martes, 4 de agosto de 2020

RECUERDOS DE DON EXE


CONNY… MI NUEVA VECINA

 Entre tanto entrar y salir de mi departamento ñuñoíno, el sábado me percaté que el departamento contiguo estaba desocupado y que llegaban nuevos arrendatarios. A los que vivimos en estos silos humanos, poca importancia le damos al hecho. Total, casi todos los fines de semana se ven camiones con colchones y comedores entrando o saliendo. En este caso tendría vecinos nuevos. ¿Qué tal serán?, me pregunté.

 No sé si será por el Alzheimer progresivo o la poca importancia del hecho, que se me olvidó por completo eso de tener nuevos vecinos. Estaba oscureciendo cuando regresé a casa luego de una partida de dominó en Las Lanzas y, como en estos primeros días de invierno hace frío, decidí guardarme temprano. Agarré el control remoto y comencé a pasearme por todos los canales imaginables. Ley de Murphy: cuando quieres ver algo decente en la pantalla, nunca hay nada. Extrañaba a mi paquita ya que estaba sentida conmigo. Para peor, los sábados no puedo contar con mis amiguitas ya que todas tienen panoramas más atractivos.

 Como a nadie le falta un Dios, me sobresalté con el sonido del timbre. Pocas veces llega alguien a mi depa. Miré por el ojo mágico y descubrí una chica rubia (koleston), de pelo cortito y bastante apetecible.

 Abrí la puerta y me estira la mano.

 - Buenas noches señor. Soy Conny, su nueva vecina

- Un gusto señorita Conny, contesté siguiéndole el juego. Yo soy Exe. ¿A qué se debe esta visita?

- Ay… lo que pasa es que me encanta tener buenas relaciones con mis vecinos. ¿Te puedo decir Exe?

 - Me lo esperaba, Conny.

- ¿Tienes azúcar?

 

La muy chúcara lo dijo mirándome a los ojos.

 - Cla… claro que tengo. ¿Cuánto necesitas?

 - Ay, Exe. Eso de necesitar es otra cosa, pero con dos cucharaditas de azúcar me puedo preparar un café. Aun no encuentro la caja donde vienen las cosas de la cocina.

- ¿Y tienes café?

- ¡Eso supuestamente te lo pediría después!, rio

- ¿Vives sola?

- ¿Y tú también?, respondió.

- ¿Y qué haces?

- En estos momentos mendigo por dos cucharadas de azúcar, pero si es el día a día, me puedes encontrar como chica diamante en escort.com

- ¿Y trabajarás acá… en el depa del lado?

- No seas pelotudo. Acá sólo llegaré a dormir. ¿Seré un peligro para ti?

- Para nada. Sólo preguntaba, y ya que estás sola, ¿te tomas el café acá?

- ¿Tienes algo más fuerte?

- No sé si te gusta el whisky…

- ¡Me fascina! -Creo que seremos muy buenos amigos.

 ¡Diablos! Mi vida se está poniendo cada vez más complicada. Ahora, una chica diamante viviendo a mi lado. ¿Sabrá ella que no tengo plata? ¿Sabrá que a estas alturas de mi vida su cuerpo emociona, pero eso a la vez mata?

 Trago en mano me contó que trabajaba de escort o algo así. Que acompaña a gerentes de grandes compañías a cerrar negocios y que en su portafolio tiene bastantes empresas. Que se vino a vivir a Ñuñoa para bajarle el perfil a sus ingresos y que el Audi que tiene estacionado en el subterráneo es un comodato de una compañía de seguros que la tiene contratada para hacer “algunos negocitos”.

 - Estoy juntando dinero. Mi profesión es como la de los tenistas, ¡a los 38, cagaste!

 - ¿Y cómo te mantienes tan rica?, le pregunte con todo el desparpajo de un veterano que nunca había conocido una chica diamante.

- Cremas caras, perfumes caros, masajes, sauna y Pilates.

- ¡Eres de película!

- Si, Exe, pero real.

 Al segundo whisky le dio calor. Yo estaba perturbado e intrigado por esta divinidad de la dos por dos. – “¿Sabes, yo no trabajo los miércoles? Así que, si quieres, podríamos cenar, esta vez en mi casa, la próxima semana”

 - ¿Y si me da calor?

- No te preocupes por ello, lindo. El lunes vienen a poner aire acondicionado al departamento

- ¿Y si me da frío?

- Para eso tengo una frazada eléctrica, querido- respondió guiñándome un ojo.

Levantó sus largas piernas y se paró del sillón. –“Es tarde” -dijo, y se las emplumó a su departamento. Me dejó un beso en la nariz (posiblemente lo más grande que tengo) y me prometió junta para el miércoles. Les juro que el depa quedó con aroma a perfume caro y a feromonas. Apagué el aparato de TV y partí a dormir. Soñé con ella y no les puedo contar mis sueños oníricos. A la mañana siguiente, tarde ya, bajo la puerta de mi depa diviso una tarjeta. Era blanca y de opalina. A un lado una marca de sus labios con rouge y al otro un número de celular.

 La plusvalía de mi ego sube cada día. Conny, o cómo diablos se llame, volverá este miércoles. No cabe duda que el edificio donde vivo está lleno de hormonas a punto de reventar. Esas mismas que me llevarán al cementerio uno de estos días. No será difícil: ¿De qué murió don Exe? ¡Por lacho!, dirán todos. ¿Quiere ser como yo cuando viejo? ¡Cámbiense a Ñuñork! ¡Acá pasa de todo!

 Exequiel Quintanilla