CUPIDO KITSCH
El
calendario se teñirá de rosados y rojos este viernes. A decir verdad, un fin de
semana completo que servirá a los restaurantes para equilibrar sus ingresos de
febrero. Aparte de rosas y chocolates, salir a comer es uno de los mejores
panoramas para los enamorados (y no tanto), que necesitan demostrar su amor con
un buen plato de comida.
Sería
casi imposible recomendarles restaurantes ad hoc para esos días. Me han llegado
decenas de propuestas que, de publicarlas, el lector caería en un sueño
profundo. Me atrevería a pensar que San Valentín es el santo grial de los
propietarios de los restaurantes (y de sus mozos). Todo lleno es fiesta. Es el
gran día de febrero para la gastronomía, después de todo lo mal que lo han
pasado desde octubre pasado.
Y
este año es un viernes. No será un día, serán al menos dos o jornadas de
jolgorio gastronómico. La torta se degustará varios días.
Casi
todos los restaurantes entregarán un menú especial. Cargado (en su mayoría) a
alimentos seudo afrodisíacos: ostras y champagne; ostiones y rosé; centolla y
sauvignon; trucha y pinot noir… y como son inteligentes, los chefs no lo
mandarán a la casa con el estómago pesado. Esa no es la idea… ¿Capice?
San
Valentín (como otras tantas fechas) fue invento de los gringos y su sociedad de
consumo. Nosotros, copiando al pie de la letra la ocasión, somos capaces de
comprar una torta con corazones rosados y violetas gracias a la anilina y
mandar flores teñidas con mensajes escritos. Es cierto. Durante San Valentín
vivimos en la raya entre lo picante y lo snob… entre lo freak y lo kitsch. ¡Hay
de todo y para todos!
Amén…