miércoles, 11 de agosto de 2010

LA NOTA DE LA SEMANA

DE CRUCEROS Y ALGO MÁS

Hay materias que no dominamos completamente pero al escuchar las noticias nos damos cuenta de poco interés que tienen nuestros gobernantes (los actuales y los anteriores) para hacer de Chile un país turístico. Es posible que no se quieran quemar en temas cotidianos, pero aun así el problema es complejo y requiere de mucha voluntad.

El destino Chile, como recalada de cruceros (una importante actividad turística que recibía al menos cien mil extranjeros sólo en el puerto de Valparaíso) se está hundiendo por una burocracia increíble.

De partida, las tarifas que cobran a cada barco de pasajeros que arriba a estas costas son tan altas que algunos prefieren pasar de largo y recalar en Argentina y Uruguay. La actividad alcanzó su peak durante la temporada 2008-2009, cuando arribaron más de 104 mil turistas al terminal de pasajeros de Valparaíso. Al año siguiente sólo llegaron 68 mil; es decir, un 35% menos.

Las pérdidas no son despreciables para el comercio de las ciudades costeras. Cada turista gasta hasta US$120 diarios, considerando los servicios de agencias de turismo, taxis y buses. En total, se estima que en la temporada 2008-2009, la mejor de nuestra historia, los cruceros dejaron del orden de US$ 40 millones a la economía local.

La primera lectura que se hizo de la caída que se precipitó al año siguiente fue que la crisis económica había hecho mella en la actividad a nivel global y que Chile no había sido la excepción. Sin embargo, durante la misma temporada, los desembarcos en Buenos Aires aumentaron 10%, inyectando importantes recursos frescos al turismo de esa ciudad.

Cifras de la Corporación de Puertos del Conosur advierten que mientras los costos extraportuarios para una nave de 181 metros de eslora y 684 pasajeros que arriba a Valparaíso es de US$ 21 mil, en Ushuaia llegan a US$ 13 mil.

Aparte de las tarifas portuarias y extraportuarias, hay otra restricción que está conspirando contra la actividad: los cruceros no pueden usar sus casinos de juego en aguas chilenas, situación que genera millonarias pérdidas a estas empresas durante los 14 días que pueden tardar en recorrer los cuatro principales puertos locales. En Argentina y Uruguay, en cambio, sí pueden operar libremente.

A esto se suma las ventajas geográficas y de infraestructura que ofrecen las ciudades del Atlántico. Buenos Aires, Montevideo y Ushuaia tienen terminales de pasajeros propiamente tales. En el sur de Chile, en cambio, sólo existen refugios para pasajeros en tránsito.

¿Qué tal, Garay? ¿Estamos o no estamos con el turismo en nuestro país? ¿Para qué sirven los representantes de la actividad turística nacional, los famosos gremios que pesan menos que un paquete de cabritas? A decir verdad, muchas preguntas y ninguna respuesta.

Nos estamos acostumbrando. Y eso es malo.