos soluciones casi inmediatas, de corto plazo y con la efectividad suficiente para no hacerle daño a la economía, los políticos y los vándalos opinaron lo contrario. Hoy, siete semanas después, tenemos ciudades (o parte de ellas) totalmente destruidas, y leyes trancadas por la gran burocracia que existe en el país.

Hay un dicho que pocos conocen pero que se hace real en esta escalada violentista: shubiésemos fumigado a tiempo, todo estaría solucionado. Y este refrán calza perfectamente con la clase política -en general- que no tiene ganas de avanzar, ya que para ellos están en juego sus cargos, y con ello su manutención millonaria con platas estatales (o nuestras, como dicen por ahí). Lo lamentable es que la situación está a punto de hacer reventar las Pymes gastronómicas, que bien sabemos son la mayoría de los restaurantes. 

No fumigamos a tiempo absolutamente nada. Ni a los vándalos, ni al poder ejecutivo, ni al legislativo, ni al judicial. Tampoco lo hicimos con la corrupción empresarial ni el delito de cuello y corbata. Posiblemente no nos interesaba. Sin embargo, la amenaza no se detendrá en el corto plazo. Durante todas estas semanas, el narcotráfico ha estado infiltrándose en todas las esferas públicas y privadas. Tampoco fumigamos a tiempo.

Posiblemente el problema social pasó por egoísmos mal entendidos: “mientras a mí me vaya bien, el resto que se joda”. Y al final, todos nos fuimos al carajo. 

Desgraciadamente estamos llorando bajo la leche derramada. Tratemos, al menos, y cada uno dentro de su trinchera, encontrar las soluciones que la clase política ni los violentistas nos han querido dar. Chile se lo merece.