LOS 30 AÑOS DEL VALLE DE CASABLANCA
Hablar de Casablanca y sus vinos es hablar de Pablo Morandé, pionero en este Valle con la producción de vinos blancos. En esos años Pablo trabajaba para la viña Concha y Toro y cuando les presentó el proyecto de plantar parras en un campo lleno de espinos, poco menos lo creyeron loco y desecharon la idea.
Más por lo que le decía el corazón que por una base netamente científica, Pablo Morandé viajó a California, donde recorrió Napa Valley y las viñas cercanas de Carnero, junto a Sonoma. "Era como estar en Casablanca: un clima intermedio, cerca del mar y junto a cadenas montañosas", cuenta. A su riesgo compró 20 hectáreas en 1981, las que tuvo que electrificar, hacer pozos para extraer agua, destroncar y plantar las vides. Una verdadera labor de pionero, como llamó a uno de sus grandes vinos producidos con uvas de la zona.
Hoy el panorama ha cambiado. Cerca de 25 viñas de gran tamaño están instaladas en el Valle de Casablanca y se han preocupado de invertir para aprovechar además los atractivos turísticos del lugar. Así, es posible disfrutar de interesantes ofertas gastronómicas, tours a las bodegas y de las tradiciones del campo chileno al interior de las mismas viñas.
El crecimiento de la industria vitivinícola en el valle de Casablanca ha sido explosivo. Ofrece condiciones únicas para la producción de cepas blancas y los productores esperan completar la madurez del valle con vinos tintos de igual calidad, lo que están logrando con muy buenos pinot noir. Todo gracias a Pablo Morandé, que por allá, en los ochenta, se empecinó que no todo era el Maipo, Cachapoal, Colchagua, el Maule y que existían más zonas en nuestro largo país para elaborar buenos vinos.
Pablo Morandé merece todo nuestro aprecio.