miércoles, 11 de julio de 2012

LA NOTA DE LA SEMANA

BENDITA MINERÍA

Hay fenómenos que una vez que pasan, nos percatamos de que la gastronomía va un poco más allá de nuestras narices. Precisamente ese tema es el que nos convoca esta semana. En el último tiempo, la minería está dando pasos agigantados en nuestro Chile y esa tendencia se manifiesta en la gran cantidad de empleos que ofrece el sector. Las estadísticas demuestran que hay una gran necesidad de personal especializado e incluso algunas mineras están llegando al límite de contratar personal sin mayores estudios y ellas se encargan de especializarlo.

Gran estimulo para los casi veinte mil estudiantes de gastronomía que copan institutos y universidades con el fin de ser los Ferrà del futuro. Al menos existe una fuente de trabajo confiable y segura. Muchos de ellos irán a establecerse en las alturas de nuestro norte para trabajar en compañías extranjeras que tienen recursos para extraer las riquezas de nuestra tierra. Si embargo, y aquí un consejo a los docentes, será necesario enseñarles a nuestros futuros empleados de los casinos de las mineras, que lo que se cocina en las alturas no es parafernalia ni espumitas. La altura requiere calorías y proteínas pero muy bien administradas. Hablamos de la altura ya que pocas mineras están en el plan de la ciudad. Hay que tener coraje para vivir a 3.500 metros de altura y alimentar a toda una población de trabajadores que prácticamente viven en los campamentos, que hoy ya no son colectivos sino verdaderos hoteles.

A los docentes les pedimos que hagan su pega. A los estudiantes que exijan saber más acerca de la forma de vivir y de comer en territorios difíciles. Es esta una gran oportunidad para que la chimenea de cocineros busque un destino que hasta ahora no le era fácil. Si los profesores no les dan pelota, cosa que sucede, lean del tema y prepárense para un futuro mejor. Si la idea es quedarse viviendo en la comodidad de sus pueblos y ciudades, allá ustedes, pero por estos lados la cosa gastronómica está saturada.

Hace un tiempo mirábamos con preocupación (e indignación) el negocio que hacían los institutos y universidades con los alumnos de gastronomía. Hoy se abre una puerta y creemos que no hay que desaprovecharla. Olvídense de Ferrà, de Acurio, de Arzac y de Redzepi. También de Guzmán, Palomo, Mazzarelli y Mandiola. Aplíquense y verán que la vida les sonreirá, aunque sean diez días en el altiplano y cuatro en la ciudad. Varios cocineros ya están trabajando en grandes faenas mineras, pero faltan muchos. Y esta es la oportunidad de la vida.