MAMUT
MEJOR PROPUESTA QUE NOMBRE
¡Si no fuera por el nombre!, pensaba cuando me retiraba de este local de cadena ubicado en Providencia… Si no fuera por el nombre hace rato que lo tendría en mi lista de los favoritos a la hora de ir con la familia, con compañeros de trabajo o a beber un trago. Con reminiscencias a los miles de locales de comida casual que existen en los Estados Unidos, uno de repente puede pensar que está en el corazón de gringolandia. Sólo salva el idioma ya que el resto es tomado con pinzas de estos locales que alimentan a la gran mayoría de la población norteamericana.
A ver y saber: un gran establecimiento casi encerrado en una esquina en la plazuela Diego de Velásquez, en la Av. 11 de Septiembre entre Lyon y Pedro de Valdivia. Su capacidad es para 350 personas cómodamente sentadas en dos grandes comedores y donde casi 60 empleados se turnan para atender y alimentar a toda hora a sus clientes ya que abren desde el desayuno ($1.690 y con huevos). Ojo que sus precios son casi irrisorios para la calidad del producto. Su amplia carta destaca por los ya clásicos picoteos como 12 alitas de pollo con salsas a $ 3.790; unas buenas papas fritas con salsa mil islas por $ 2.590, o una docena de camarones apanados con salsa y papas fritas por $ 3.990. Para beber, cócteles, cerveza o vino. Este último, casi, casi a precio de botillería (Syrah Cono Sur $ 4.790). Para los fondos, ensaladas, costillar de cerdo, lomo veteado, pollo, sándwiches y pasta a elección.
Sorprende la calidad y el tamaño de los platos. Es como para darse un atracón con comida sin maltratar la billetera. El servicio, universitario, aporta a la informalidad del lugar. Y la cuenta final, esa que se agradece después, es significativamente más económica que muchos otros lugares que viven más del marketing que del producto real.
Personalmente no soy adicto a las salsas made in USA ni el ketchup, pero existe la opción de obviarlas o cambiarlas. Y eso se agradece. No hay manteles ni servilletas de género ya que su público no lo exige. Lleno a mediodía de oficinistas languidece a mediatarde pero regresan turistas que albergan en los alrededores y los eternos happyadictos a la hora del ocaso. Sus cocinas cierran a medianoche. Un plus para los que buscan alguna alternativa a esas horas.
Es un local de cadena con diez restaurantes repartidos en Concepción, Curicó, Los Andes y Santiago. No puedo dar fe de ninguno de ellos (aunque me insisten que todo es similar) y sólo les puedo recomendar el que visité la semana recién pasada. Si va con los “menuditos” de siempre, ellos tienen su propia carta para “kids”, con spaghetti, pollo apanado, burgers, empanadas y helados, todos los platos por menos de $2.300. O sea, como para cuidar el presupuesto en forma digna y querendona.
Altamente recomendable para pasar un buen rato en un restaurante con onda diferente y con una gastronomía que sin ser de mantel largo, no decepciona para nada. Al contrario. Da gusto encontrarse y conocer establecimientos como el descrito, donde hasta el café final es mejor que lo acostumbrado.
¡Si no fuera por el nombre! (Juantonio Eymin)
MEJOR PROPUESTA QUE NOMBRE
¡Si no fuera por el nombre!, pensaba cuando me retiraba de este local de cadena ubicado en Providencia… Si no fuera por el nombre hace rato que lo tendría en mi lista de los favoritos a la hora de ir con la familia, con compañeros de trabajo o a beber un trago. Con reminiscencias a los miles de locales de comida casual que existen en los Estados Unidos, uno de repente puede pensar que está en el corazón de gringolandia. Sólo salva el idioma ya que el resto es tomado con pinzas de estos locales que alimentan a la gran mayoría de la población norteamericana.
A ver y saber: un gran establecimiento casi encerrado en una esquina en la plazuela Diego de Velásquez, en la Av. 11 de Septiembre entre Lyon y Pedro de Valdivia. Su capacidad es para 350 personas cómodamente sentadas en dos grandes comedores y donde casi 60 empleados se turnan para atender y alimentar a toda hora a sus clientes ya que abren desde el desayuno ($1.690 y con huevos). Ojo que sus precios son casi irrisorios para la calidad del producto. Su amplia carta destaca por los ya clásicos picoteos como 12 alitas de pollo con salsas a $ 3.790; unas buenas papas fritas con salsa mil islas por $ 2.590, o una docena de camarones apanados con salsa y papas fritas por $ 3.990. Para beber, cócteles, cerveza o vino. Este último, casi, casi a precio de botillería (Syrah Cono Sur $ 4.790). Para los fondos, ensaladas, costillar de cerdo, lomo veteado, pollo, sándwiches y pasta a elección.
Sorprende la calidad y el tamaño de los platos. Es como para darse un atracón con comida sin maltratar la billetera. El servicio, universitario, aporta a la informalidad del lugar. Y la cuenta final, esa que se agradece después, es significativamente más económica que muchos otros lugares que viven más del marketing que del producto real.
Personalmente no soy adicto a las salsas made in USA ni el ketchup, pero existe la opción de obviarlas o cambiarlas. Y eso se agradece. No hay manteles ni servilletas de género ya que su público no lo exige. Lleno a mediodía de oficinistas languidece a mediatarde pero regresan turistas que albergan en los alrededores y los eternos happyadictos a la hora del ocaso. Sus cocinas cierran a medianoche. Un plus para los que buscan alguna alternativa a esas horas.
Es un local de cadena con diez restaurantes repartidos en Concepción, Curicó, Los Andes y Santiago. No puedo dar fe de ninguno de ellos (aunque me insisten que todo es similar) y sólo les puedo recomendar el que visité la semana recién pasada. Si va con los “menuditos” de siempre, ellos tienen su propia carta para “kids”, con spaghetti, pollo apanado, burgers, empanadas y helados, todos los platos por menos de $2.300. O sea, como para cuidar el presupuesto en forma digna y querendona.
Altamente recomendable para pasar un buen rato en un restaurante con onda diferente y con una gastronomía que sin ser de mantel largo, no decepciona para nada. Al contrario. Da gusto encontrarse y conocer establecimientos como el descrito, donde hasta el café final es mejor que lo acostumbrado.
¡Si no fuera por el nombre! (Juantonio Eymin)
Mamut: Diego de Velásquez 2051, Providencia, fono 792 6882