CONNY… MI NUEVA VECINA
Entre
tanto entrar y salir de mi departamento ñuñoíno, el sábado me percaté que el departamento
contiguo estaba desocupado y que llegaban nuevos arrendatarios. A los que
vivimos en estos silos humanos, poca importancia le damos al hecho. Total, casi
todos los fines de semana se ven camiones con colchones y comedores entrando o
saliendo. En este caso tendría vecinos nuevos. ¿Qué tal serán?, me pregunté.
No
sé si será por el Alzheimer progresivo o la poca importancia del hecho, que se
me olvidó por completo eso de tener nuevos vecinos. Estaba oscureciendo cuando
regresé a casa luego de una partida de dominó en Las Lanzas y, como en estos
primeros días de invierno hace frío, decidí guardarme temprano. Agarré el
control remoto y comencé a pasearme por todos los canales imaginables. Ley de Murphy:
cuando quieres ver algo decente en la pantalla, nunca hay nada. Extrañaba a mi
paquita ya que estaba sentida conmigo. Para peor, los sábados no puedo contar
con mis amiguitas ya que todas tienen panoramas más atractivos.
Como
a nadie le falta un Dios, me sobresalté con el sonido del timbre. Pocas veces
llega alguien a mi depa. Miré por el ojo mágico y descubrí una chica rubia
(koleston), de pelo cortito y bastante apetecible.
Abrí
la puerta y me estira la mano.
-
Buenas noches señor. Soy Conny, su nueva vecina
-
Un gusto señorita Conny, contesté siguiéndole el juego. Yo soy Exe. ¿A qué se
debe esta visita?
-
Ay… lo que pasa es que me encanta tener buenas relaciones con mis vecinos. ¿Te
puedo decir Exe?
- Me lo esperaba, Conny.
-
¿Tienes azúcar?
La
muy chúcara lo dijo mirándome a los ojos.
-
Cla… claro que tengo. ¿Cuánto necesitas?
- Ay, Exe. Eso de necesitar es otra cosa, pero
con dos cucharaditas de azúcar me puedo preparar un café. Aun no encuentro la
caja donde vienen las cosas de la cocina.
-
¿Y tienes café?
-
¡Eso supuestamente te lo pediría después!, rio
-
¿Vives sola?
-
¿Y tú también?, respondió.
-
¿Y qué haces?
-
En estos momentos mendigo por dos cucharadas de azúcar, pero si es el día a
día, me puedes encontrar como chica diamante en escort.com
-
¿Y trabajarás acá… en el depa del lado?
-
No seas pelotudo. Acá sólo llegaré a dormir. ¿Seré un peligro para ti?
-
Para nada. Sólo preguntaba, y ya que estás sola, ¿te tomas el café acá?
-
¿Tienes algo más fuerte?
-
No sé si te gusta el whisky…
-
¡Me fascina! -Creo que seremos muy buenos amigos.
¡Diablos!
Mi vida se está poniendo cada vez más complicada. Ahora, una chica diamante
viviendo a mi lado. ¿Sabrá ella que no tengo plata? ¿Sabrá que a estas alturas
de mi vida su cuerpo emociona, pero eso a la vez mata?
Trago
en mano me contó que trabajaba de escort o algo así. Que acompaña a gerentes de
grandes compañías a cerrar negocios y que en su portafolio tiene bastantes
empresas. Que se vino a vivir a Ñuñoa para bajarle el perfil a sus ingresos y
que el Audi que tiene estacionado en el subterráneo es un comodato de una
compañía de seguros que la tiene contratada para hacer “algunos negocitos”.
-
Estoy juntando dinero. Mi profesión es como la de los tenistas, ¡a los 38,
cagaste!
- ¿Y cómo te mantienes tan rica?, le pregunte
con todo el desparpajo de un veterano que nunca había conocido una chica
diamante.
-
Cremas caras, perfumes caros, masajes, sauna y Pilates.
-
¡Eres de película!
-
Si, Exe, pero real.
Al
segundo whisky le dio calor. Yo estaba perturbado e intrigado por esta divinidad
de la dos por dos. – “¿Sabes, yo no trabajo los miércoles? Así que, si quieres,
podríamos cenar, esta vez en mi casa, la próxima semana”
-
¿Y si me da calor?
-
No te preocupes por ello, lindo. El lunes vienen a poner aire acondicionado al
departamento
-
¿Y si me da frío?
-
Para eso tengo una frazada eléctrica, querido- respondió guiñándome un ojo.
Levantó
sus largas piernas y se paró del sillón. –“Es tarde” -dijo, y se las emplumó a
su departamento. Me dejó un beso en la nariz (posiblemente lo más grande que
tengo) y me prometió junta para el miércoles. Les juro que el depa quedó con
aroma a perfume caro y a feromonas. Apagué el aparato de TV y partí a dormir.
Soñé con ella y no les puedo contar mis sueños oníricos. A la mañana siguiente,
tarde ya, bajo la puerta de mi depa diviso una tarjeta. Era blanca y de
opalina. A un lado una marca de sus labios con rouge y al otro un número de
celular.
La
plusvalía de mi ego sube cada día. Conny, o cómo diablos se llame, volverá este
miércoles. No cabe duda que el edificio donde vivo está lleno de hormonas a
punto de reventar. Esas mismas que me llevarán al cementerio uno de estos días.
No será difícil: ¿De qué murió don Exe? ¡Por lacho!, dirán todos. ¿Quiere ser
como yo cuando viejo? ¡Cámbiense a Ñuñork! ¡Acá pasa de todo!
Exequiel Quintanilla