martes, 14 de julio de 2009

LA NOTA DE LA SEMANA

CHIMBOMBO
¡Y qué jue…!

Nos pusimos finos pa’ tomar. Fue mi primer comentario tras ver el último programa Contacto en la TV local. Pascual Ibáñez y Margaret Snook, dos expertos catadores extranjeros radicados en Chile y muy amigos de Lobby, le colocaban nota a los vinos y licores que toma nuestra juventud. Esa que indudablemente cada día bebe más alcohol y que por sus escuálidos ingresos vía mesada (¿habrá que subírselas?) no dudan en comprar vinos en caja, chimbombos y licores baratos.

¡Como si nunca los hubiésemos tomado!

Lo que antes era una garrafa o chuica, ahora es un práctico chimbombo plástico. Los que frisamos canas debemos recordar cuántas garrafas de tinto o blanco de dudosa reputación nos bebimos añadiéndole fruta en lata o natural. Obvio que con bastante azúcar, para que fuese más dulcecito.

En la época en que el argentino Old Smuggler era el único whisky que se podía beber en Chile (de alto precio para más encima) y la popular grapa y el aguardiente eran los alcoholes más solicitados, no llegaban al país rones de 23 años ni añosos blends escoceses. Ni hablar del vodka. Eso no se conocía. Tomábamos en esos entonces lo que ahora los expertos lo encuentran vomitivo o para suicidarse. Coñac, pipeño, chacolí, grapa, aguardiente, vino blanco o tinto eran las opciones. No importaba si el vino estaba algo “picado”. Lo bebíamos apuradito para que no se fuera a descomponer aun más. Poco trabajo habrían tenido nuestros actuales y necesarios sommeliers en esos años. El vino era vino; y el licor, “juerte”.

Hoy, con uno de los ingresos per cápita más altos de la Región, nos sentimos más refinados. Hablamos de cepas, de múltiples destilaciones y de años de guarda en barricas francesas. Sin embargo, basta darse una vueltita por cualquier pueblo cercano a la capital y con mayor razón fuera de Santiago (evitando no mandarlos a comunas populares), para darse cuenta que nos estamos poniendo algo snobs y soberbios. Los reyes en esas botillerías y supermercados no son las marcas de alcurnia ni botellas con premios y puntajes en el Wine Spectator. Allá se toma en caja, en chimbombo y cuando hay visitas, una botella litrera de un vino tradicional. Jote y pisco a raudales, rones en caja y, para los más finos, gin Booth’s, la infaltable botella de Cinzano y una mentita, para las señoras.

Esa es la realidad. Triste, pero nuestra. Y punto.