martes, 4 de agosto de 2009

LOS CONDUMIOS DE DON EXE


AFTER OFFICE EN EL CROWNE
(Cuentos reales comestibles y bebestibles)

Por esas cosas de madre -y madre hay una sola-, Mathy debía ir a tramitar no sé qué papeles al Colegio de Arquitectos, ya que su hija que vive en Iquique necesitaba un certificado para participar en una propuesta en esa ciudad. Como el Colegio queda cerca de la Plaza Italia y a ella le asustan esos lugares, me puso cara de compungida para que la acompañara. -De ahí nos vamos a beber algo, me juró. Yo, a sabiendas que si no la acompañaba me iría muy mal en mi futuro sentimental, puse mi mejor cara y partimos, en Metro, hasta la estación Baquedano.

Menos mal que el famoso Colegio esta cerca del Metro. Cuando llegamos pocas personas estaban ahí. El trámite, que debía ser corto, demoró más de la cuenta ya que según Mathy, su hija debía no se cuántas cuotas de colegiatura (cosas que ni pregunto ni me meto… más vale el diablo por viejo que por diablo…). Así que la vi cuando sacaba su chequera y extendía un cheque al cajero. Madre al fin y al cabo, pensé mientras revisaba algunas viejas revistas de arquitectura con fotos del Santiago antiguo y el actual.

Salimos casi a oscuras. A metros de distancia divisamos el clásico Crowne Plaza.

- ¿Te tinca ir al after office del Crowne?
- ¿After qué?, pregunté.
- After office, respondió
- Linda, ¿y qué tenemos que ver nosotros ahí? De que yo recuerde tú nunca has pisado una oficina y yo ya ni me acuerdo cuando trabajaba…
- No seas menso Exe. Los after office no son otra cosa que los antiguos Happy Hours. Creo que le cambiaron el nombre ya que es difícil encontrar gente feliz cuando sale del trabajo.
- ¿Y nos dejarán entrar?
- Lógico pues (colocando la misma voz del spot de la Claudita Conserva cuando paga las cuentas en un camión). ¿Vamos?
- Será pues, respondí remedándola. Mientras caminábamos a nuestro destino Mathy me cuenta: - ¿Sabías Exe que en Japón, donde se consumen muy pocas grasas, el índice de ataques al corazón es menor que en Inglaterra y Estados Unidos. Por otro lado, en Francia, donde se consumen bastantes grasas, también el índice de infartos es menor al de esos dos países?... ¿Y en la India, donde apenas se bebe vino tinto, también es menor? ¿Y que en España, donde se bebe muchísimo vino tinto y se come demasiado chorizo, el índice de isquemias es menor que en los países angloparlantes? … ¿Y lo mismo pasa en Argelia y en Brasil, países donde se hace mucho el amor...?

- ¿Y eso qué? Pregunté
- ¡Me tinca que lo que mata es hablar inglés!, contestó muy seria


Riéndonos llegamos al hotel. Me encanta la Mathy, mi difunta tía Adelaida tenía razón. Entramos y nos recibió un lobby con varios turistas de múltiples nacionalidades y algunas bellas azafatas. Algunas, ya que habían otras que ya deberían estar cuidando nietos en vez de atender en los aviones. A la izquierda, el bar. Casi, casi lleno de gentes. Al centro del bar, un gran buffet con una variedad de cositas ricas para comer. Delikatessen le llaman los petimetres del vocabulario. Una agradable moza nos cuenta de la oferta: dos tragos por persona y todo lo que se desee comer del buffet por 7 lucas.

- Linda, esto es más barato que Las Lanzas. Con razón me invitaste, comenté mientras ponía en un plato unas ricas empanaditas de queso y unas alitas de pollo con un aderezo que se veía apetitoso. Ella, en otro plato, escogía salmón ahumado, aceitunitas, guacamole y nachos, platos que compartimos mientras bebíamos un sour de cítricos, una rica mezcla de limón, pomelo, mandarinas y pisco, obvio.

- ¡Cantante pa’ más encima!, le comenté mientras en un rincón y bajo el son de un piano, una melodiosa voz ponía ambiente al lugar. Casi la invito a bailar. La moza, al ver nuestras copas vacías se acerca y nos consulta si deseábamos seguir con lo mismo o cambiar de trago. –Lo mismo, dijimos al unísono, mientras nos levantábamos para pasar por segunda vez al buffet que era renovado constantemente. Ella escogió postres; yo, sushi. En el fondo, fue casi, casi una cena.

La moza nos contó que estos after office los ofrecen desde martes a viernes desde las siete de la tarde y duran hasta las nueve, nueve y media. Para los fumadores hay un ambiente separado y, a decir verdad, el taxi de regreso nos salió tanto o más que la cuenta de la experiencia vivida.

-Guachito, me dijo llegando a casa (cuando dice guachito la cosa se viene difícil), No sacaste la vista de la moza que nos atendía. ¿Qué tal? Viejo verde y lacho te has puesto este último tiempo.

- Querida, yo soy igual que los diabéticos. No los dejan comer nada pero igual tienen derecho a leer el menú ¿No lo crees lógico?

-Tienes razón Exequiel. En realidad no vale la pena gastarme por ti, mientras no empieces a tirar las manos eso si. ¡Viejo loco!

Exequiel Quintanilla

Bar Trafalgar, Hotel Crowne Plaza, Alameda 136, Santiago Centro, fono 685 5030