Lima gastronómica
MISTURA, LA GRAN FERIA
Los ¡OH! de asombro fue lo más repetido por todos los chilenos los que llegaron a Lima la segunda semana de septiembre para visitar Mistura, la Feria Gastronómica de Lima. ¡OH! Por ser una de las mayores muestras netamente gastronómicas que se realizan en el mundo y por el tremendo esfuerzo desplegado para recibir a más de 200 mil personas en un gran parque adaptado para la ocasión. ¡OH! Por organizar eventos, charlas, concursos, actividades culturales y espectáculos durante los seis días que duró la feria.
Un ¡OH! de envidia también ya que más de 5 mil personas trabajaron con el único afán de convertir Mistura en la feria más grande del mundo y por congregar la cocina de 31 restaurantes y más de 100 “carretillas” (puestos de comida callejera), que no paraban de ofrecer sus productos y donde largas filas para comprarlos estaba absolutamente fuera de nuestra lógica.
Admiración por sus más de mil variedades de papas, por sus frutos y vegetales que crecen en uno de los países con mayor diversidad de tierras y climas. ¡OH! por su dulce de leche y por su pisco; por el café peruano y su repostería; por sus cebiches y por la comida amazónica; por los tamales y por los anticuchos de corazón; por los chicharrones y por el ají; por la cebolla morada y por una multitud peruana que nos brindaba una sonrisa cada vez que se nos salía algún chilenismo.
Asombrado por la limpieza de Lima y su gente; por un endemoniado trafico; por sus maravillosos jugos y cremoladas, por sus “salchipapas”, un nuevo producto callejero. Ciertamente pensé que si esta feria se realizara en Chile, seguramente tendría una reina. Acá en Mistura la reina fue la gastronomía peruana.
Impresionado ya que a pesar de que en la feria se podía beber pisco y cerveza a destajo, no divisé en los tres días que la visité y a ninguna hora a alguien “pasadito” en tragos. Al contrario, era como una fiesta familiar.
Y como la cocina peruana es un culto que tiene orgulloso a su pueblo y todos aman su comida, se da el caso que aplauden más al chef Gastón Acurio, uno de los gestores de esta iniciativa, que al propio Presidente Alan García. Lo vi en vivo y en directo.
Grandes chefs en vivo y en directo: Pedro Subijana, Jordi Roca, Quique DaCosta, Gastón Acurio, Astrid Gustche, Narda Lepez, Rafael Osterling, nuestro Tomás Olivera y muchos más que dictaron sendas charlas temáticas en un auditorium lleno de curiosos y amantes de la gastronomía.
Causa tanto impacto esta feria que un compañero de viaje, cronista gastronómico, comparaba Mistura con las primeras FISA que se hicieron en Santiago. Tal revuelo que Lima vivió seis días de gastronomía a concho y como prometen que el próximo año será aun más grande, espero regresar por más, ya que en tres días no alcancé a conocer toda la feria.
Hay que vivirla. Es difícil traspasar al lector las vivencias y emociones de una gira gastronómica. Es complejo que crean que a las cinco de la tarde del sábado había una cola de cinco cuadras para comprar entradas para ingresar al recinto y que muchos hacían otra fila de dos horas para comerse un cebiche del chino Javier Wong. Eso hay que vivirlo. No hay otra forma (Juantonio Eymin)
Los ¡OH! de asombro fue lo más repetido por todos los chilenos los que llegaron a Lima la segunda semana de septiembre para visitar Mistura, la Feria Gastronómica de Lima. ¡OH! Por ser una de las mayores muestras netamente gastronómicas que se realizan en el mundo y por el tremendo esfuerzo desplegado para recibir a más de 200 mil personas en un gran parque adaptado para la ocasión. ¡OH! Por organizar eventos, charlas, concursos, actividades culturales y espectáculos durante los seis días que duró la feria.
Un ¡OH! de envidia también ya que más de 5 mil personas trabajaron con el único afán de convertir Mistura en la feria más grande del mundo y por congregar la cocina de 31 restaurantes y más de 100 “carretillas” (puestos de comida callejera), que no paraban de ofrecer sus productos y donde largas filas para comprarlos estaba absolutamente fuera de nuestra lógica.
Admiración por sus más de mil variedades de papas, por sus frutos y vegetales que crecen en uno de los países con mayor diversidad de tierras y climas. ¡OH! por su dulce de leche y por su pisco; por el café peruano y su repostería; por sus cebiches y por la comida amazónica; por los tamales y por los anticuchos de corazón; por los chicharrones y por el ají; por la cebolla morada y por una multitud peruana que nos brindaba una sonrisa cada vez que se nos salía algún chilenismo.
Asombrado por la limpieza de Lima y su gente; por un endemoniado trafico; por sus maravillosos jugos y cremoladas, por sus “salchipapas”, un nuevo producto callejero. Ciertamente pensé que si esta feria se realizara en Chile, seguramente tendría una reina. Acá en Mistura la reina fue la gastronomía peruana.
Impresionado ya que a pesar de que en la feria se podía beber pisco y cerveza a destajo, no divisé en los tres días que la visité y a ninguna hora a alguien “pasadito” en tragos. Al contrario, era como una fiesta familiar.
Y como la cocina peruana es un culto que tiene orgulloso a su pueblo y todos aman su comida, se da el caso que aplauden más al chef Gastón Acurio, uno de los gestores de esta iniciativa, que al propio Presidente Alan García. Lo vi en vivo y en directo.
Grandes chefs en vivo y en directo: Pedro Subijana, Jordi Roca, Quique DaCosta, Gastón Acurio, Astrid Gustche, Narda Lepez, Rafael Osterling, nuestro Tomás Olivera y muchos más que dictaron sendas charlas temáticas en un auditorium lleno de curiosos y amantes de la gastronomía.
Causa tanto impacto esta feria que un compañero de viaje, cronista gastronómico, comparaba Mistura con las primeras FISA que se hicieron en Santiago. Tal revuelo que Lima vivió seis días de gastronomía a concho y como prometen que el próximo año será aun más grande, espero regresar por más, ya que en tres días no alcancé a conocer toda la feria.
Hay que vivirla. Es difícil traspasar al lector las vivencias y emociones de una gira gastronómica. Es complejo que crean que a las cinco de la tarde del sábado había una cola de cinco cuadras para comprar entradas para ingresar al recinto y que muchos hacían otra fila de dos horas para comerse un cebiche del chino Javier Wong. Eso hay que vivirlo. No hay otra forma (Juantonio Eymin)