martes, 4 de enero de 2011

LOS CONDUMIOS DE DON EXE

AÑO NUEVO VERDE…
Ni bueno ni malo… todo lo contrario

1 de enero 2011, 5.46 de la madrugada

- ¿El del estribo, Exe?
- ¿De dónde sacas tanta energía Mathy?

Los pajaritos cantaban cuando regresamos a su departamento luego de haber pasado el Año Nuevo en casa de unos amigos de Mathy. Bueno, tan feliz año no fue ya que eran vegetarianos y lo único que vimos de color carne eran unos slices de trucha asalmonada y ahumada que estaban de rechupete. Pero hay que decirlo… una cosa es ser vegetariano y la otra es pertenecer a Alcohólicos Anónimos, ya que pasadas las 12 de la noche apareció una batería de alcoholes varios que salían de un armario que la dueña de casa tenia estratégicamente guardado en el comedor.

Partimos con espumoso… del argentino. Elbec era su marca y bastante aceptable.

- ¿Si le ponemos helado de piña?, dice Mathy

Me extrañó la pregunta. Ella tan fina y delicada de cutis quería ponche a la romana para celebrar Año Nuevo. Me negué argumentando que ya era tarde para preparar el ponche así que se lo tomara solito no más. En la radio sonaba la canción nacional y luego del consabido “un año más… que más da”, el Chico Trujillo en todo su esplendor. Yo esperaba la marcha Radetzky, que es un imperdible en Europa para cada cambio de año, pero acá la cosa es con cumbia…

Pancito negro con cebollitas perla y quesos varios para acompañar. Obvio, 12 uvas y tres cucharadas de lentejas para la suerte. Como poco le hago al espumoso, mis miradas eran para una botella virgen de Stolichnaya que estaba esperándome encima de la mesa del comedor. ¿Hay tónica?, pregunté.

Menos mal que tenían. – “Una cosa es ser vegetariano, -me dice el dueño de casa, -la otra es no saber vivir”. ¿Cómo te gusta?

- En copa con tres hielos y una rodaja de limón, contesté. Lo había aprendido de los chefs Palomo y Olivera que hacen maravillas luego de beber una de estas pócimas. Mathy se encargó del Baileys para las mujeres, esa cola de mono snob que toman los nuevos ricos.

La conversa estaba entretenida pero yo seguía con hambre. La lechuga apacigua pero no termina con ella. Al oído le pregunte a Mathy si sabia de algún McDonald’s en los alrededores. Ella, más sobria que yo en esos entonces, me dice que de regreso a casa me preparara unos huevitos… También ella estaba con hambre.

¿Huevos?, pregunta la dueña de casa… ¿Quieren huevos?

Mathy se sonrojó y dice que no hacen falta, - “aunque bien le harían a Exe para que le baje el alcohol consumido”. Yo, digno, me negué al comentario: - “con dos torrejitas de pan negro estoy listo, les comenté”.

Pensaba en esos entonces en la fiesta que estaría haciendo Colomba, la Ale, Adelita, Fran (una nueva amiga) y lamenté estar hundido en un sillón de la casa de los amiguis de Mathy, los que en vez de tapaditos de pollo o algo más contundente, sirvieron una sopa de espárragos de amanecida con pan negro.

1 de enero 2011. 6 AM.


- ¿Le pongo tocino a los huevos?
- Mathy… ¡¡¡¡los pájaros están cantando!!!
- ¡Me importan un pepino los pájaros! Tengo hambre.
- ¿Te sobraron porotos granados del almuerzo?
- Un poco… ¿quieres?

Raro abrir una botella de cabernet Don Maximiano a esa hora del día (¿o de la madrugada?). Cenamos con un buen vino y luego nos fuimos a acostar con el ombligo paradito. Cerramos las cortinas para hacer de la amanecida una noche casi perfecta. Según los consejos de mi médico, que es brillante en estas materias de trasnoches y amanecidas tardías, seguí su receta al dedillo. “Al acostarse, gluconato de potasio 30 cc, dos paracetamoles, un antiinflamatorio, una domperidona... y al despertar… una chela súper helada. Y si hay angustia, un clonazepam sublingual y a dormir otra vez.”

2 de enero. 4, 30 AM

De regreso en mi departamento aun no logro conciliar el sueño. Entre el espumoso, el vodka tónica, la comida vegetariana, los huevitos, los porotos granados, la amanecida tarde, los medicamentos y todo el exceso, ando “prendido” y acelerado. Mañana vuelve la vida normal. Esa que me gusta y que gozo. Mi panorama viene entretenido. Más aun cuando Mathy parte a Iquique a veranear. Nos hace bien estar alejados un tiempo. Así dicen que son las parejas modernas. Yo me quedaré placidamente en la capital gozando mis amistades y los tugurios que suelo visitar cuando estoy solo. Son dos meses… y ya me estoy preparando a ello.

¿Alguien se anota para mi verano capitalino?

Exequiel Quintanilla