COLOR CASTAÑO
OSCURO
La
industria de la entretención -para muchos, la industria de la felicidad-, está,
luego de 7 semanas inactivas (o cincuenta días) en una encrucijada que cada día
es más compleja.
Cuando
se inició esto del Covid 19, muchos pensaron que sólo era un ave de paso y que
las consecuencias serían posible asimilar y corregir con el transcurso del
tiempo. Pocos pensaron que, pasado dos meses del cierre de la industria, recién
estábamos en un comienzo y que los problemas de mayo son más difíciles y
complicados que los de marzo. No hay turistas, nadie sabe cómo se comportará el
cliente luego de la pandemia, ni cuáles serán las disposiciones o las nuevas
normas para funcionar que exigirá la autoridad sanitaria, ya que la industria
gastronómica es una de las más complicadas por tener altos peligros de
contagio.
Muchos
restaurantes no resistirán los meses que vendrán sin ventas. Con o sin los
créditos bancarios que ofreció el gobierno (y que de poco le sirvió al rubro,
ya que los bancos les cerraron las puertas a las pequeñas pymes, rechazando -a
la fecha- el 17% y manteniendo pendiente
de aprobación el 47% de las solicitudes) pensamos -aparte de que el año está
perdido-, que la actividad recién podrá comenzar a recibir clientes en
primavera, o sea, en septiembre, siempre y cuando se cumplan las mejores predicciones
de los expertos sanitarios.
Será
el momento de sacarnos el sombrero para felicitar a los que tuvieron las
agallas (y espaldas) para mantener su negocio sin ventas durante tantos meses.
También lamentar las quiebras y los miles de empleos perdidos. Fue duro el
golpe ya que el boom que vivió la hotelería y la gastronomía (con soberbias
aperturas que ponían al país como uno de los más brillantes de la región), se
fuera al diablo de la noche a la mañana y se perdieran todos los sueños,
esperanzas y expectativas.
Realmente,
no éramos lo que creíamos.