miércoles, 11 de julio de 2012

RECUERDOS DE VIAJE

LOS DERVICHES DANZANTES
Una ceremonia hipnótica

Una de las situaciones más raras que me ha ocurrido en mis viajes la viví en un pueblito cercano a Göreme, en Anatolia central, donde asistí a un ritual sufi de esos que paran los pelos. Los Derviches Danzantes, que a través del baile, que no es otra cosa que girar y girar al contrario del sentido del reloj, buscan el amor desinteresado de Dios, sin pensar en recompensas o castigos, paraíso o infierno.

El movimiento musulmán de los derviches danzantes nació en estos pueblos, donde las danzas siguen un ritual que simboliza la transformación progresiva que se produce en el enlace místico del hombre con Dios.

Cada gesto y cada movimiento tiene un significado sacro, así como los vestidos: el blanco es el color del luto, la capa negra la tumba, el gorro alargado la lápida.

De esta forma se intenta renunciar a la vida, a la vida terrena, mediante un recordatorio constante de la muerte.

El Sheji (la persona que canta y recita) es el sucesor de Meviana (filósofo y místico islámico, fundador de la orden de los Derviches Danzantes o Giróvagos), y se diferencia por su capa negra. Este representa lo extremo, el lugar de la fusión de lo transitorio y lo inmortal.

Los mevlevis, celebran su rito entonando repetidamente el denominado zikr, es decir, un enunciado corto, que se repite constantemente al tiempo que van dando vueltas con la danza denominada Sama y que conduce, junto con el zikr al éxtasis, con frases como “Allah, Allah”.

Todo este proceso de danza y canto, no es otra cosa que alcanzar una alteración de la consciencia, una especie de lo que los antiguos chamanes conseguían con otras técnicas y que conducían al abandono de los sentidos para su comunión con Dios.

El ritual, que se compone de siete partes, empieza por la plegaria de un fragmento del Corán escogido aleatoriamente en función de las necesidades esotéricas determinadas por el jefe y que varía cada semana. En ocasiones se recitan algunos de los versos persas de Jalal al-Din al Rumi, aunque por lo general, no son recitados en la lectura pública, pues gran parte de los asistentes no están en condiciones de entenderlos. La expresividad del ritual es fundamentalmente serena, con un acompañamiento musical rítmico y riguroso para llevar progresivamente a la asamblea hacia el trance o la meditación, según la elección de las cofradías.

La música continúa hasta llegar al frenesí mientras los derviches giran cerca de 10 minutos. En su constante movimiento una mano apunta hacia el cielo y la otra a la tierra, simbolizando las bendiciones del cielo dadas a la tierra. Algunos místicos quieren ver una interpretación astral del ritual: los derviches serían los cuerpos celestes en órbita alrededor de Dios. La secuencia se repite cuatro veces.

Malaya salli wa-sallim da iman abadam- “Señor, rezamos por el profeta y bendícele eternamente”-. El cambio de ritmo corresponde a una aceleración del giro, pero de forma moderada. La danza se centra en la concentración y la meditación sobre Dios, centro de todas las cosas; mientras el derviche controla a la perfección el equilibrio.

Si alguna vez llega a estos parajes lejanos, no se pierda esta ceremonia ritual. Quedará pasmado y con los ojos demasiado abiertos. No está permitido aplaudir ni sacar fotos durante la danza. Aun así, algunas se las entregamos. Es lo más esotérico e hipnótico que he visto en mi vida. Luego de la ceremonia, que dura cerca de media hora, nos retiramos en silencio, tratando de entender lo inexplicable. Bueno, casi la totalidad de la región de Capadocia es así: llena de historia y misterios (JAE)